Isabel II, una reina para siete arzobispos de Canterbury y un impulso al ecumenismo

Muerte de Isabel II

Siete décadas después de su coronación, la reina de Inglaterra, Isabel II, murió en la tarde de ayer, 8 de septiembre, en Balmoral, su residencia escocesa de verano. Un larguísimo tiempo en el que, en lo político, ha coincidido con 15 primeros ministros (la última, Liz Truss, acababa de llegar a Downing Street) y, en lo religioso, como cabeza de la Iglesia anglicana, con siete arzobispos de Canterbury.



Geoffrey Fisher

El primero de ellos fue Geoffrey Fisher, en el cargo entre 1945 y 1961. Elegido como referente del anglicanismo en un contexto de absoluta catarsis, al terminar una Segunda Guerra Mundial en la que el pueblo inglés había pagado un alto precio, bombardeada su población y con sus tropas mermadas en Europa, África y Asia, el pastor buscaba aportar equilibrio, mesura y paz.

Con Isabel compartió dos de sus momentos vitales más importantes: en 1947, su boda con Felipe de Edimburgo, príncipe de Grecia, y, en 1953, un año después de ser reconocida oficialmente como reina tras la muerte de su padre, Jorge VI, su coronación. Fue un acto planetario, pues fue televisada internacionalmente.

A nivel espiritual, Fisher protagonizó en 1960 otro hito histórico al reunirse con el papa Juan XXIII, siendo la primera vez (aunque no se tratara de un acto oficial) que se abrazaban los representantes de las Iglesias católica y anglicana desde el triunfo de la Reforma, cuatro siglos antes.

Michael Ramsey

Entre 1961 y 1974, el 100º arzobispo de Canterbury fue Michael Ramsey, quien, tras el gesto de su sucesor, en 1966 fue mucho más allá e inauguró la reapertura de las relaciones entre la Iglesia católica y la anglicana. En un acto cargado de simbolismo (Montini le puso su propio anillo), acudió a la basílica romana de San Pablo Extramuros y, tras abrazarse con Pablo VI, ambos firmaron una declaración conjunta en la que se apostaba por un “diálogo formal” cuyos pilares eran “los evangelios y las tradiciones antiguas compartidas”.

Para asentar esa relación de amistad, en 1961 ya se había roto otra barrera al nombrar la Iglesia anglicana a un representante oficial en Roma. Asimismo, también hubo observadores de la Iglesia de Inglaterra en las sesiones del Concilio Vaticano II, con el que el catolicismo, entre otras cosas, buscó avanzar decididamente en la senda ecuménica.

Hombre de talante abierto y en el que influyó mucho su madre, militante socialista, tuvo encontronazos con los Gobiernos de la época por su anhelo de una mayor autonomía de la religión respecto al poder político. Además, sus posicionamientos sobre temas candentes como la homosexualidad, el racismo o la inmigración le ocasionaron fuertes críticas de los sectores más conservadores.

Donald Coggan

Con Donald Coggan (1974-1980) se fue un paso más allá en el ecumenismo y, en su propia ceremonia de consagración como arzobispo de Canterbury, además, por primera vez, de un representante del vaticano, estuvieron miembros de muchas otras confesiones, desde ortodoxos a cuáqueros.

Para la historia ha quedado su ‘Llamado a la nación’, en 1975, que tuvo una gran difusión dentro y fuera de las fronteras británicas y en el que cargó duramente contra los excesos del capitalismo y denunció que eran una sociedad “a la deriva” por centrarse solo en “la respuesta materialista” y olvidar otra igualmente necesaria, como “la espiritual”.

A nivel teológico, en el seno del anglicanismo, quiso impulsar la ordenación sacerdotal de mujeres y, con el catolicismo, impulsar la “plena intercomunión”. No consiguió consensos para ninguna sus propuestas, pero marcó una senda definitiva en los años siguientes. Tras verse con Pablo VI en 1977, en 1978 quiso estar en la entronización de Juan Pablo II, siendo el primer arzobispo de Canterbury en hacerlo desde la Reforma.

Robert Runcie

Robert Runcie fue arzobispo de Canterbury entre 1980 y 1991, siendo, en 1981, quien celebró el matrimonio entre Diana Spencer, conocida popularmente como Lady Di, y el entonces príncipe Carlos, hoy rey bajo el nombre de Carlos III. Políticamente, Runcie chocó con el Gobierno de Margaret Thatcher por su excesivo liberalismo, bajo el que la Iglesia anglicana percibía una entrega tal al materialismo en la que las ideas de sociedad y fraternidad se desvanecían.

