Asesinan en Cuba a un sacerdote español

Eduardo de la Fuente Serrano trabajaba en la Habana desde octubre de 2006 

(Araceli M. Cantero Guibert– Miami) Seis días después de la muerte violenta de uno de sus sacerdotes, la Iglesia de La Habana sigue impactada y también sus familiares en España. Representantes de la Iglesia católica cubana  y mas de mil personas despidieron el día 19 de febrero al sacerdote español Eduardo de la Fuente, asesinado el 14 de febrero en la Habana. Presidió el funeral, en la Iglesia de Santa Clara de Asis, que el sacerdote atendía, el obispo auxiliar de La Habana, Alfred Petit, acompañado del obispo español de  Cienfuegos, Domingo Oropesa, y el también obispo auxiliar de La Habana, Juan de Dios Hernández. Asistieron a la ceremonia en el barrio habanero de Lawton, el embajador y el cónsul general de España en Cuba, Manuel Cacho y Pablo Barrios, respectivamente.

El cadáver del español Eduardo de la Fuente Serrano, de 59 años, fue hallado el 14 de febrero en una zona ubicada al noroeste de la capital cubana. El informe del forense señala que “le dieron un punzonazo en el cuello que no fue mortal y lo estrangularon con una soga”. 

El cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana, desde España, expresó su “profundo pésame a los familiares, amigos y hermanos sacerdotes en la arquidiócesis de Madrid-Alcalá, a la que pertenecía”.

Pocas horas después, el padre Mariano Arroyo, español y amigo suyo, celebraba la primera misa por su eterno descanso, en la parroquia de Santa Clara en la que servía el P. Eduardo. “Impresionaba ver los rostros de la gente, de los niños y adolescentes, de los que se sentía siempre muy cercano”, comenta el párroco de la iglesia de Regla en un correo electrónico. “No sólo le conocía -añade-, sino que éramos amigos, y en parte fui yo el ‘culpable’ de su venida a Cuba”. 

Durante ocho años, Eduardo de la Fuente estuvo viajando para sustituir a sacerdotes en las vacaciones. “Al morir su madre, él se animó a integrarse en la diócesis de La Habana”, relata el P. Arroyo, quien le recuerda “trabajando muy bien, con una entrega completa. La gente estaba encantada”. Dice que “nadie se explica qué ha ocurrido”. Él mismo ha estado declarando ante la policía durante casi tres horas, y señala que “no hay tanta violencia en Cuba, al menos en comparación con otros países”, por lo que no cree “que haya sido un crimen cometido contra ‘un sacerdote’, sino el típico intento de asalto”.

Funeral y traslado

El obispo auxiliar de la zona, Alfredo Petit, por su parte, recuerda la excesiva confianza del padre Eduardo, “que montaba en su auto a cualquiera que le pidiera llevarlo o ‘darle botella’, como decimos en Cuba”, algo que “no se debe hacer”. Celebró el funeral, como vicario de la zona, el 19 de febrero, después de que se entregase a la Iglesia el cadáver del sacerdote. Los familiares desean que sus restos sean trasladados a España.

Para el secretario del Episcopado cubano y también auxiliar de La Habana, Juan de Dios Hernández, el fallecido fue “un magnifico sacerdote, sumamente entregado, disponible y preocupado por sus fieles”. Ramón Suárez Polcari, canciller del mismo arzobispado, a su vez, lo describe como “un buen sacerdote, hombre austero y reservado, que desplegó un importante trabajo pastoral. Un buen pastor que trabajó duro y con amor”. 

El padre Mario Delgado le conocía de los encuentros de sacerdotes de la zona. El lunes 9 de febrero tuvieron uno con el cardenal Ortega. “Celebramos juntos la Eucaristía, cenamos y pudimos compartir en la sobremesa; fue la última vez que le vi”, recuerda consternado. Su trato “era cordial y sereno, una persona cercana y comprensiva. Se relacionaba mucho con los otros sacerdotes españoles de Madrid que trabajan en la ciudad”. Su muerte “me patentiza -concluye- que la violencia criminal es algo que ya no veo sólo en los periódicos como noticia en un lejano país… Ahora ocurrió en mi país, en mi ciudad, en mi diócesis”.

En el nº 2.649 de Vida Nueva.

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