Tribuna

El papa Francisco marca el impulso de la misión y la superación del clericalismo 

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En su homilía para el inicio del triduo pascual, nuestro amado papa Francisco -el Papa del valor y la esperanza- nos hizo un llamado para que, como sacerdotes, desechemos el afán de caerle bien a todo el mundo para concentrarnos con pasión a proclamar la palabra a través de las obras, concretas y sencillas que lleven, sobre todo a los pobres y marginados, la buena nueva del triunfo, de que estamos construyendo en la tierra el Reino de Dios.



“El pastor que ama a su pueblo no vive en búsqueda de aprobación y consenso a toda costa. Sin embargo, la fidelidad del amor transforma: los primeros en reconocerlo son los pobres; luego, lentamente, termina inquietando y atrae a los demás”, dijo Francisco y al cierre de la homilía dejó clara la agenda de ese trabajo: “Muchos miedos nos habitan y grandes injusticias nos rodean, pero un mundo nuevo ya ha surgido”.

Faro de esperanza

Me toca escuchar desde Puerto Rico, desde nuestro archipiélago antillano entre el océano Atlántico y el mar Caribe, esta tierra llena de preciosas montañas, esta patria cautiva en la que tenemos que construir la libertad. Nos corresponde levantar aquí un “faro vivo de esperanza” para la gran patria latinoamericana. Hemos de plantarnos firmes como una roca ante la “barbarie imperial” que viene del norte y pretende sojuzgar a todos los pueblos. Pero esta agenda de trabajo no es para gloria terrenal alguna, antes es por el auxilio que viene de Dios, para que sea una siembra de liberación de los cautivos, de abrirle los ojos a los que no ven y de libertad para los oprimidos.

No pretendo que mi entendimiento de lo que me corresponde sea una proclamación para imponerse sobre mi gente, ni sobre los demás pueblos. No puede ser. No debe ser. Jesús, como el “Alfa y Omega”, nos habla de manera muy personal. Reconozco que bajo un solo bautismo para la remisión de los pecados, cabemos todos y cada quién encontrará la parte de la Biblia en la que aprender y con la cual guiarse. Habrá quien encuentre la palabra que le toca en su misión particular para ayudar a los enfermos, quien se identifique más con la caridad hacia sus familiares y sus vecinos, quien encuentre su misión en la protección de la tierra de todos, quien su alma le diga que lo que le corresponde es consolar a los que sufren.  Hay una misión para cada uno que se combina en el esfuerzo de todos.

Misa Crismal Baldaquino

La arrogancia del poder y la insistencia en corromperlo todo nos tiene caminado por una tierra que parece estéril. Pero hemos de “insistir, sembrar y esperar”. ¿Qué hemos de esperar? La semilla que sembremos estará bajo la tierra preparándose para brotar. Hay que esperar en Dios, que hizo el cielo y la tierra, porque de Él nos llega el auxilio. Sobre esa tierra callada, nuestro trabajo y nuestro sudor, que en su día habrá cosecha abundante.

Como sacerdote me corresponde despreciar los ajuares lisonjeros que nos quieren poner los gobernantes que se dedican a matarle la esperanza a nuestra gente.

Tengo que despreciar ese afán por comprarnos con elogios. De igual forma, debo despreciar las amenazas y las persecuciones.  Me corresponde alzar mis ojos a los montes para reconocer que el único auxilio verdadero es el que nos viene del Señor. ¡Gracias papa Francisco, por recordarnos nuestra misión!