Disección de un asesinato

La figura de Hipatia de Alejandría, a la luz de los testimonios históricos, no coincide con la idealizada por la Ilustración

Escuela de Atenas

'La escuela de Atenas', de Raffaello Sanzio (1509)

(Juan Carlos Rodríguez) Si se pregunta quién era Hipatia, la respuesta probable será: “Una filósofa pagana, joven y hermosa, que en el año 415 fue despedazada por monjes (o, de manera más general, por cristianos) en Alejandría”. Es la leyenda de Hipatia, asentada en los textos literarios e historicistas. Pero en apenas ninguna fuente antigua.

HipatiaLa imagen de Hipatia como víctima inocente del fanatismo cristiano y su asesinato como fin de la ciencia y la filosofía hasta el Renacimiento, no es unánime ni, en muchos aspectos, cierta. Hipatia aparece por primera vez en la literatura europea en el s. XVIII. Su figura, su símbolo, renace con la Ilustración. Por tanto, está en el contexto de un enfrentamiento ideológico: la razón contra la fe. Lo único indudable es que, gracias a aportaciones académicas, como la de Maria Dzielska, catedrática de Historia Romana Antigua en la Universidad Jagelónica de Cracovia, Hipatia de Alejandría fue salvajemente asesinada y que también su memoria, reconstruida y manipulada, ha sido usada desde el s. XVIII según conviene: el protestante contra el papista, el arriano contra el católico, el teósofo ilustrado contra el dogmático, el ateo contra la religión, el feminismo contra el machismo, el paganismo contra el cristianismo, la castidad frente al libertinaje, el cristianismo frente a sus críticos.

La “hipatitis” –según Luis Manuel Ruiz, autor de Tormenta sobre Alejadría (Alfaguara)– que ha contagiado a la industria editorial –hay una veintena de novedades, la mayoría novelas históricas– a raíz del estreno de Ágora, la película de Alejandro Amenábar, requiere, al menos, una aproximación al personaje de Hipatia, que protagoniza Rachel Weisz en esta cinta. Sobre todo, bajo el prisma de que Amenábar también ha caído bajo el hechizo de la leyenda.

Hipatia-2Leyenda si seguimos a Dzielska en su obsesión por situar cada una de sus afirmaciones en un territorio de verdad histórica y en una búsqueda incesante de fuentes. “Embellecida artísticamente, distorsionada por emociones y prejuicios ideológicos –afirma–, la leyenda, que disfrutó de amplia popularidad durante siglos y dificultó los esfuerzos de los estudiosos para presentar de manera imparcial la vida de Hipatia, todavía persiste en la actualidad”.

Múltiples versiones

R. Buenaventura, P. Gálvez, E. Vaquerizo, J. Á. Martos, O. García, G. Díaz, P. Pedraza, R. Galí, J. Calvo Poyato o C. Martínez Maza son algunos de los autores españoles que publican sus propias visiones, mayoritariamente de ficción –incluso de ciencia-ficción–, en torno a la figura de Hipatia “ilustrada”. Es John Toland quien primero la cita en 1720 –en un relato de título evidente: Hipatia o la historia de una dama de gran belleza, virtud y sabiduría, competente en todo, que fue descuartizada por el clero de Alejandría para satisfacer el orgullo, la envidia y la crueldad del arzobispo, a quien se conoce, de manera universal, aunque inmerecida, como san Cirilo–, y será Voltaire quien, según Dzielska, “explota la figura de Hipatia para manifestar la repugnancia que le inspiran la Iglesia y la religión revelada”. Hipatia es asesinada, para Voltaire, “porque cree en los dioses helenos, las leyes de la naturaleza racional y la capacidad de la mente humana liberada de dogmas impuestos” y la eleva a símbolo del “martirio de genios y esclavización del espíritu”. Según deja dicho Dzielska en Hipatia de Alejandría (Siruela), “las versiones reduccionistas de Toland y Voltaire sobre Hipatia marcan la génesis de una leyenda que mezcla verdad y falsedad”. Aunque será Edward Gibbon quién elabora la leyenda de Hipatia al uso.

