Obispos de México al Pueblo de Dios: la cultura de la muerte no tiene la última palabra

En su mensaje al término de su asamblea, el eEpiscopado mexicano pidió redescubrir la esperanza cristiana, en medio de los grandes problemas que sufre el país

Conferencia del Episcopado Mexicano

“Ni la cultura de la muerte, ni la violencia, ni la mentira, ni el mal, tendrán la última palabra”. Con este mensaje los obispos de México concluyeron su CXII Asamblea Plenaria celebrada esta semana en Cuautitlán Izcalli, Estado de México.



A través de su tradicional mensaje al Pueblo de Dios, la Conferencia del Episcopado Mexicano recordó que, a la luz de la esperanza cristiana, ninguna realidad, por más difícil, dolorosa o compleja que sea, tiene la última palabra, y abre siempre a la posibilidad de que, “viviendo según el Corazón de Cristo, se siembren las semillas del Reino“.

“Esta esperanza emerge de las profundas raíces culturales y religiosas que nos dan identidad como pueblo mexicano, fruto maduro del testimonio coherente de muchos discípulos misioneros a lo largo de 500 años de evangelización, y de la presencia de María de Guadalupe”.

Tras la pandemia

Tras destacar que como Iglesia se logró cultivar la esperanza en medio de la pandemia y sus consecuencias, el episcopado mexicano dijo que toca ahora encontrar juntos los caminos que hagan posible experimentar “la esperanza que no defrauda”.

Una esperanza –apuntó– que impulse a seguir luchando por la paz, la justicia, la tolerancia, la solidaridad y el diálogo, a pesar de las amenazas a la dignidad humana, a los valores de la familia, la vida, la libertad de expresión, la democracia, la educación y la hospitalidad solidaria, así como en medio de la violencia, la injusticia y la impunidad.

De cara a dos grandes celebraciones

Los obispos mexicanos también llamaron a los laicos, miembros de la vida consagrada y sacerdotes a prepararse para la celebración de los 2000 años de la redención y los 500 años del Acontecimiento guadalupano, guiados por el Plan Global de Pastoral.

En este sentido, pidieron evitar realizar lecturas unilaterales de los tiempos que se viven, las cuales –dijeron– “abonan a la polarización: los de arriba, los de abajo; los de antes, los de ahora; los buenos, los malos”.

Frente a tiempos complejos –abundaron– es necesaria una audacia nueva y la lucidez de los creyentes, fija la mirada en el Príncipe de la Paz. “Ahora más que nunca es necesario el compromiso de los ‘bienaventurados que trabajan por la paz y la justicia’, que ni condenan el pasado sin más, ni descalifican obsesivamente el presente, sino que disciernen, desde los criterios del Evangelio, todos los acontecimientos”.

Finalmente, recordaron que en el Plan Global Pastoral el episcopado nacional ha establecido compromisos concretos de servicio preferencial a los más vulnerables de la sociedad: migrantes, las mujeres, los niños, los jóvenes y los ancianos que sufren, así como en el de los familiares de las personas desaparecidas.

“Ante estas realidades que tanto nos lastiman, nos comprometemos a ser una Iglesia más sinodal y solidaria, que anuncia y defiende la dignidad humana y colabora en la reconstrucción del tejido social desde el encuentro con Cristo Crucificado y Resucitado”.

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