La Santa Sede se defiende de las acusaciones de antisemitismo

Las declaraciones de un obispo lefebvrista negando la ‘shoah’ empañan aún más el gesto de Benedicto XVI

(Antonio Pelayo– Roma) A Benedicto XVI le ha causado dolor que su gesto de benevolencia al levantar las excomuniones a los cuatro obispos consagrados ilegítimamente en 1988 por monseñor Marcel Lefebvre haya sido ‘contaminado’ por las declaraciones de uno de ellos -el inglés Richard Williamson, que actualmente reside en Argentina- negando la existencia de la shoah y de los campos nazis de exterminio. El Papa no podía permitir que ante la opinión pública eclesial y extra-eclesial, su voluntad de favorecer la unidad de la Iglesia fuese interpretada como un gesto adverso hacia el pueblo judío o favorable al antisemitismo.

El miércoles 28 de enero, Joseph Ratzinger, al finalizar su catequesis de la audiencia general en el Aula Pablo VI, comentó de este modo su reciente decisión: “Cumpliendo el servicio a la unidad que califica de modo específico mi ministerio como Sucesor de Pedro, he decidido, hace algunos días, conceder la remisión de la excomunión en la que habían incurrido cuatro obispos ordenados en 1988 por monseñor Lefebvre sin mandato pontificio. He cumplido este gesto de paterna misericordia porque repetidamente estos prelados me han manifestado su vivo sufrimiento por la situación en que se encontraban. Deseo que este gesto mío sea seguido por su atento compromiso de dar los ulteriores pasos necesarios para realizar la plena comunión con la Iglesia, testimoniando así auténtica fidelidad y auténtico reconocimiento del magisterio y de la autoridad del Papa y del Concilio Vaticano II”.

“Cruel matanza”

En una posterior “comunicación” a los fieles que le escuchaban personalmente y a los que les llegaría su palabra a través de los medios de comunicación, añadió este comentario: “En estos días en los que recordamos la shoah, me vienen a la memoria las imágenes recogidas en mis diversas visitas a Auschwitz, uno de los lager en los que se ha consumado la cruel matanza de millones de hebreos, víctimas inocentes de un ciego odio racial y religioso. Mientras renuevo con afecto la expresión de mi plena e indiscutible solidaridad con nuestros hermanos destinatarios de la Primera Alianza, deseo que la memoria de la shoah lleve a la humanidad a reflexionar sobre la imprevisible potencia del mal cuando conquista el corazón del hombre. La shoah sea para todos un aviso contra el olvido, contra la negación o el reduccionismo porque la violencia cometida contra un solo ser humano es violencia contra todos. Ningún hombre es una isla, ha escrito un poeta. La shoah enseñe especialmente tanto a las viejas como a las generaciones jóvenes que sólo el fatigoso camino de la escucha y del diálogo, del amor y del perdón conduce a los pueblos, las culturas y las religiones del mundo al deseado horizonte de la fraternidad y de la paz en la verdad. ¡Nunca más la violencia humille la dignidad del hombre!”.

Estas declaraciones (que no suponen ninguna novedad en el pensamiento de este Papa ni de sus predecesores) se habían hecho necesarias ante las exasperadas reacciones que había suscitado en muchos ambientes del mundo judío la suposición -inexacta- de que el perdón de Benedicto XVI llevaba consigo una aceptación del negacionismo, manifestado (en el pasado y a una televisión sueca de escasa audiencia) por el ya citado monseñor lefebvrista.

En Israel, de modo muy especial, se habían desatado todas las iras contra la Santa Sede y contra el Papa. En una entrevista concedida al semanario alemán Der Spiegel, el ministro israelí de Asuntos Religiosos, Yitzhak Cohen, afirma haber aconsejado al gobierno presidido por Ehud Olmert “la ruptura completa de relaciones con el Vaticano”. Por su parte, el Gran Rabinato de Israel, a través de su director general, Oded Weiner, había dirigido una carta al cardenal Walter Kasper, en su calidad de responsable del diálogo con los judíos, anunciándole que quedaban rotas las relaciones con la Iglesia católica. Las palabras pontificias devolvieron, sin embargo, las aguas a su cauce, y el mismo Oded Weiner, en una declaración hecha al diario francés La Croix (29 de enero) afirmaba: “La declaración del Papa es un paso muy importante en vista a la solución del problema. Pero nosotros queremos saber más sobre la inadmisible decisión de reintegrar en el seno de la Iglesia a obispos negacionistas, en especial a monseñor Richard Williamson. Su puesto no está en la Iglesia, sino en la cárcel. Vamos a reexaminar nuestra participación en la próxima sesión de diálogo judeo-cristiano prevista del 2 al 4 de marzo en Roma”.