En 1982, fue el gran anfitrión de Juan Pablo II en su visita al Reino Unido. Causó un gran revuelo su gesto de arrodillarse ante el Papa en la catedral de Canterbury, entendiendo muchos anglicanos que evidenciaba la primacía de Roma. La realidad es que Runcie, sin renunciar a su identidad eclesial, era un fervoroso defensor del ecumenismo y soñaba con una Iglesia reconciliada y “unida” en el cambio de milenio.

En 1989 lanzó una propuesta concreta a Juan Pablo II: que Roma tuviera una “primacía de honor” sobre las comunidades anglicanas, sin afectar a su “jurisdicción”. Pero Wojtyla rechazó el proyecto al considerar que, moral y espiritualmente, ya tenía esa posición. Dentro del anglicanismo, como le sucediera a Coogan, tampoco pudo consolidar su apuesta por ordenar a mujeres.

George Carey

George Carey, arzobispo de Canterbury entre 1991 y 2002, fue el primado anglicano que remató la aspiración de sus inmediatos predecesores y, bajo su mandato, se aprobó la ordenación sacerdotal de mujeres en el anglicanismo. También se mostró tolerante con el divorcio (ya retirado, fue un firme defensor, en 2005, del matrimonio civil del príncipe Carlos con la divorciada Camilla Parker-Bowles, recibiendo luego una bendición religiosa) y con la homosexualidad, aunque a nivel civil, siendo contrario a la unión religiosa entre personas del mismo sexo.

Decidido partidario de la reconciliación con Roma, Carey fue un gran crítico de la ‘Dominus Iesus’, de Juan Pablo II, entendiendo, precisamente, que era contraria a los valores ecuménicos.

Tras abandonar la primacía anglicana, ha seguido teniendo una fuerte presencia pública al manifestarse sobre todo tipo de asuntos (como la eutanasia, de la que ahora se proclama defensor), aunque, entre sus numerosas polémicas, la principal llegó cuando sostuvo que hoy hay “desunión” en el seno del anglicanismo, lo que fue tomado como una crítica a sus sucesores. Además, también ha sido muy controvertida su presunta omisión en casos de abusos a menores en su tiempo episcopal. De hecho, ha acabado renunciando a todos sus cargos eclesiales.

Rowan Williams

Rowan Williams ha navegado la nave del anglicanismo entre 2002 y 2012. De hecho, este galés de nacimiento fue el primer no inglés en ser arzobispo de Canterbury desde el inicio de la Reforma.

Poeta y con sensibilidad mariana (ha peregrinado a Lourdes) y mística, escribiendo mucho sobre santa Teresa de Jesús, tuvo una estrecha relación con Benedicto XVI (acudió a su misa de entronización y, días antes, al entierro de Juan Pablo II), del que hizo de anfitrión en 2010 cuando viajó a Londres. También celebró con él ese año, en Roma, los 50 años del encuentro entre Fisher y Juan XXIII, con el que empezó el deshielo ecuménico.

Además, fue en tiempo de Williams en el que Ratzinger creó la estructura de los ordinariatos anglocatólicos, por el que comunidades enteras que así lo manifestaran podían pasar del anglicanismo al catolicismo. Más de una década después, numerosos obispos, sacerdotes y fieles han pasado del anglicanismo a reconocer la primacía del Papa.

Cuando los escándalos de abusos a menores en el seno de la Iglesia irlandesa salieron a la luz en 2010, Williams, conmovido, lamentó que estaban ante “un trauma colosal”.

Justin Welby

El actual primado anglicano, desde 2012, es Justin Welby, quien ahora será el encargado de enterrar a Isabel II y presidir la ceremonia de coronación de Carlos III. A nivel teológico, en su mandato, aunque el primer gran paso se dio en 2008, cuando se aprobó la posibilidad, ha sido cuando se han ordenado las primeras mujeres como obispos en el seno del anglicanismo.

Sus relaciones con la Iglesia católica son extraordinarias y mantiene una gran complicidad con el papa Francisco (semanas atrás reconoció que “muchos anglicanos ven al Papa como el padre de la Iglesia occidental”), trabajando incansablemente, por ejemplo, por la paz en Sudán del Sur. Además, en 2016 se dio el gran hito ecuménico de los últimos años con la publicación de un documento, ‘Hacia una Iglesia plenamente reconciliada’, que puede marcar la senda para la unión definitiva con Roma.

¿Llegará esta con Carlos III como rey de Inglaterra y cabeza de la Iglesia anglicana?

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