Hipatia-3En la Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, Gibbon culpa a Cirilo de todos los conflictos de la Alejandría de comienzos del s. V, incluido el asesinato de una Hipatia “en la plenitud de la belleza y en la madurez de la sabiduría”. Una afirmación cuyas fuentes Dzielska ha buscado sin éxito, dado que lo más probable es que Hipatia naciera en el año 355 y muriera con 60 años. De su retrato como “mujer extraordinaria, erudita y filósofa de Alejandría” no hay dudas; incluso parece que algunas obras atribuidas a su padre, Teón, fueron escritas por ella, al menos los comentarios del Almagesto de Tolomeo. Otra cosa es el simbolismo de su muerte. “La representación del ‘crimen de Alejandría’ que hace Gibbon encaja perfectamente con la teoría según la cual la consolidación del cristianismo es la causa principal de la caída de la antigua civilización. El historiador inglés utiliza las circunstancias de la vida de Hipatia para documentar esta tesis y mostrar las diferencias entre el mundo antiguo y el nuevo: razón y cultura espiritual (Hipatia) frente a dogmatismo y ausencia brutal de compostura (Cirilo y el cristianismo)”.

De ahí, la literatura ilustrada prosiguió su juicio del cristianismo como encarnación de los males de la Humanidad. En Francia, Leconte de Lisle describe a Hipatia como “el espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita”, mientras que, en Inglaterra, Charles Kingsley hace una novela romántica, Hipatia o los nuevos enemigos con rostro antiguo (1853), plagiada desde entonces con denuedo. Ambos son los que acaban por construir una imagen de Hipatia distorsionada que ha llegado a nuestros días, al describirla con algunos rasgos, sobre todo, siguiendo de nuevo a Dzielska: “Un odio feroz al cristianismo y una obstinación volteriana en lugar de la benignidad neoplatónica”. Porque la verdad es que “esta ‘víctima de la razón’: también busca a Dios a través de la revelación religiosa. Por encima de todo, Hipatia es testaruda, posee una gran delicadeza moral y defiende el ascetismo tanto como los cristianos dogmáticos que Voltaire y otros presentan como implacables enemigos de ‘la verdad y el progreso’”.

Hipatia-4De hecho, los intentos de interpretar la muerte de Hipatia en términos de rivalidad entre los cristianos, como hace Mario Luzi en Italia, está más cerca de la verdad, según la historiadora polaca, que un antagonismo entre paganismo y cristianismo, asumida por Gibbon para atacar a san Cirilo como instigador y brazo ejecutor del asesinato. Al menos, según lo que narra Damascio en la Vida de Isidoro, texto rescatado en el s. X en la Suda, la enciclopedia que los ilustrados tomaron como ejemplo. La primera referencia histórica a los hechos es de Sócrates Escolástico y su historia de la Iglesia del s. V, para quien, bajo la luz de Dzielska, el contexto de la muerte de Hipatia es una batalla de poder entre Iglesia y Estado, y no una confrontación entre fieles y paganos. Cirilo, “ambicioso obispo que no dudó en movilizar todas las fuerzas posibles para consolidar su posición de privilegio”, como le retrata Celia Martínez Maza, se encontró con la oposición del prefecto Orestes, representante de la administración imperial, y también alumno de Hipatia. “Hay que recordar que Orestes era cristiano”, según Martínez Maza. Muchos alumnos de Hipatia lo eran. El más conocido, Sinesio de Cirene, que llegó a ser obispo, calificaba a su maestra como su “guía divina”. Hipatia comenzó a ser vista por los seguidores de Cirilo, “como el león en el camino de la reconciliación entre el obispo y el prefecto”. Y de ese “complot político” fue víctima. El argumento de Dzielska se ahonda a la luz de las cartas de Sinesio, único testimonio del pensamiento de Hipatia que ha llegado a nuestros días. Él narra cómo descubrió en el neoplatonismo de su maestra una manera de reconciliar la filosofía griega y pagana con el cristianismo, pues también estipulaba una dimensión eterna y espiritual del mundo y del ser humano.

En la segunda mitad del s. XIX, Hipatia ya está en donde la reencontramos ahora: convertida en bandera anticatólica, según la idea de que el catolicismo frenó el desarrollo de la ciencia, como hace Bertrand Russell, o en los muchos usos de que ha sido objeto, según Dzielska. La cuestión es que la mayoría de las novelas contemporáneas enfrentan el espíritu griego y la ciencia antigua contra el dogmatismo religioso, encarnado en san Cirilo. El feminismo militante ha expuesto a Hipatia como una muestra de todas las virtudes de la mujer sabia, sepultadas por el patriarcado dominante. Incluso se ha llegado a colocar a Hipatia al frente de la Biblioteca de Alejandría, confabulando su incendio –ocurrido 25 años antes– y el asesinato de la filósofa con un mismo significado: el fin de la sabiduría, la hecatombe de la mujer y de los libros.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.679 de Vida Nueva.

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