Tribuna

La Iglesia rural, referente de espiritualidad y ecología integral

Compartir

Normalmente las expresiones y reflexiones que hacemos sobre el mundo rural y el marco de la España vaciada, las verbalizamos es como si se tratara de una realidad que necesita del centro, de lo urbano, de lo avanzado tecnológicamente… y si somos sinceros, esa visión no es verdaderamente integral. Al mundo rural, al menos desde la Iglesia y desde la espiritualidad, podemos ir desde el evangelio y desde las claves cristológicas y descubrir que allí hay una riqueza inmensa que necesitamos toda la Iglesia y toda la sociedad para poder entrar en un modo de vida más profundo, auténtico y felicitante, a la vez que más justo y humano.  Es a lo que se refieren los obispos en su escrito cuando hablan del “buen vivir”.



Tan olvidadas como significativas

La propia Iglesia, como nos ha indicado el papa Francisco en “Querida Amazonia” ha de mirar y descubrir referentes de vida y de modelo, en esas realidades de iglesia pequeña y viva:  realidades tan olvidadas como significativas. Aunque la realidad rural no se haya tenido muy presente en el proceso eclesial de los últimos decenios, parecía que todo se jugaba en lo urbano y se pensaba desde esas realidad humanas y parroquiales. Pero eso no quiere decir que no haya habido comunidades cristianas de ámbito rural y sacerdotes en ese mundo rural, de pueblo, que no hayan caminado por claves de espiritualidad laical y encarnadas a la luz del Concilio Vaticano II. Quizá a ellas deberíamos ir para recuperar aspectos fundamentales a cuidar en el horizonte de una iglesia que desea vivir una espiritualidad evangélica.

Podemos decir que la institución ha podido alejarse del mundo rural, del sentido rural de la iglesia, –por pretendidas razones de eficacia y número aparente– pero hay parte de ese mundo rural, comunidades y sacerdotes, que no se han alejado de la “iglesia”, y que han ido leyendo sus procesos y proyectos evangélicamente, uniendo vida de los pueblos y evangelio, cuidando la espiritualidad propia y sencilla de lo rural, como espacio propio de lo eclesial y lo evangélico.

Lugar de aprendizaje y sabiduría

Por eso, en este tema de la espiritualidad, lo que miramos es precisamente la riqueza que lo rural tiene y puede aportar a la Iglesia en este proceso de conversión al que estamos llamados desde ‘Laudato si’’ y ‘Fratelli Tutti’. La iglesia en el mundo rural, si es fiel a él, encontrará caminos de autenticidad y significatividad reales para el mundo de hoy, para su purificación y sus propuestas ante el mundo. El ser del mundo rural, con su carga de valores, se convierte en un lugar de aprendizaje y sabiduría muy necesario en el mundo de hoy. Si la iglesia sabe religarse profundamente en la ruralidad, será vehículo de salud y evangelio para el mundo y la sociedad en general, de un modo realmente significativo.

La Iglesia está arraigada en un mundo rural que tendrá valor para resistir; pero, debe saber estar en este nuevo momento. El sentido y el puesto de la Iglesia en los pueblos ha cambiado radicalmente. Por responsabilidad ética y moral, por compromiso evangélico, debe trabajar por devolver a los pueblos, junto con otras muchas personas y colectivos que así lo sienten, el papel y el lugar que le corresponde. La gente sencilla lo espera y lo entiende muy bien. Es tiempo de compromiso, de cuidar personas, de defender relaciones humanas. Y para esto, el medio rural continúa siendo lugar prioritario para un tiempo de espiritualidad encarnada.

En este sentido podemos decir que en torno a la espiritualidad de lo rural hemos de ofrecer un planteamiento más “místico” que ascético, basado en tres pilares fundamentales que, para mí, fundamentan la espiritualidad integral en el mundo rural: la contemplación agradecida del mundo; el Dios de quien venimos y hacia quien caminamos y el Buen Vivir propio de lo rural.

 

Nota: Este texto es parte de la reflexión compartida en el Seminario ‘La España rural, un reto para la evangelización y el cuidado de la creación’ organizado por la Conferencia Episcopal Española.