“En el Reino de Dios no hay parados, todos están llamados a hacer su parte”, recuerda Francisco en el Ángelus

  • El Papa invita a todos a “abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es libre y generoso”, a partir del relato evangélico de los trabajadores de la viña contratados a lo largo del día
  • Ha propuesto el ejemplo del nuevo beato Stanley Francis Rother, misionero mártir, comprometido al máximo entre “los más pobres en Guatemala”

El papa Francisco ha rezado, un domingo más, la oración mariana del Ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro en el Vaticano. Tras el rezo, ha querido recordar la figura del sacerdote misionero Stanley Francis Rother, beatificado el pasado sábado en Estados Unidos, y que fue “asesinado por odio a la fe por su obra de evangelización y promoción humana a favor de los más pobres en Guatemala”. “Su ejemplo heroico nos ayuda a ser testigos valientes del Evangelio, comprometiéndonos en favor de la dignidad humana”, ha asegurado el Pontífice.

Dios llama a todos a trabajar por el Reino

A partir de la parábola de los trabajadores llamados a diferentes horas del día para trabajar en una viña, el Papa ha querido reflexionar sobre “dos aspectos del Reino de Dios”: “que Dios quiere llamar a todos a trabajar por su Reino” y “que al final quiere dar a todos la misma recompensa, es decir, la salvación, la vida eterna”.

Dios es identificado con el dueño de un viñedo que a lo largo del día contrata a varios trabajadores que están desempleados y que paga el mismo salario a todos, provocando las quejas de los que han trabajado más. “El dueño, sin embargo, les recuerda que han recibido lo acordado; si él quiere ser generoso con los demás, no debe tener envidia”.

Para Francisco, “esta injusticia del dueño sirve para provocar, en quien escucha la parábola, un salto de nivel”. Jesús no está hablando “del problema de empleo y los salarios justos, ¡sino del Reino de Dios!”, señaló. “El mensaje es éste: en el Reino de Dios no hay parados, todos están llamados a hacer su parte; y habrá para todos, al final, la recompensa que viene de la justicia divina -¡y no la humana, por suerte!– es decir, la salvación que Jesucristo ha adquirido con su muerte y resurrección”, ha señalado el Papa.

Una salvación que no es merecida, sino dada, de modo que los últimos serán los primeros y los primeros, últimos”, apuntó Bergoglio citando el final del texto elegido para la liturgia de hoy.

La lógica del amor de Dios

Según Bergoglio, el relato busca “abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es libre y generoso”. “Es cuestión de dejarse sorprender y fascinar por los pensamientos y los caminos de Dios”, señaló citando al profeta Isaías. “Los pensamientos humanos están a menudo marcados por el egoísmo y el rechazo, y nuestros caminos lamentables y tortuosos no son comparables con los caminos amplios y rectos del Señor”, advirtió. “Él tiene misericordia, perdona continuamente, está lleno de generosidad y bondad hacia cada uno de nosotros, abierto a todos los terrenos sin límites de su amor y de su gracia, es el único que puede dar al corazón humano la plenitud de la alegría”, sentenció.

La mirada del dueño de la viña, es para el Papa, “una mirada llena de atención, de benevolencia; es una mirada que llama, invita a levantarse, a caminar, porque quiere la vida para cada uno de nosotros, quiere una vida plena, comprometida, salvada del vacío y de la inercia”, como la de “Dios, que no excluye a nadie y quiere que cada uno alcance su plenitud; así es el amor de nuestro Dios, que es Padre”, concluyó Francisco, invitando a evitar los prejuicios sobre los demás.

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