Francisco a las religiosas: sed “madres, no solteronas”

La semana ha estado marcada por sus primeras canonizaciones y el encuentro con la UISG

papa Francisco recibe a religiosas de la UISG

El Papa recibió a religiosas de la UISG

ANTONIO PELAYO. ROMA | El pasado 11 de febrero, el entonces todavía papa Benedicto XVI presidió un consistorio para la canonización de nuevos santos de la Iglesia católica: Antonio Primaldo y sus numerosos compañeros mártires de Otranto; la madre Laura Montoya (primera santa de Colombia) y la mexicana María Guadalupe García Zavala, más conocida como madre Lupita.

Solo Joseph Ratzinger sabía en ese momento que no sería él quien iba a presidir la solemne ceremonia, sino el cardenal que resultase elegido en el cónclave que abría su histórica renuncia a la sede de Pedro, anunciada inmediatamente después, en ese mismo acto, a los atónitos purpurados.

La Providencia ha querido que sea un pontífice latinoamericano como el argentino Jorge Mario Bergoglio quien, el pasado domingo 12 de mayo, en la vaticana Plaza de San Pedro, haya elevado a los altares a Laura Montoya, evangelizadora de los indígenas de Colombia, y a la mexicana María Guadalupe García Zavala, cofundadora de las Siervas de Santa Margarita María y de los Pobres. Con estas dos religiosas, como decíamos, también fueron canonizados ochocientos varones martirizados por los turcos en 1480, después del sitio de Otranto. Son estos, pues, los primeros santos del que era hasta hace dos meses arzobispo de Buenos Aires.

Ni que decir tiene que los días anteriores a la canonización, y de modo muy especial el mismo domingo, Roma ha visto llegar a un altísimo número de mexicanos y colombianos que querían ser testigos de una fecha memorable. Las delegaciones oficiales las lideraron Juan Manuel Santos Calderón, presidente de Colombia, y Roberto Herrera Mena, director general adjunto para Asuntos Religiosos de la Presidencia de la República mexicana.

canonización en el Vaticano de las santas colombiana madre Laura y mexicana madre Lupita mayo 2013

El Vaticano acogió las canonizaciones

Color latinoamericano

Con el papa Francisco, concelebraron la Eucaristía el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá, y los arzobispos de Medellín, Jericó, Santa Fe de Antioquía y Cali; por parte mexicana, lo hicieron los purpurados Francisco Robles Ortega y Juan Sandoval, arzobispo y emérito de Guadalajara, respectivamente, acompañados por los prelados de Chachapoyas, Islandia y Aguascalientes.

También concelebró el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa y coordinador del grupo de cardenales recientemente creado por Bergoglio para que le ayuden a reformar la Curia romana. El presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Angelo Bagnasco, tuvo idéntico privilegio.

En su homilía, iniciada y finalizada en italiano, el Santo Padre utilizó el castellano para referirse a las dos santas latinoamericanas. De santa Laura Montoya destacó que “fue instrumento de evangelización, primero como maestra y después como madre espiritual de los indígenas, a los que infundió esperanza, acogiéndoles con ese amor aprendido de Dios y llevándoles a Él con una eficaz pedagogía que respetaba su cultura y no se contraponía a ella”.

“También hoy –añadió Francisco–, sus hijas espirituales viven y llevan el Evangelio a los lugares más recónditos y necesitados, como una especie de vanguardia de la Iglesia”.

papa Francisco con presidente de Colombia Juan Manuel Santos

El Papa, con el colombiano Juan Manuel Santos

Al referirse a la madre Lupita, afirmó que, “renunciando a una vida cómoda para seguir la llamada de Jesús, enseñaba a amar la pobreza, para poder amar más a los pobres y a los enfermos. Se arrodillaba en el suelo del hospital ante los enfermos y los abandonados para servirlos con ternura y compasión… También hoy, sus hijas espirituales buscan reflejar el amor de Dios en las obras de caridad, sin ahorrar sacrificios y afrontando con mansedumbre, constancia apostólica y valentía cualquier obstáculo”.

En las palabras que pronunció antes del rezo del Regina Coeli, Bergoglio deseó que, “inspirados en el ejemplo de concordia y reconciliación de su nueva santa, los amados hijos de Colombia continúen trabajando por la paz y el justo desarrollo de su patria”.

Posteriormente, en la audiencia que mantuvo el Pontífice con el presidente Santos, tal y como él mismo contó, Francisco le “encomendó la paz de nuestro país y le reiteró la invitación para que nos visite lo más pronto posible”.

