América Latina se rearma

Soldado-armado(Pablo Romo Cedano) En tanto el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, en la sede de las Naciones Unidas el  24 de septiembre unía las voces de todas las naciones para iniciar un proceso de no proliferación de armas nucleares en un hecho histórico para el mundo, muchas naciones de América Latina y el Caribe se arman como nunca y realizan ejercicios militares como si se prepararan para una inminente guerra.

Soldados-por-la-calleEn efecto, el presidente de la nación con más armas atómicas del mundo hizo un llamado, respaldado por todo el Consejo de Seguridad, para crear “un mundo sin armas nucleares” y reforzar el Tratado de No Proliferación Nuclear y de ensayos atómicos.

Unos días antes, Venezuela cerraba un contrato para comprar submarinos, tanques, helicópteros y vehículos de combate a Rusia. De igual forma, Colombia aceptaba en agosto instalar siete bases militares de Estados Unidos en su territorio. Y Brasil, en lo que va de año, reimpulsó su industria de producción de armas pequeñas y ligeras con la ayuda multimillonaria de Francia. Por su parte, Nicaragua estrechó lazos militares con Rusia, y México, por primera vez en su historia, realizó maniobras militares con Estados Unidos, y planea hacerlo con Francia.

El clima político-militar en el continente es ambivalente, pues, por una parte, la política de la Casa Blanca cambia radicalmente con respecto a su antecesor en cuanto a conflictos de alta intensidad se refiere, dando un aire nuevo de esperanza y paz. Pero, por otra parte, se dan graves hechos que no anuncian la misma paz y tranquilidad. Por ejemplo, desde hacía muchos años no se veía en esta parte del hemisferio que un país bombardeara a otro, como sucedió el 11 de marzo de 2008, cuando Colombia bombardeó territorio ecuatoriano, matando a 16 personas y generando una tensión internacional pocas veces vista entre esos países, que desembocó en la ruptura de relaciones diplomáticas. En México se ve hoy con bastante normalidad que tropas del Ejército tomen posesión de espacios reservados desde hace decenas de años a los civiles. Otras gravísimas tensiones las vive Honduras, que padece un golpe de Estado, soportado con las fuerzas militares, en unos hechos que parecían pasados de moda. Chile, como nunca en su vida democrática, invierte millones de dólares en armarse.

Este clima se traduce en un aumento de ventas en el mercado de las armas, sin importar la crisis financiera o la económica. Muchos se cuestionan si estas tensiones no se generan justamente para favorecer este mercado, sabiendo que es el primer negocio en volumen y monto del mundo. ¿Habrá algo más detrás de estas tensiones que explotan aquí y allá y translucen una frágil paz?

Brasil, a la cabeza

Soldados-en-jeepSegún el Instituto de Investigación para la Paz Internacional de Estocolmo (SIPRI), una autoridad en el estudio del gasto militar, los presupuestos de defensa de los países de América Central y del Sur pasaron de 29.100 millones de dólares en 2003 a 39.600 en 2008. Esto es, un 36% más en cinco años, lo que le da el primer lugar mundial en aumento del gasto militar. Brasil ha sido el país que más ha gastado. De hecho, entre los años 2003 y 2008, la participación de Centro y Suramérica en la inversión global en defensa (léase militarización) pasó del 2,87% al 3,23% del PIB. Y en el caso de Colombia, llegó al 4%.

Hay que señalar que no hablamos de todos los países de la región, pues hay quienes han reducido drásticamente sus gastos militares en los últimos 25 años, como Argentina y Perú, y otros que no tienen ejército, como Costa Rica, Panamá, Barbados, Dominica, Granada, Haití, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas. En tanto que Chile, Brasil Colombia, Venezuela, El Salvador, Nicaragua y México han elevado sus presupuestos bélicos muy notablemente, a veces en detrimento de presupuestos sociales.

Según el SIPRI, el gasto militar global en 2008 totalizó 1.464 mil millones de dólares. Esto representa un incremento del 45% desde 1999. La cifra es alarmante, si se agrega que el gasto militar representó aproximadamente el 2,4% del PIB global en 2008. ¿Por qué estos incrementos? ¿qué esperan las naciones que suceda? ¿no se acabó ya la Guerra Fría? ¿qué guerra esperamos?

