Miles de personas saludan el nacimiento de Sudán del Sur

“Será uno de los países más pobres del mundo”, advierte la Santa Sede

El nuevo presidente sursudanés Salva Kiir Mayardit (izq.) y su homólogo del Norte, Omar el-Bashir, el 9 de julio

ALBERTO EISMAN | La medianoche del 9 de julio de 2011, al ritmo de campanas y de tambores tradicionales, marcó un hito histórico en la historia de África, cuando la República de Sudán del Sur se convirtió en su Estado más joven. El ambiente, tal como lo han narrado diversos observadores y periodistas, fue más allá de lo indescriptible durante toda la noche y alcanzó su clímax en la celebración oficial que tuvo lugar junto al mausoleo del Dr. John Garang, antiguo líder del Movimiento Popular de Liberación de Sudán, partido hoy en el poder en la mitad meridional del país. [Siga aquí si no es suscriptor]

Durante esta celebración, en la que estuvieron presentes el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon; el antiguo secretario de Estado norteamericano, Colin Powell; y el presidente sudanés, Omar el-Bashir, junto con otros 30 líderes africanos, se reunió una gran multitud que blandía en sus manos los colores de la nueva bandera. En el momento principal, el presidente del parlamento sursudanés, James Wani Igga, leyó el decreto fundacional del Estado, y minutos después, Salva Kiir Mayardit juraba su cargo y tomaba posesión como nuevo presidente del recién nacido país.

Siguiendo su carácter conciliador y para marcar el principio de una nueva era, el presidente Kiir anunció inmediatamente una amnistía general (que incluye a líderes de pequeños grupos armados que se han rebelado contra él) y, en un mensaje sin duda dirigido a su homólogo del Norte, anunciaba que daría la ciudadanía a los sudaneses del Norte que la pidieran (el gobierno de Jartúm, mientras tanto, ha dispuesto la expulsión de todos los funcionarios y miembros de las fuerzas armadas originarios del Sur, igual que a los trabajadores del Sur sin permiso de empleo).

Al mismo tiempo, el presidente Kiir quiso solidarizarse en su mensaje con otras regiones sudanesas que están viviendo momentos cruciales y llenos de violencia, tales como Darfur y las Montañas Nuba, insistiendo en que Sudán del Sur no las dejará abandonadas.

Para muchas de las personas que han podido experimentar esta jornada histórica, era de justicia recordar también a los millones de personas que han muerto víctimas de los largos años de guerra (1955-1973 y 1983-2005) y a los más de cuatro millones que tuvieron que dejar su país y sus tierras ancestrales. Como ha expresado el arzobispo de Juba, Paulino Lukudu, “nunca antes hemos tenido nuestro propio país”, dando a entender que la antigua coyuntura de un Sudán unido no era equitativa para con los ciudadanos del país, ya que discriminaba según el origen o el color de la piel.

Despliegue de la ONU

Mientras todo esto ocurría en Juba (la capital sureña), Jartúm vivía una jornada marcada por la apatía y un cierto abatimiento en lo que venía a ser una derrota para las posiciones gubernamentales que durante años, a base de llamar repetidamente a la yihad y enviar efectivos militares “para salvaguardar la integridad del país”, intentaron mantener por la fuerza el statu quo del país. Las Naciones Unidas, por su parte, acaban de aprobar el despliegue de 7.000 cascos azules en Sudán del Sur.

Por otro lado, el jefe de la Oficina de Prensa del Vaticano, P. Federico Lombardi, manifestó la solidaridad y el apoyo de la Santa Sede al naciente Estado, el cual “será uno de los países más pobres del mundo, deberá afrontar problemas muy difíciles para su unidad interna, pero sus habitantes anhelan –y todos nosotros con ellos– poder construir un futuro de libertad y de paz”.

El portavoz vaticano señalaba que el país “necesita una solidaridad internacional y eclesial concreta y firme para poder florecer”. La delegación papal enviada a la ceremonia de independencia estaba presidida por el cardenal de Nairobi, John Njue.

Cuestiones pendientes

El nuevo país (que tiene 619.145 km², una superficie como la de la Península Ibérica) se enfrenta a grandes desafíos. El 84% de la población femenina es analfabeta, la mortalidad maternal es una de las mayores del mundo, las infraestructuras son casi inexistentes y la corrupción corroe los fundamentos de las administraciones locales y regionales.

Además, todavía hay demasiadas preguntas candentes en lo relativo a la situación de paz y de seguridad con el vecino del Norte, especialmente en zonas en conflicto como la ciudad de Abyei y las Montañas Nuba y en otras áreas donde todavía no se ha definido de manera definitiva la frontera física entre los dos países.

En el nº 2.762 de Vida Nueva.

INFORMACIÓN RELACIONADA

Compartir