“Debe ser un año para evangelizar nuestra propia vocación”

José Rodríguez Carballo. Arzobispo secretario de la CISVA

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DARÍO MENOR | El arzobispo franciscano José Rodríguez Carballo, secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CISVA), asegura que los dos millones de consagrados saldrán “fortalecidos” con la celebración de este Año de la Vida Consagrada, que les permitirá afrontar con nuevos bríos algunos de sus grandes desafíos, como la relación con los obispos, la crisis de las vocaciones, el envejecimiento o el riesgo de clericalización. 

¿Por qué la Iglesia celebra un año para la Vida Consagrada?

Se debe a diversos motivos. Entre ellos, hay dos que, a mi modo de ver, son los más importantes. Ante todo hay una coincidencia cronológica. En  noviembre pasado se celebró el 50º aniversario de la publicación de la Lumen gentium, que en el capítulo VI se ocupa de la Vida Religiosa, dándole un lugar apropiado en la eclesiología del Pueblo de Dios. Por otra parte, este 2015 recorre el 50º aniversario de Perfectae caritatis, el decreto del Vaticano II que se ocupa de la renovación de la Vida Religiosa. A estos motivos, de por sí ya relevantes, hay que añadir que la Vida Consagrada es una realidad eclesial importante, no solo numéricamente –unos dos millones en todo el mundo–, y una forma del seguimiento de Cristo que no podrá nunca faltar en la Iglesia, como en su día subrayó Benedicto XVI.

¿Qué puede esperarse de este evento?

La Iglesia espera que la Vida Consagrada salga más robustecida y sea cada vez más significativa, evangélicamente hablando. Ha de ser, además, un año en el que los consagrados evangelicen su propia vocación y misión para hacerlas más evangélicas y, al mismo tiempo, manifiesten la belleza de dicha forma de seguimiento de Cristo. A su vez, todo el Pueblo de Dios, entre ellos los pastores, son invitados a acercarse más a la Vida Consagrada para conocerla mejor y, si cabe, amarla más.

Entre los documento que van a revisarse está ‘Mutuae relationes’. ¿Hacia dónde puede dirigirse el cambio? ¿Cómo pueden dulcificarse las relaciones entre obispos y consagrados?

Generalmente, estas relaciones son buenas. Entre la gran mayoría de los obispos se da un gran aprecio por la Vida Consagrada, como se ve por lo que lo sienten cuando una comunidad se ve obligada a dejar la Iglesia particular, o por la atención pastoral y fraterna que le prestan. Lo comprobamos en el dicasterio cada vez que nos encontramos con las conferencias episcopales. Si a veces hay algún problema, se debe a situaciones muy concretas que pueden derivar de la gestión de las obras que dejan los consagrados, especialmente las de carácter educativo o sanitario, y también en algunas circunstancias por el modo de llevar a cabo los consagrados la pastoral encomendada. Sentados los principios eclesiológicos en que se basan las relaciones mutuas, el futuro documento deberá encontrar y señalar las mediaciones apropiadas para un diálogo fructífero. Este debe llevar a los consagrados a una estrecha colaboración con las necesidades de la Iglesia particular, especialmente en lo que se refiere a las “fronteras” existenciales. A los obispos, por su parte, debe llevarles a respetar más la esencia de la Vida Consagrada, que no reside precisamente solo en las obras, sino en lo que es en sí misma, en cuanto forma específica de seguimiento de Cristo. Cuando hay conflictos, lo importante es encontrar las caminos adecuados para afrontarlos a través del diálogo y encontrar soluciones adecuadas.

¿Qué pasos adelante se han dado en la forma de gestionar los bienes de las congregaciones religiosas? ¿Se está respondiendo al llamamiento del Papa de abrir estos bienes a los más necesitados?

Este dicasterio organizó un simposio sobre la problemática y ofreció algunos elementos que ayudan a una gestión apropiada de los bienes. Nos consta que los distintos institutos están poniendo en práctica estos elementos, según sus necesidades y sus posibilidades. Por otra parte, la llamada que hizo el Papa a abrir las puertas de las casas de los consagrados que están sin utilizar adecuadamente está teniendo una gran respuesta entre muchos consagrados. Nos consta que son ya muchos los que han dado una primera respuesta a esta invitación del Santo Padre.

¿Obras o periferias?

¿Cómo será afrontada la cuestión de la disminución de las vocaciones religiosas en buena parte de las sociedades occidentales?

Diversos institutos están estudiando a fondo esta cuestión que, ciertamente, es importante. Una cuestión, por otra parte, que es muy compleja, pues las causas son múltiples. Sin ir más lejos, uno de los elementos a tener en cuenta –y que en España nos toca muy de cerca– es la disminución, que no deja de ser preocupante, de la población juvenil y que nos coloca a la cola de Europa. Este es un elemento determinante en la cuestión vocacional. Por otra parte, está también la crisis de valores en los que se apoya una cultura vocacional. En cualquier caso, los consagrados son bien conscientes de este desafío y lo están afrontando con una serie de iniciativas.

¿Cómo se tratará la cuestión del envejecimiento de los consagrados?  

Esta realidad está muy unida a la anterior. En la medida en que disminuyen las nuevas vocaciones, la pirámide de edad se eleva. En la Vida Consagrada se cuida fraternamente, y con los medios adecuados, a los hermanos y hermanas mayores. Esto es algo que se constata en todas partes, aun a costa de grandes sacrificios. Por otra parte, está claro que, dada la disminución de nuevas vocaciones y el aumento de la edad media de los consagrados, muchas obras que eran sostenidas por ellos se están cerrando, con el dolor que ello supone. Un aspecto positivo en todo esto es que la situación está obligando a los consagrados a discernir dónde estar, con quiénes estar y qué obras mantener. Son muchos los que se enfrentan a la necesaria reducción de obras optando por las periferias. También la falta de vocaciones y el envejecimiento está llevando a muchos institutos a compartir con los laicos la vida y, sobre todo, la misión.

¿Existe un riesgo de clericalización de la Vida Consagrada? 

El peligro es más que evidente, particularmente en cuanto a los religiosos clérigos, quienes, debido a la falta de vocaciones en el clero diocesano que se está experimentando en muchos lugares, se ven empujados y solicitados para realizar un ministerio de suplencia. Si no están atentos, pueden convertirse en clérigos como los clérigos diocesanos. Pero la clericalización se puede entender más ampliamente y, en este sentido, puede afectar también a otros consagrados. Para no ceder a este riesgo se impone, ante todo, vigilancia en los mismos consagrados para evitar por cualquier medio perder su identidad carismática. Esta vigilancia se ha de propiciar durante la formación inicial y permanente, prestando particular atención al estilo de vida que se lleva en las casas de los consagrados. Por otra parte, se le pide a los obispos que respeten al máximo y hagan lo posible para que venga respetada la identidad carismática de cuantos participan en las tareas de pastoral de sus diócesis.

En el nº 2.923 Especial Vida Consagrada de Vida Nueva

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