Francisco propone la Cuaresma como impulso para el Jubileo de la Misericordia

El Papa exige revisar los horarios para impartir el sacramento del Perdón

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El Papa se confiesa en San Pedro tras el inicio de las “24 horas para el Señor”

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Fue una ceremonia sobria. No podía ser de otra manera la liturgia penitencial que tuvo lugar el viernes 4 en San Pedro a primeras horas de la tarde, presidida por Francisco. El acto abría las llamadas 24 horas para el Señor, simultáneamente celebradas en muchas diócesis del mundo.

Bergoglio abrió la ceremonia acompañado por unos 60 sacerdotes, preparados para confesar a los fieles. Después de la lecturas del Evangelio de Marcos que narra la curación del ciego Bartimeo, el Pontífice dio lectura a su homilía inspirándose en la petición que este dirigió a Jesús: “¡Señor, que pueda ver!”. “El pecado –dijo el Santo Padre– también tiene este efecto: nos empobrece y aísla. Es una ceguera del espíritu que impide ver lo esencial, fijar la mirada en el amor que da la vida; y lleva poco a poco a detenerse en lo superficial, insensibles ante los demás y ante el bien. (…) Qué fácil y equivocado es creer que la vida depende de lo que se posee, del éxito o de la admiración que se recibe; que la economía consiste solo en el beneficio y el consumo; que los propios destinos individuales deben prevalecer por encima de la responsabilidad social. Mirando solo a nuestro yo nos hacemos ciegos, apagados y replegados sobre nosotros mismos, vacíos de alegría y verdadera libertad”.

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Ceremonia de apertura de ‘24 horas con el Señor’ en el Vaticano

“Hoy más que nunca –dijo dirigiéndose a los obispos y sacerdotes del mundo entero– estamos llamados a escuchar el grito quizás escondido de cuantos desean encontrar al Señor. Estamos obligados a revisar esos comportamientos que a veces no ayudan a los demás a acercarse a Jesús; los horarios y los programas que no salen al encuentro de las necesidades reales de los que podrían acercarse al confesionario; las reglas humanas, si valen más que el deseo de perdón; nuestra rigidez que puede alejar la ternura de Dios. No podemos ciertamente disminuir las exigencias del Evangelio, pero no podemos correr el riesgo de malograr el deseo del pecador de reconciliarse con el Padre porque lo que el Padre espera antes que nada es el regreso a la casa del hijo”.

Después, Bergoglio se dirigió a uno de los confesionarios de la basílica y, como un fiel más, se inclinó ante un sacerdote para confesar sus pecados. Un poco más tarde, ya como un sacerdote más, tomó asiento en otro confesionario para acoger a los fieles que quisieran confesarse. Allí permaneció hora y media, un tiempo mucho más largo que en años pasados y que era una demostración de la importancia que en este Año de la Misericordia debe reservarse al sacramento de la Reconciliación. Según hemos podido saber, sin embargo, el número de fieles que se ha confesado hasta ahora en la basílica vaticana es sensiblemente menor de lo esperado, hasta tal punto que los penitenciarios se han visto obligados a reducir el programa extraordinario previsto.

Esa mañana, el Papa había recibido a los participantes en el curso anual sobre el Fuero Interno, organizado por la Penitenciaría Apostólica. Curso que tiene como objetivo preparar a los sacerdotes jóvenes y a los seminaristas en sus últimos años de formación para administrar correctamente el sacramento de la Reconciliación. “Cuando, como confesores –les dijo el Papa–, nos dirigimos al confesionario, debemos recordarnos siempre que somos instrumentos de la misericordia de Dios; estemos atentos a no poner obstáculos a este don de salvación. El confesor es, él mismo, un pecador, un hombre siempre necesitado de perdón”.

Mala memoria

“Todos los fieles –aseguró un poco más adelante–, después de la absolución del sacerdote, tienen la certeza, gracias a la fe, de que sus pecados ya no existen. Dios es omnipotente. A mí me gusta pensar que tiene una debilidad: tiene mala memoria. Una vez que te perdona, se olvida. ¡Esto es grande!”. También hizo una advertencia a los sacerdotes cuando no puedan dar la absolución a algún penitente: “Si no se puede dar la absolución, hablad como un padre y decir: ‘Puedo asegurarte que Dios te ama, que Dios te espera…’. Así, esta persona sale del confesionario y piensa: ‘He encontrado un padre y no me ha apaleado’. Cuántas veces he escuchado a gente que dice: ‘Yo no me confieso nunca porque una vez fui y me gritaron’. Incluso en el caso en que no se pueda dar la absolución, que sientan el calor de un padre. Que lo bendiga y le diga que vuelva”.

Cambiando de tema, después de veinte horas de severo interrogatorio (a través de videoconferencia) por parte de la comisión para la investigación de los abusos sexuales a menores en Australia, el cardenal George Pell mantuvo el jueves 3 una entrevista con un grupo de víctimas de esos abusos que habían acudido a Roma para ser testigos de la comparecencia.

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Francisco y el arzobispo de Kiev, Sviatoslav Shevchuk

Estos le habían recibido cuando comenzaron las primeras sesiones nocturnas de la declaración con pancartas donde se leía “Pell, go to hell” (Pell, vete al infierno). Pero el encuentro se desarrolló, según indicaron algunos participantes, en un clima bien distinto. El cardenal reconoció “el mal que se había hecho” y prometió comprometerse en la ayuda a las víctimas. “Trabajaré todo lo que sea posible para evitar que el suicidio sea una solución para los que sufren”, les aseguró. Por su parte, la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores, que preside el cardenal O’Malley, arzobispo de Boston, informó de que tres de las víctimas habían sido recibidas por Hans Zollner, miembro de la comisión, para compartir modelos educativos “dirigidos a niños, padres y profesores con el fin de realizar cambios estructurales dentro de la Iglesia y asegurar la protección de los niños y adolescentes”.

Finalmente, ha sido muy positiva la audiencia del Papa, el viernes 4, con el Sínodo Permanente de la Iglesia greco-católica de Ucrania, cuya delegación encabezaba Sviatoslav Shevchuk, arzobispo de Kiev. Aunque la cita tenía lugar en el 70º aniversario de la prohibición de la Iglesia en su país por el régimen comunista, el encuentro ha tenido una significatividad especial por darse unas semanas después del abrazo de Francisco con Kirill en La Habana, el cual hirió la sensibilidad de los católicos ucranianos, enfrentados al Patriarcado ortodoxo de Moscú, especialmente desde el conflicto entre Rusia y Ucrania. Como explicó después de la reunión Shevchuk, Francisco les “ha escuchado” en la petición de que ayude a su pueblo.

En el nº 2.980 de Vida Nueva

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