Andrés Torres Queiruga: “También el magisterio de los teólogos proclama la fe”

Entrevista con el teólogo tras la Notificación de Doctrina de la Fe

Andrés Torres Queiruga, teólogo gallego y profesor

JOSÉ LORENZO | El 30 de marzo, la Comisión Episcopal de Doctrina de la Fe hizo pública una Notificación sobre algunas obras del profesor Andrés Torres Queiruga con la finalidad de “salvaguardar aspectos esenciales de la doctrina de la Iglesia para evitar la confusión en el Pueblo de Dios y contribuir al fortalecimiento de su vida cristiana”.

El escrito de la Comisión de Doctrina de la Fe, de diez folios, tras “ofrecer una clarificación” sobre algunos aspectos del pensamiento del teólogo gallego (relativos a la Revelación, al diálogo con las religiones y a la Resurrección), acaba mostrando su esperanza de que Queiruga “siga clarificando su pensamiento y lo ponga en plena consonancia con la tradición de la fe autorizadamente enseñada por el Magisterio de la Iglesia”.

– Tras una dilatada carrera dedicada a la investigación teológica, con reconocimiento nacional e internacional, ¿cómo asume un teólogo una nota de Doctrina de la Fe?

– Con una doble preocupación. Personal, porque ve cuestionado públicamente un trabajo de más de cuarenta años, hecho con amor, apertura al diálogo, espíritu fraterno y ánimo de servicio a la comprensión y vivencia de la fe. Y eclesial, porque, una vez más –sin diálogo previo y sin esa “benevolencia inicial” que, como teólogo, pedía el mismo Papa–, aparece un estilo excluyente que tanto daño ha hecho y sigue haciendo a la credibilidad pública de la Iglesia.

“El hecho de la notificación tiene
más influjo público que su contenido.
Si, además, la ‘clarificación’ es ella misma confusa,
eso sí que induce a desorientación entre los fieles”.

– La nota no es una condena, sino una “clarificación” sobre algunos aspectos de su pensamiento. ¿Cree que le queda clara al resto de la comunidad cristiana esta distinción, o que toda su obra queda, en cierta medida, estigmatizada?

– En estos casos, y tratándose de una institución importante, el hecho de la notificación tiene más influjo público que su contenido. Si, además, la “clarificación” es ella misma confusa, sin distinguir con cuidado entre fe y teología, entre magisterio ordinario y extraordinario, entre la función del teólogo y la del obispo, eso sí que induce a desorientación entre los fieles. Con una consecuencia terrible: que, subjetivamente, lleva a reforzar el dogmatismo y la pereza de los que, sin necesidad de estudiar ni de informarse a fondo, se sienten autorizados a juzgar y condenar; y, objetivamente, fomenta la calumnia en materia muy grave –y digo “calumnia” en sentido literal–, propalando, por ejemplo, que un teólogo niega la fe en la resurrección porque –después de aclararla y confesarla expresamente– ofrece una explicación teológica distinta de la que están acostumbrados a oír en un lenguaje catequético o de predicación.

Un breve encuentro

– ¿Expuso sus apreciaciones durante el “diálogo extenso y detenido” que mantuvieron con usted?

– Este es, acaso, el punto eclesialmente más grave y fraternalmente más incomprensible. Desde el año 1998 en que, según se me ha informado ahora, empezó el procedimiento, hasta el 27 de febrero de 2012, no ha habido diálogo de ningún tipo. Y lo que ha habido ese día fue un encuentro de unas dos horas, con cambio de impresiones y algunas aclaraciones sobre determinados puntos. Me alegra poder decir que tuvo un tono cordial, igual que me apena tener que manifestar mi asombro de que en el documento se hable de “un diálogo extenso y detenido con el Autor”, o que en comunicación oficial se me haya dicho que en él “descubrimos que algunas de sus propuestas teológicas son incompatibles con la fe de la Iglesia católica, tal como esta ha sido legítimamente formulada por su Magisterio auténtico”, sin aclarar si “ordinario” o “infalible”, cuando allí quedó claro –con expresa manifestación del teólogo invitado– que todo lo discutido entraba dentro del legítimo pluralismo teológico. Por cierto, eso refleja la misma extraña facilidad con la que repetidas veces se habla en la Notificación de incompatibilidad, contrariedad o distorsión de “la fe de la Iglesia”, en materias claramente abiertas a la discusión teológica.

“En la práctica, la autoridad pastoral
ha realizado una fuerte absorción
de la autoridad teológica,
para daño de la Iglesia”.

– Recientemente, la Comisión Teológica Internacional, en el documento Teología hoy, señala que “el magisterio eclesial proclama la fe y la interpreta de manera auténtica”. ¿Qué le queda entonces al teólogo?

– El documento, en cualquier caso, es mucho más moderado que el otro anterior acerca de “la vocación eclesial del teólogo”. En ambos se reconoce, en principio, la originalidad específica del servicio teológico, o como decía santo Tomás, del “magisterio de la cátedra magistral”, que no se deriva de, sino que se coordina con el “magisterio de la cátedra pastoral”. Pero en la práctica, sobre todo a partir del siglo XIX, la autoridad pastoral ha realizado una fuerte absorción de la teológica, para daño de la Iglesia. La frase citada es verdadera, con tal de que no se aísle y absolutice, como desgraciadamente tiende a hacerse. A su lado, en colaboración mutua, ateniéndose a su peculiar servicio y manteniendo su legalidad específica, hay que decir que también el magisterio de los teólogos “proclama la fe y la interpreta de manera auténtica”.

En el nº 2.797 de Vida Nueva. Entrevista con Andrés Torres Queiruga, íntegra solo para suscriptores

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