Las guerras no llegan de la nada, se hacen en función de la ambición y la búsqueda de apoderarse de lo ajeno. La historia de la humanidad ha padecido una y otra vez este flagelo, que si bien en ocasiones se encubre con eufemismos, la base que lo sustenta es la codicia. La encíclica Caritas in veritate, de Benedicto XVI, señala claramente uno de los orígenes que, quizá, está haciendo que los países de la región se estén armando: “El acaparamiento de los recursos, especialmente del agua, puede provocar graves conflictos entre las poblaciones afectadas. Un acuerdo pacífico sobre el uso de los recursos puede salvaguardar la naturaleza y, al mismo tiempo, el bienestar de las sociedades interesadas” (51).

Soldado-en-A-LatinaLlama la atención que los países que más se están armando son los que más biodiversidad, petróleo y recursos naturales tienen, como Brasil, Venezuela, México, Colombia y Chile. Y en menor medida Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Luego no es descabellado pensar que la ecuación armamento y riquezas naturales pueden ser la misma, y si a ello añadimos conflictividad social, parece que estos términos coinciden, como lo sugiere la última encíclica del Papa.

Militarización

Ana Esther Ceseña, directora del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, señala en investigaciones recien- tes que no es tan cierto eso de “nuevos aires para la paz” por parte de los Estados Unidos, pues “la militarización es creciente en el continente y existen tratados comerciales con países latinoamericanos que implican necesariamente la implementación de medidas de militarización local o con la presencia directa de tropas norteamericanas”. Así, por ejemplo, cita que el Plan Mérida, firmado entre los Estados Unidos y México, implica no sólo ayuda en materia logística para combatir al narcotráfico, sino también, y claramente, una intervención directa en la frontera sur de México por parte de asesores, satélites y sofisticados detectores para espiar mensajes de Internet y equipos humanos para impedir el flujo migratorio hacia su territorio, así como para la detección de “grupos subversivos” o “terroristas” en la región. De igual forma, ese Plan aporta cuantiosos recursos para el adiestramiento del ejército mexicano en escuelas militares.

Cabe señalar que estas escuelas de Estados Unidos han sido constantemente señaladas como lugares donde se aprende a torturar y violar los derechos humanos. Han pasado ya muchos años del fin de la Guerra Fría, pero el entrenamiento que se hace es prácticamente el mismo que en tiempos de las dictaduras. Roy Bourgeois, religioso de Maryknoll, fundó hace tiempo un observatorio para monitorear de cerca estas escuelas, particularmente la que se encuentra en Georgia, y desde ahí hace una gran labor de concientización al pueblo norteamericano de las consecuencias de este tipo de escuelas militares en América Latina y el Caribe. En el sitio de su famoso “Observatorio de la Escuela de Las Américas” (http://soaw.org), él describe este centro como una “escuela de asesinos”: “Cientos de miles de latinoamericanos han sido torturados, violados, asesinados, desaparecidos, masacrados y obligados a refugiarse por soldados y oficiales entrenados en esa Escuela. Los egresados de la Escuela de las Américas persiguen a los educadores, organizadores de sindicatos, trabajadores religiosos, líderes estudiantiles, y a los pobres y campesinos que luchan por los derechos de los damnificados”. Y añade: “A lo largo de sus más de sesenta años de existencia, la Escuela de las Américas ha entrenado a más de 61.000 soldados latinoamericanos en cursos como técnicas de combate, tácticas de comando, inteligencia militar, y técnicas de tortura. Estos graduados han dejado un largo rastro de sangre y sufrimiento en los países donde han regresado”. El P. Bourgeois concluye: “Hoy día, la Escuela de las Américas entrena a casi mil soldados y policía cada año”. Y no le sobra razón al religioso, pues el cartel mexicano “los Zetas” son ex militares mexicanos y guatemaltecos entrenados en esas escuelas en técnicas “contra criminales” y “contrainsurgentes”, y son hoy el cartel más criminal del país.