Respecto a lo primero, tuvimos más detalles con el posterior comunicado de la Sala de Prensa de la Santa Sede. En él, además de las consabidas frases de rigor, se añadía este párrafo, importante por el diálogo entre las FARC y el Gobierno colombiano: “Se han analizado los retos a los que el país se enfrenta, sobre todo por lo que respecta a las desigualdades sociales. Tampoco ha faltado una referencia al proceso de paz en curso y a las víctimas del conflicto, y se ha manifestado el deseo de que las partes implicadas prosigan las negociaciones, animadas por una sincera búsqueda del bien común y de la reconciliación”.

Igualmente, y también antes de la plegaria mariana, el Papa pidió la intercesión de santa Guadalupe García Zavala por “la noble nación mexicana, para que, desterrada toda violencia e inseguridad, avance cada vez más por el camino de la solidaridad y la convivencia fraterna”.

papa Francisco y Tawadros II, patriarca de Alejandría

Francisco y Tawadros II, patriarca de Alejandría

La mañana era climáticamente muy benigna y el Pontífice, a bordo de su jeep descubierto, empleó hasta cincuenta minutos en recorrer la Plaza de San Pedro y adentrarse en la Via della Conciliazione. Allí le esperaban las 30.000 personas que habían desfilado en la Marcha por la Vida, encuadrada en la campaña europea Uno de nosotros. A ellos y a todos los presentes, les aseguró Francisco su solidaridad en la iniciativa de “garantizar la protección jurídica del embrión, tutelando a todos los seres humanos desde el primer momento de su existencia”.

“Ecumenismo del sufrimiento”

Otro importante acto de la semana fue el encuentro entre el obispo de Roma y el papa de Alejandría y patriarca de la sede de San Marcos, Tawadros II, máxima autoridad de la Iglesia copta ortodoxa de Egipto, que cuenta con unos diez millones de fieles. La cita era la mejor fórmula para conmemorar los 40 años de la reunión que mantuvieron en mayo de 1973 Pablo VI y Su Santidad el papa Shenouda III, recientemente fallecido.

Tawadros II, que durante los cinco días de su estancia en la Ciudad Eterna ha recorrido sus monumentos y basílicas más importantes, fue recibido en audiencia privada por el Pontífice romano el viernes 10 de mayo. En su discurso, Bergoglio se refirió al “ecumenismo del sufrimiento” (como titulaba en su edición L’Osservatore Romano), afirmando que, “si un miembro sufre, todos los miembros del cuerpo sufren. Esta es una ley de la vida cristiana y, en este sentido, podemos decir que existe también un ecumenismo del sufrimiento; como la sangre de los mártires ha sido semilla de fuerza y de fertilidad de la Iglesia, del mismo modo, el compartir los sufrimientos cotidianos puede transformarse en un eficaz instrumento de unidad”.

No dejó de agradecer al patriarca copto ortodoxo que hubiese querido estar presente en la ceremonia de toma de posesión del patriarca de la Iglesia católica en Egipto, Su Santidad Ibrahim Isak, así como por haber instituido un Consejo de Iglesias de Egipto.

religiosas de la UISG en la audiencia general con el papa Francisco

Una castidad “fecunda”

En otro orden de cosas, me atrevo a apostar que pocas frases de este Papa hayan obtenido mayor eco en la opinión mundial que la que dirigió a las 800 superioras generales que asistían en Roma a la reunión de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG). Recibiéndolas en el Aula Pablo VI, el miércoles 8 de mayo, les dijo tal que así: “La mujer consagrada es madre, debe ser madre, no una solterona”.

Es una prueba más del estilo tan personal de este Pontífice. Como aquella que se produjo al presentar a las participantes al nuevo secretario de la Congregación para la Vida Religiosa, el franciscano español José Rodríguez Carballo, cuando les dijo, del modo más coloquial: “¡Se llama Pepe!”.

Después, hablándoles del voto de castidad que hacen las religiosas, afirmó que este, “por el Reino de los Cielos, muestra cómo la afectividad tiene su puesto en la libertad madura, y se convierte en un signo del mundo futuro para hacer resplandecer siempre el primado de Dios. Pero, por favor, una castidad ‘fecunda’, una castidad que genera hijos espirituales en la Iglesia”. Y ahí fue donde encajó la frase en cuestión.

Más adelante, les recalcó a las 800 religiosas presentes la idea de la autoridad como servicio, y lamentó “el daño que causan al Pueblo de Dios los hombres y las mujeres de la Iglesia que son carreristas, trepas, que ‘usan’ al pueblo, a la Iglesia, a los hermanos y hermanas como trampolín de sus propios intereses y ambiciones personales”.

En el nº 2.848 de Vida Nueva.

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