Deseando aclaraciones

Otros exponentes judíos habían reaccionado con no menor violencia. El rabino norteamericano David Rosen, conocido, por otra parte, por su voluntad conciliadora, había acusado a la Iglesia católica de “estar contaminada” con afirmaciones antisemitas. El Gran Rabino de Roma, Riccardo di Segni, declaraba el martes 27 al Corriere della Sera: “El problema no es la suspensión de la excomunión, en la que no debemos entrar, sino el espacio y la dignidad que se da, no a un individuo negacionista, sino a un movimiento que sobre el tema teológico que se refiere a los judíos no acepta las posiciones del Concilio”. En el mismo periódico italiano, el embajador de Israel ante la Santa Sede, Mordechay Lewy, afirmaba, antes de que el Papa hablase: “Esperamos que de la Santa Sede, al más alto nivel, se produzca una aclaración dirigida tanto a dentro como a fuera de la Iglesia”. El miércoles por la tarde el diplomático declaraba: “Estoy muy contento con esta declaración de tan alto nivel por parte de la Santa Sede, que aclara muchas cosas y ayuda a superar los equívocos. Pienso que sería un error ahora personalizar todo este asunto concentrándose sobre un solo obispo”.

El causante de tanto revuelo, Richard Williamson, por su parte, creyó necesario escribir una carta al cardenal Darío Castrillón Hoyos, presidente de la Comisión ‘Ecclesia Dei’, en la que manifestaba su “pena” (“my sincere regrets“, en el original inglés) por haber provocado toda “esta terrible tempestad con mis imprudentes comentarios a la televisión sueca”. El primero en presentar excusas por el revuelo causado fue el superior de la comunidad, Bernard Fellay, que en una nota hecha pública el martes 27 “pedía perdón al Papa y a todos los hombres de buena voluntad” por las afirmaciones de su hermano obispo. “Las afirmaciones de monseñor Williamson -decía también- no reflejan en ningún caso la posición de nuestra Fraternidad. Es evidente que un obispo católico sólo puede hablar con autoridad eclesiástica sobre cuestiones que afectan a la fe y a la moral. Nuestra Fraternidad no reivindica ninguna autoridad sobre otras cuestiones”. En unas declaraciones a un medio de comunicación suizo desmentía, sin embargo, que estuviese considerando tomar medidas contra el prelado negacionista: “No es mi tarea condenarlo -aseguró a Les Temps-, no tengo competencia para hacerlo”.

Para poner punto final a este largo excursus sobre las reacciones a la decisión del Papa, valen las palabras del director de la Sala de Prensa vaticana: “Benedicto XVI no sólo ha condenado toda forma de olvido o negación de la tragedia del exterminio de seis millones de judíos, sino que ha recordado los dramáticos interrogantes que estos acontecimientos plantean a la conciencia de todos los hombres y de todos los creyentes”. “Quien niega el hecho de la shoah -añadía el padre Federico Lombardi-, no sabe nada del misterio de Dios ni de la cruz de Cristo. La negación es mucho más grave si viene de la boca de un sacerdote o de un obispo”.

SATISFACCIÓN POR EL NOMBRAMIENTO DE KIRILL

La elección el martes 27 de enero del metropolita de Smolensko y Kaliningrado, Kirill, como Patriarca de Moscú y de todas las Rusias, sucediendo al fallecido Alexis II, ha producido satisfacción en la Santa Sede. La manifestaba, con el comprensible tono protocolario, el telegrama dirigido por el Papa en el que se le aseguraban oraciones para que Dios le otorgue “abundancia de sabiduría para discernir su voluntad, perseverar en el amoroso servicio al pueblo confiado a su ministerio patriarcal, para sostenerle en la fidelidad al Evangelio y a las grandes tradiciones de la Ortodoxia rusa”.

De todos los candidatos cuyos nombres se habían barajado en las vísperas del “cónclave”, el del elegido es el que suscitaba en Roma mayores esperanzas por su larga experiencia en el campo del diálogo ecuménico y por sus magníficas relaciones personales con personalidades católicas de relieve, comenzando por el cardenal Walter Kasper. “Pienso que este Patriarcado marcará un proseguir en la apertura al diálogo con la Iglesia católica”, ha declarado el nuncio apostólico en la Federación Rusa, monseñor Antonio Mennini.

En el nº 2.647 de Vida Nueva.

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