El arte contemporáneo esconde a Dios

ARCO arranca en Madrid mirando de reojo a la crisis económica

(Juan Carlos Rodríguez) Dios no está en el arte contemporáneo. “Si se ama el arte, más tarde o más temprano uno se topa con un hecho insólito: apenas hay arte religioso moderno en los museos o en los libros de historia del arte. Se trata de una circunstancia que es, al mismo tiempo, evidente y rara, conocida por todos y sin embargo, apenas citada”, sostiene James Elkins, catedrático de Historia del Arte del Art Institute de Chicago. Sucedía, por ejemplo, con Picasso, en el que hay epígonos católicos que han quedado ocultos. En cierto modo, en Dalí son más visibles, por lo numerosas que son sus obras de filiación religiosa, pero han quedado sumergidas, escondidas entre el resto de su producción.

El tema religioso, en Dalí, ya está presente en los años 40. Estudia la obra de Velázquez -el mismo Crucificado, que obsesiona a Saura y Francis Bacon– y la pintura religiosa del Renacimiento, del que parte su concepción místico-metafísica: Cristos, Vírgenes, motivos eucarísticos… Es un eco que se encuentra también en artistas de posguerra como Rainer, Vitullo o Mulders, incluso en contemporáneos como Gilbert & George, Eglin, Kelley, Koons, Schnabel, Serrano y Andy Warhol, que, a diferencia de sus predecesores, utilizan la iconografía religiosa, básicamente, para hacer una crítica de la espiritualidad de la sociedad actual, encarnizándose en muchos casos con el propio edificio religioso.

Porque, en cierto modo, también heredan una veta, prolongación del Accionismo Vienés, entre otros movimientos provocativos del siglo XX, en donde los iconos religiosos son tratados de forma irreverente, utilizados para mezclar sexo y arte de modo exhibicionista. Con intención blasfema y polémica, en apariencia como un modo de exorcizar frustraciones de una época, ataques a través de la deconstrucción de símbolos a una Iglesia que veían hierática. “La religión católica es de una intolerancia extrema. Condena a un castigo muy cruel a los que piensan distinto”, es la excusa que daba por ejemplo León Ferrari, León de Oro en la Bienal de Venecia, para su atrabiliaria selección de Cristos sometidos a todo tipo de composición, no siempre edificante, con la que inundó los años 60 y 70. Hoy, siguen, de vez en cuando, apareciendo malformaciones iconoclastas, que no tienen ya ningún sentido.

Pero, sin duda, el gran fervor religioso, quizás, el mayor eco, es el que sabiamente representa Oteiza, por ejemplo, catalizando una aspiración espiritual que animó una gran parte de la conquista moderna, con pretensiones curativas y sanadoras. El arte contemporáneo español traza un itinerario religioso que atraviesa por Dalí, Saura y Oteiza. Hoy, en cambio, como señala Antonio López, lo espiritual, lo religioso, es una siniestra sombra ausente. Apenas retomada por Cristino de Vera, por Xavier Mascaró, escenas en las que el espíritu, lo místico, ocupa el espacio de Dios cuando el arte ha abandonado el ritual y se ha convertido en un escaparate mercantilista de la misma vida: con sus dudas, sus errores, sus rebeldías, sus duelos… tan cotizados.

