Un san Pablo magistral con el rostro de Miguel Ángel

Benedicto XVI revela el “autorretrato” del pintor toscano en “La caída de Saulo”, uno de los magistrales frescos de la Capilla Paulina

capilla-paulina(Juan Carlos Rodríguez) La espléndida restauración de la Capilla Paulina, en el corazón del Palacio Apostólico, ha aclarado uno de los grandes secretos del arte vaticano: el rostro de san Pablo, de mirada ciega, dolorida, cansada, pero aún incesante, corresponde al pintor que lo creó: Miguel Ángel. Lo reveló Benedicto XVI durante las Vísperas con motivo de la reapertura de la capilla, tras siete años de restauración: “El rostro de Saulo -que es el del artista mismo, en ese momento viejo, inquieto y en búsqueda de la luz de la verdad- representa al ser humano necesitado de una luz superior”. Sí, en la maravillosa obra maestra de La caída de Saulo, san Pablo tiene un rostro de un hombre viejo, cercano a los setenta años, que nada tiene que ver con el de aquel, mucho más joven, sobre unos treinta años, que recibió la llamada divina. 

san-pablo-de-m-angelLa explicación transmitida por el Papa es deslumbrante: “La elección del artista nos conduce más allá del puro realismo, nos hace ir más allá de la simple narración de los hechos para introducirnos en un nivel más profundo”, el de “un ser humano necesitado de una luz superior”, de la “luz de Cristo resucitado”. Es Saulo, es Miguel Ángel, pero también todo hombre, porque, según el Papa, ése es el mensaje espiritual de la Capilla: “El prodigio de la gracia de Cristo, que transforma y renueva al hombre mediante la luz de su verdad y de su amor”. 

La caída de Saulo y La crucifixión de Pedro, los frescos pintados entre 1542 y 1550 en las paredes laterales de capilla privada de los Pontífices, antesala de la Sala Regia y de la Capilla Sixtina, son las últimas pinturas de Miguel Ángel. El director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci, recordó el esfuerzo titánico del artista al pintar estas obras maestras, cuyos resultados pueden apreciarse después de tantos siglos, más luminosos y plenos de contrastes cromáticos, tras eliminarse una “oscura tela de suciedad” y “retoques incongruentes”. 

Maestros de fe

crucifixion-s-pedroLos rostros de los dos apóstoles centran todo el protagonismo. “Para los que vienen a rezar en esta Capilla, y en primer lugar para el Papa -reconoció Benedicto XVI-, Pedro y Pablo se convierten en maestros de fe. Con su testimonio, invitan a ir a lo profundo, a meditar en silencio el misterio de la Cruz, que acompaña a la Iglesia hasta el fin de los tiempos, y a acoger la luz de la fe, gracias a la cual la Comunidad apostólica puede extender hasta los confines de la tierra la acción misionera y evangelizadora que le ha confiado Cristo resucitado”.

Miguel Ángel trabajó en la Capilla Paulina con una paciencia agotadora, por poco menos de diez años, pintando primero la Caída y luego la Crucifixión. “Tenía setenta años y muy mala salud. Había quedado desgastado por el inmenso esfuerzo del Juicio y le preocupaba el proyecto de la Cúpula de San Pedro”, según Paolucci. A su alrededor veía desaparecer su mundo. “En 1547, moría la poetisa Vittoria Colonna, la amiga y confidente -recordó-, y dos años más tarde faltó Pablo III Farnesio, su Papa”. El Papa que alcanzó el sillón de san Pedro en 1534 y que da nombre a la capilla, encargada de inmediato a Antonio de Sagallo, el joven. El Papa que pidió a Miguel Ángel que pintara sus frescos una vez cubierta la cúpula de la Capilla Sixtina. Es comprensible, a partir del relato de Paolucci, que “la gama cromática y la firmeza plástica de las figuras sean todavía las del Juicio, pero la tensión dramática y el exceso expresionista aparezcan aún más fuertes”. Tanta como cabe interpretar del estado de ánimo del pintor retratado en Saulo: “Se tiene la impresión de que el misterio de la Gracia misteriosamente ofrecida a una humanidad inmerecida, angustia el alma del artista, que vive y testimonia, como cristiano, la crisis religiosa de su época, consecuencia de la Reforma”.