Soldado-en-supermercadoPor su parte, el general José Francisco Gallardo, experto mexicano en geopolítica, afirma que el Comando Sur de Estados Unidos, encargado de la vigilancia de América Latina y el Caribe, ha formado planes regionales de control muy cercanos a los convenios comerciales. “El Plan Puebla Panamá –asegura– es una réplica del Plan Colombia y de los planes diseñados para el Cono Sur del hemisferio. De lo que se trata es de crear tratados comerciales que permitan el flujo de los recursos naturales, del Sur al Norte, al tiempo que se militarizan las regiones susceptibles de protestas sociales que lo impidan”.

En esto coincide con Caritas in veritate, que afirma que “la acumulación de recursos naturales, que en muchos casos se encuentran precisamente en países pobres, causa explotación y conflictos frecuentes entre las naciones y en su interior. Dichos conflictos se producen con frecuencia precisamente en el territorio de esos países, con graves consecuencias de muertes, destrucción y mayor degradación aún. La comunidad internacional tiene el deber imprescindible de encontrar los modos institucionales para ordenar el aprovechamiento de los recursos no renovables, con la participación también de los países pobres, y planificar así conjuntamente el futuro” (47).

Habrá que añadir a esto que no sólo en los países pobres, sino en las regiones pobres, particularmente en nuestro continente, poblado por pueblos indios. Es decir, los conflictos que vemos constantemente en Perú, Guatemala, Argentina, México, etc., tienen protagonistas indígenas, pues ellos habitan en regiones ricas en recursos naturales aún no devastadas que son codicia de las grandes compañías y objeto de los megaproyectos.

Armas que más matan

Los grandes países lo saben –particularmente los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea–, que implementan con gran energía su presencia militar y empresarial en zonas ricas en recursos no renovables, como el petróleo, y atacan a quienes no se alinean a esta estrategia. Una muestra de ello son las bases militares ubicadas estratégicamente a lo largo del hemisferio.

Soldado-descansandoPero las armas que matan más latinoamericanos actualmente no son las grandes armas, los aviones o los submarinos, ni tampoco las bombas nucleares, que en Latinoamérica están prohibidas gracias al Tratado de Tlatelolco (1967), sino las pequeñas armas y las armas ligeras.

Éstas circulan por todo el continente con una facilidad asombrosa. De hecho, el mundo entero está inundado de armas pequeñas y ligeras, que suman casi 500 millones, es decir, un arma por cada 12 personas. Según un informe de Naciones Unidas, cada año ingresan al mercado entre 7,5 y 8 millones de pequeñas armas. Éstas son fáciles de comprar en todo el continente: en algunos lugares, puede comprarse un fusil de asalto AK-47 por sólo 15 dólares o, tal vez, por unos kilos de marihuana. También son fáciles de usar y mucha gente tiene entrenamiento para ello, gracias al dado hace años por las guerrillas, por paramilitares o por los propios ejércitos de los países. De hecho, en muchas naciones aún es obligatorio el servicio militar, donde aprenden los jóvenes a usar armas ligeras y pequeñas, en tanto que en Argentina, Honduras, Nicaragua, Perú y Uruguay, este servicio militar ha dejado de ser obligatorio.

Por otro lado, las pérdidas causadas por estas armas son muy grandes. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha estimado que los costos directos e indirectos de la violencia a consecuencia de las armas pequeñas están entre los 140.000 y los 170.000 millones de dólares por año en Latinoamérica solamente. La mayoría de los carteles de la droga y grupos criminales usan armas ligeras de fabricación reciente, que proceden de los Estados Unidos, Rusia, Suecia, España, Bélgica, Francia y China. Así, los gobiernos de América Latina invierten poco en desarmar a sectores de su sociedad que se han armado, y en vez de ello han incrementado sus gastos militares.

Así, la guerra no se ha declarado, pero existe. Miles de latinoamericanos mueren por la disputa de tierra, territorio y recursos naturales. Los muertos los ponen las familias pobres o empobrecidas y se confunden sus cuerpos en medio de la violencia armada. El mercado de armas crece en la medida que hay mayor resistencia y menores recursos por codiciar. Las grandes armas sólo son para disuadir a los otros de quererse apoderar de los recursos; la batalla real se da con armas ligeras, con armas pequeñas y, también, con control social.

promo@vidanueva.es

En el nº 2.678 de Vida Nueva.

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