Francisco: “La globalización condena a muchos a morir de hambre”

papa Francisco con un grupo de haitianos lisiados

El Papa insiste en que es posible una economía y una política basadas en la ética

papa Francisco con un grupo de haitianos lisiados

El Papa, con un grupo de haitianos que quedaron lisiados tras el terremoto

ANTONIO PELAYO (ROMA) | Francisco no para. Horas antes de viajar a Sri Lanka y Filipinas, La Stampa publicaba una entrevista suya con Andrea Tornielli y Giacomo Galeazzi y que forma parte del libro de próxima aparición Papa Francisco. Esta economía mata.

“¿Por qué –le preguntan los colegas– el tema de la pobreza ha estado tan presente en su magisterio?”. Esta es su respuesta: “No sabré cómo responder a su pregunta. Reconozco que la globalización ha ayudado a muchas personas a salir de la pobreza, pero ha condenado también a otras muchas a morir de hambre. Es verdad que, en términos absolutos, la riqueza mundial ha crecido, pero también han aumentado las disparidades y han surgido nuevas pobrezas. Lo que noto es que este sistema se mantiene con la cultura del descarte, de la que ya he hablado diversas veces. Hay una política, una sociología y también un comportamiento del descarte. Cuando en el centro del sistema no está el hombre, sino el dinero, cuando el dinero se convierte en un ídolo, los hombres y las mujeres se reducen a simples instrumentos de un sistema económico caracterizado, es más, dominado, por profundos desequilibrios. (…) Así que, para intentar responder a su pregunta, les diría: no consideremos este estado como irreversible, no nos resignemos. Intentemos construir una sociedad, una economía donde el hombre y su bien, y no el dinero, sean el centro”.

En otra respuesta, diserta sobre la ética en economía: “Hay que recordar que es necesaria la ética en la economía y también en la política. (…) No podemos esperar más para resolver las causas estructurales de la pobreza, para curar a nuestras sociedades de una enfermedad que solo puede llevarnos a nuevas crisis. Los mercados y la especulación financiera no pueden gozar de una autonomía absoluta. Sin una solución a los problemas de los pobres no resolveremos los problemas del mundo. Sirven programas, mecanismos y procesos orientados a una mejor distribución de los recursos, al crecimiento del trabajo, a la promoción integral de quien está excluido”.

Un nuevo Haití, desde la persona

Ahora que el mundo parece haber olvidado la tragedia que supuso para Haití el terremoto que, el 12 de enero de 2010, asoló su territorio y se llevó por delante más de 200.000 vidas, la Santa Sede ha organizado un encuentro con el lema La comunión de la Iglesia: memoria y esperanza para Haití cinco años después del terremoto.

Convocados por el Pontificio Consejo Cor Unum y por la Pontificia Comisión para América Latina, se han reunido en Roma ese sábado una serie de personalidades sobre las que recae la responsabilidad de reconstruir un país diezmado. Entre ellas, el cardenal Chibly Langlois, obispo de Les Cayes y presidente de la Conferencia Episcopal Haitiana; el arzobispo de Miami, Thomas Wenski; el presidente de la Asociación Internacional de Voluntarios, Alberto Piatti; o el anterior representante del Banco Interamericano para el Desarrollo, Eduardo Marques de Almeida. Por parte vaticana asistieron los cardenales Marc Ouellet, presidente de la Comisión para América Latina, y Robert Sarah, hasta hace poco Presidente de Cor Unum, así como el secretario de dicho organismo, Giampietro del Toso.

A media mañana, el Papa les recibió en la Sala Clementina y les dirigió un discurso que inició reconociendo “que se ha realizado mucho durante este período para reconstruir el país; sin embargo, no podemos esconder que queda todavía mucho por hacer. Y tanto lo hecho como todo lo que, con la ayuda de Dios, se podrá hacer, se apoya sobre tres pilares fundamentales: la persona humana, la comunión eclesial, la Iglesia local”.

“Vuestra primera preocupación debe ser ayudar al hombre, a todos los hombres, a vivir como personas –les dijo a los congregados–. No existe una auténtica reconstrucción de un país sin la reconstrucción de la persona en su plenitud. Esto supone que hay que hacer que todas las personas en Haití tengan todo lo necesario desde el punto de vista material, pero que, al mismo tiempo, puedan vivir su propia libertad, su propia responsabilidad y la propia vida espiritual y religiosa”.

  • OPINIÓN: Elogios, por Antonio Pelayo, corresponsal de Vida Nueva en Roma

En el nº 2.925 de Vida Nueva

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