Misioneros en tiempos de coronavirus: Sofía Quintáns (Brasil)

Sofía Quintans, misionera en Brasil

La pontevedresa Sofía Quintáns Bouzada pertenece a la congregación de las Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor, que abrió una nueva presencia, en febrero de 2019 y con ella misma en el grupo, en Boa Vista. Se trata de un enclave fronterizo en Brasil marcado por la presencia de comunidades amazónicas y por más de 100.000 inmigrantes y refugiados venezolanos, viviendo muchos de estos en los 13 campamentos para refugiados existentes, en ocupaciones o en la calle.



Según nos cuenta, “hasta el estallido de la pandemia, llegaban entre 600 y 800 hermanos venezolanos al día, lo que conseguían tras atravesar la gran sabana de su país, dentro del territorio amazónico. Ahora mismo, por la crisis sanitaria, la frontera está cerrada… Pero siguen llegando igual, buscándose otras rutas alternativas y clandestinas. Una acción en la que ganan dinero la policía venezolana y otra gente que les extorsiona”.

Situación límite

“Vienen –se duele– en condiciones pésimas, en extrema pobreza y con desnutrición severa; con un hambre que va mucho más allá de tener ganas de comer. Muchos son menores esqueléticos y solos, discapacitados, enfermos terminales, mujeres embarazadas desnutridas… Llegan sin apenas ropa, tristes y sin esperanza, perdidos”.

De ahí su clamor: “Si ya estábamos sufriendo una crisis humanitaria sin precedentes, imaginemos cuál es ahora la situación con el COVID-19… No solo se ha agravado en los campamentos, que aquí llamamos abrigos, sino que se ha deteriorado en todo Brasil, con consecuencias en el sistema político, dilapidando numerosas iniciativas sociales. Nosotras estamos en el corazón de lo que denuncia Francisco en ‘Querida Amazonía’: la devastación de la naturaleza y de las comunidades vulnerables. Todos sufren más, pero quienes lo padecen de un modo extremo son los indígenas y los migrantes. Reina el caos y no hay una respuesta suficiente, menos para ellos. A lo que se une, claro, las condiciones indignas que padecen, con la falta de agua y medicamentos. La realidad, tremenda, es que la gente está muriendo asfixiada y sin medios”.

Sofía Quintans, misionera en Brasil

Charlas, higiene y comida

Un dolor que le lleva a dirigir una rotunda llamada a las autoridades: “El coronavirus ha aumentado la fragilidad que de por sí siempre hay en la frontera. Lo que se ha notado entre quienes incluso contaban con un trabajo, aunque precario, perdiéndolo en muchos casos”. Por no hablar del mayor esfuerzo que ha generado en quienes ayudan a los demás, como las propias misioneras franciscanas: “Todos hemos hecho lo imposible por tratar de concienciar a las comunidades a las que acompañamos de cara a las medidas sanitarias a tomar. Hemos dado charlas en los abrigos y en las calles para mentalizar a la gente (a los indígenas les cuesta mucho guardar la cuarentena), hemos dado mascarillas, jabón y agua, pusimos lavatorios en los enclaves principales… Algunos campamentos tuvieron que cerrar y, gracias al ejército, se ha podido poner en marcha un hospital de campaña, lo que ha sido clave. Junto al resto de las organizaciones, nos hemos movido mucho para poder repartir comida, pues es tremendo el tema del hambre ahora”.

Algo a lo que no ayuda la tensión política, pues “los bolsonaristas no apoyan las cuarentenas, mientras que los críticos sí lo hacen. Un desgobierno con terribles consecuencias en los más vulnerables”. Razón por la cual llama a “seguir el sentido profético de la Iglesia, que está denunciando con valentía la injusticia social. Un clamor en el que no estamos solos, sino que necesitamos una respuesta en red, junto a otras entidades e Iglesias. Y es que, como dice el Papa, o nos salvamos todos o no nos salvamos ninguno”.

Amor y sacrificio

En este sentido, las franciscanas misioneras son proféticas y encarnan el lema de su congregación: “Caridad verdadera, amor y sacrificio”. Porque, “como nos dijo nuestra fundadora, ‘a los pobres no hay que hacerles esperar’. Junto a mucha gente que nos acompaña en la misión, conseguimos estar al lado del que más sufre”.

Un alud de esperanza que lleva a misionera gallega a vivir la pandemia en clave de gracia: “Cada historia de vida con la que nos encontramos es sagrada. Son faros que nos dinamizan espiritualmente. Cuando te cruzas con el sufrimiento de quien se ha visto forzado a abandonar su tierra, te encuentras con Cristo. Es una oportunidad, un don, una gracia. Te remueve tocar ese dolor y te lleva a una reconciliación contigo misma para poder escuchar. Te hace descubrir tus limitaciones y te hace consciente de que no eres salvadora. Esta gente encarna en sí misma el coraje, la resiliencia, la esperanza… Porque, verdaderamente, en la frontera se muere de esperanza”.

“Conociéndoles –cierra emocionada–, te conviertes en prójimo y ya no existe para ti la vida sin la experiencia de la hospitalidad, la ternura y la compasión”.

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