Lleno de oportunidades

Eso es lo que se va a ver en Arco. A Lourdes Fernández, directora de la Feria, no le preocupa la vitalidad del arte contemporáneo, sino cómo la crisis constriñe al mercado. “Es innegable que la recesión económica afectará a la Feria. De hecho, algunas galerías extranjeras han declinado venir este año por culpa de la crisis. Pero yo prefiero destacar el trabajo de los que sí vienen y dejar claro que puede ser una edición llena de oportunidades”. El mercado del arte, por lo que parece, apenas está tocado en cotización, “sigue siendo una buena inversión”, como añade Fernández, pero las galerías, eso, sí, “están vendiendo la mitad”. Y, sin embargo, Fernández es optimista: “La mayoría de nuestras fuerzas, de nuestras gestiones, van dirigidas a vender en Arco. La feria tiene ya una madurez que no tenía cuando superó otras crisis, como en los noventa. Hoy el mercado es más sólido. Las ventas no van a ser como en años anteriores, pero no irán mal. Queremos convencer de que, aunque haya crisis, el arte es un componente muy importante en la vida de las personas, que enriquece y es buena inversión”. Y una última acotación: “En el nivel de los artistas no hay recesión”. Por supuesto. La crisis estará latente en la edición más difícil a la que se enfrenta Arco, que se celebra hasta el 16, con 238 galerías, 20 menos que en 2008, de 35 países (79 españolas), y con India como país invitado. Será el gran revulsivo: “El arte de la India será una sorpresa feliz para muchos visitantes. Muchos van a descubrir unas propuestas y unos artistas realmente seductores”, señala Fernández, que ha depositado en un reconocido curator, Bose Krishnamachari, la responsabilidad de la presencia de la India.

“Nuestro arte contemporáneo es tan diverso como nuestra cultura -afirma- y se ha inspirado en el pasado en motivos, técnicas y vocabulario, asimilándolos para desarrollar modos de expresión individuales que utilizan nuevos lenguajes, tecnologías y temas”. Las novelas gráficas de Sarnath Banerjee, los cuerpos iconográficos de Sumedh Rajendran, las arquitecturas móviles de Prajakta Palav, de Chintan Upadhyay, cuya pintura espiritual tiene fuertes reminiscencias del pop art… Ciertamente, el arte indio contemporáneo es un gran desconocido en Europa, no sólo en España, entre otras cosas, porque es un mercado que se suele autoabastecer con grandes coleccionistas locales que dinamizan el arte indio. Pero la pujante situación económica del país, la constante revalorización de sus artistas y el auge del mercado le conceden la etiqueta de uno de los escenarios más prometedores para el arte contemporáneo. “En cuanto a ideas y creación de imágenes -añade Krishnamachari-, se trata de un arte al mismo nivel que el de cualquier otro punto del planeta, alejado de estereotipos y preocupado por problemas contemporáneos locales y globales”. Arco, por tanto, será una gran oportunidad para acercarse al arte indio, pero a la vez, para las trece galerías y el medio centenar de artistas indios que estarán presente en Madrid, “tiene una relevancia histórica”.

Pero Arco seguirá siendo, en cierto modo, lo de siempre: un gran mercado pictórico -la fotografía, el vídeo, las nuevas tecnologías van poco a poco cediendo el protagonismo de años atrás- que se abre a todos los públicos, y que tiene en las vanguardias su gran sostén, aunque lo más contemporáneo esté presente. En el “Panorama general” estará a la venta, por supuesto, Picasso. Traen obras suyas, al menos, las galerías 1900-2000, Edward Tyler Nehem, Guillermo de Osma y Oriol Galería D’Art. Fernando Illana, de la galería vitoriana Trayecto, afirma: “Creo que la crisis va a incidir, porque ya incide en las galerías, en las instituciones. En un contexto general lo vamos a notar todos… Pero Picasso seguirá subiendo”. Junto al pintor malagueño, estarán Miró, Dalí, André Masson, Marcel Duchamp, Wifredo Lam, Dora Maar, Man Ray y Yves Tanguy, entre otros. Las vanguardias históricas españolas también se dejarán ver, como Francisco Bores, Baltasar Lobo o Benjamín Palencia.

Oferta que se completa con los programas Arco40 -recorrido por los jóvenes creadores-, Solo Proyects -35 galerías y 25 artistas-, Expanded Box, recorrido por la interacción entre nuevas tecnologías y las artes. Finalmente, el Perfoming Arco, espacio para artistas visuales que propongan perfomances, con un capítulo para el videoarte bajo el título de Cinema.

En el nº 2.648 de Vida Nueva.

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