El viaje desde la acogida a la Comunión

Un desafío para la Iglesia y su pastoral migratoria

JOSÉ LUIS PINILLA MARTÍN, SJ. Director del secretariado de la comisión episcopal de migraciones de la CEE | La crisis actual se deja sentir hasta en el número de inmigrantes que llegan a nuestro país, pero las costas españolas han vuelto a ser durante este verano el destino de no pocas pateras con decenas de subsaharianos en busca de una vida más digna. En su huida desesperada, tras una dramática e incierta travesía, irrumpen en las sociedades europeas poniendo a prueba sus mecanismos de integración y la propia convivencia entre dos mundos bien diversos. También para la Iglesia, su presencia supone todo un desafío.

De los afanes y logros vividos en este campo dan cuenta las páginas que siguen, ilustrativas del viaje emprendido por la Pastoral de Migraciones española desde la acogida a la Comunión. Porque en cada uno de esos inmigrantes, en sus rostros e historias, “el Señor sale en el camino a nuestro encuentro y nos habla”.

“La vida cristiana / es un viaje. / Por eso no esperes / una gran fuerza / antes de partir, / pues la inmovilidad / te debilitaría más. / No esperes ver muy claro / antes de empezar; / uno tiene que caminar / hacia la luz”.

El viaje

Imaginemos a los inmigrantes provenientes del norte de África en los momentos previos al comienzo  de sus largos viajes (a pie, en patera o en buques destartalados, escondidos o abiertamente protegidos por las mafias de turno…). Con miedo, pero decididos porque “quieren caminar hacia la luz”. Quizás hacia la luz de plástico del Norte que desean, o quizás huyendo de los estallidos “luminosos” de las mil bombas actuales (las de la miseria  y las otras) que les impiden ver la luna en sus hogares de origen.

Probablemente, no exista otra imagen más sugestiva para definir la aventura humana que la que se asoma en la convicción, tantas veces expresada por los filósofos y los poetas, de que la vida –toda vida– es camino. Es esta una expresión que apresa el concepto de vivir en lo que tiene de más dinámico y creativo: el afán por seguir, por avanzar.

Vamos a hablar de un viaje: el que va de la pastoral de acogida a la pastoral de la Comunión, partiendo de una profunda convicción: “A través del rostro de los inmigrantes y de las situaciones de sus vidas, el Señor sale en el camino a nuestro encuentro y nos habla”.

Al lado de esos millones de personas que han hecho ya el camino, hemos de ver a quienes esperan todavía la ocasión de hacerlo, ya sea bajo el amparo de las leyes, ya sea por las vías desprotegidas de la clandestinidad, bien porque les obliga a ello la necesidad, bien porque les anima un legítimo deseo de mayor prosperidad.

El diálogo, la comunicación y los gestos son los componentes de la comunión a la que aspiramos tanto autóctonos como extranjeros una vez que hemos empezado a digerir la acogida generosa a una inmigración, rápidamente sobrevenida, numerosísima, plural, variada…

Piedras en el camino

Y mientras tanto, nos vamos defendiendo de las oleadas peligrosas que “ante la situación actual de crisis pueden hacer surgir actitudes racistas y xenófobas cuando a los emigrantes –víctimas y no generadores de la misma– se les pueda considerar como una amenaza”, reto del que advierte con frecuencia monseñor Ciriaco Benavente, presidente de la Comisión Episcopal de Migraciones.

Quizás, esas actitudes son más peligrosas que las que se baten sobre las débiles pateras y, probablemente, sean las generadoras de políticas europeas muy defensivas con sus centros de internamiento temporal –que para muchos cristianos son innecesarios–, en donde no pocos ven una excepcionalidad jurídica tan extraordinaria que quizás sea incompatible con el Estado de Derecho, y cuyos efectos negativos hay que paliar reduciendo al mínimo en su aplicación el régimen sancionador del plazo ampliado del internamiento de las personas inmigrantes “sin papeles”; sin olvidar, además, el necesario servicio religioso en dichos centros. Pues lo exige el derecho fundamental de libertad religiosa.

Esta y otras medidas, como la reducción del Acuerdo de Schengen, pueden rebajar las expectativas favorables que señalaba el Informe sobre las Políticas de la Unión Europea en relación a la Integración de Inmigrantes en su referencia a España.

España cuenta con políticas para la integración ligeramente favorables. Pese a los recortes, el Gobierno ha mantenido levemente un compromiso a largo plazo en favor de la integración, aunque aún existen grandes lagunas: el derecho de sufragio y los organismos para la igualdad siguen siendo ineficaces, hay carencias en las vías para la obtención de la ciudadanía. Y es muy necesario el consenso entre las diferentes Comunidades Autónomas en la atención migratoria, pues se puede llegar a casos verdaderamente injustos entre comunidades (por ejemplo, requisitos para el llamado “esfuerzo de integración”) o la confusión por la falta de claridad de una normativa conjunta.

Y, sobre todo, lo que es urgentísimo evitar de manera radical son denuncias tales como las que señalaba Cáritas en su último informe, cuando recuerda que “no es bueno ni conveniente” que se realicen controles de “identificación selectiva” que, por tanto, son “discriminatorios” y que “reflejan una política migratoria preocupada por lanzar un mensaje a la sociedad española de control de la migración irregular y de eficacia en la expulsión, visibilizando al migrante en situación irregular como un presunto delincuente”.

Es necesario ir creciendo socialmente en la capacidad que tiene la misma sociedad para articular la convivencia de sus miembros, respetando las diversas identidades y culturas, sobre el respeto común a la Constitución y a la ley por parte de todos. Pero sin extralimitarse tampoco en el derecho de protección de fronteras, pues, a veces, parece que las queremos colocar mucho más al sur, donde los prismáticos de “largo alcance” apuntan a divisar sospechas cuando se mezclan las políticas de cooperación al desarrollo y las de la seguridad.

O cuando con prismáticos de corto alcance se alude, por la ganancia de un puñado inmediatista de votos, a la utilización de palabras como “invasión”, “avalancha migratoria” (¿qué dirán cuando los volvamos a necesitar?).

Pliego íntegro, en el nº 2.769 de Vida Nueva.

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