Hipótesis confirmada

hombre-turbante-azulLa presencia de Miguel Ángel en los frescos de la Capilla Paulina era, hasta ahora, una hipótesis no confirmada. De hecho, la prensa de medio mundo irrumpió en la jornada previa a la inauguración de la reformada con la noticia de que el genio toscano aparecía retratado en La crucifixión de san Pedro, caracterizado como “un hombre de turbante azul”, un personaje secundario que presencia cómo el apóstol es colgado cabeza abajo en la cruz. La cuestión es que, a diferencia del rostro de san Pablo, el del “turbante azul” es, en cambio, un “joven” de apenas treinta años. Paolucci desmintió la información que desde The Times y La Republica se había extendido por la prensa internacional. “Son sólo opiniones”, dijo. “Lo digo con toda sinceridad, ese caballero con turbante azul no me parece que sea el autorretrato de Miguel Ángel, entre otras cosas, porque es demasiado joven. Cuando pintó estos frescos, el maestro tenía 70 años”. 

Claro que Paolucci entonces apenas dio pistas de lo que el Papa revelaría al día siguiente, aunque ya se extendía en Roma el rumor que la prensa había atrapado a medias: Miguel Ángel se había retratado como san Pablo, cegado por la luz del cielo y un gesto de dolor que recuerda el sufrimiento personal del pintor ya en el ocaso de su vida. Un rostro que en la medida que se iba limpiando recordaba a los restauradores al busto del artista esculpido en bronce por Giambologna e incluso a otro autorretrato, esta vez en la Pietà Bandini de la catedral de Florencia.

detalle-caida-de-s-pabloLos trabajos han sido dirigidos por Arnold Nesselrat y realizados por el equipo de restauradores de los Museos Vaticanos, que encabeza Maurizio De Luca, entre los que se encuentra el español Javier Barbasán Camacho. Costaron 3.253.196 euros, sufragados por mecenas. Y han incluido también tres obras de Lorenzo Sabatini, pintadas entre 1572 y 1585: Lapidación de san Esteban, El bautismo de san Pablo en casa de Ananía y La caída de Simón Mago. Como también otras de Federico Zuccari, pintadas entre 1580 y1585, como El bautismo del centurión Cornelio y otros episodios de la vida de san Pedro y san Pablo. Curiosamente, las obras de Sabatino y Zuccari, “mimetizadas respecto a la obra del venerado maestro”, según Paolucci, fueron las primeras obras en restaurarse. “Comenzamos por lo que no era de Miguel Ángel, es decir, por los frescos de Sabatini y de Zuccari, y las decoraciones blancas policromas y doradas. Queríamos que el nivel de limpieza de los dos murales de Miguel Ángel, reservados para el final, no contrastara con las características luminosas y cromáticas del conjunto”, señaló.

El resultado es que la Capilla y los frescos están más cerca que nunca de su esplendor original, una vez rescatada “la belleza y armonía” de estas obras maestras. Paolucci, junto al Gobernatorato del Estado de la Ciudad del Vaticano, cardenal Giovanni Lajolo, presentaron la restauración, que el Papa inauguró el día 4 en coincidencia con la conclusión del Año Paulino. Por cierto que las gasas pintadas con posterioridad, que ocultan el desnudo de san Pedro, se ha mantenido porque “la historia no da marcha atrás”, según Paolucci, que describió la restauración como “la labor más exigente que ha enfrentado el Laboratorio de Restauración de Pinturas de los Museos Vaticanos”.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.669 de Vida Nueva.

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