Nuestra identidad

(Ramón Zambrano)

El himno nacional, la bandera, las comidas típicas y la selección de futbol, son aspectos que nos identifican como país. Estas realidades adquieren realce cuando celebramos las fiestas patrias. A través de nuestros símbolos, nuestra memoria se traslada a las gestas heroicas de la independencia. Realmente recurrir al pasado en una profunda meditación acerca de quiénes éramos y a dónde hemos llegado es de vital importancia para reafirmar nuestra identidad. Sin embargo, esta visión tan “patriota” contrasta con la percepción de las nuevas generaciones. Si conversáramos con un muchacho acerca de lo que lo hace sentir colombiano nos desconcertaríamos. Es más, con algo de preocupación se nota que no solo está desconectado de su país, de su tierra, sino hasta de sus antepasados: a duras penas llega a “saber el nombre de su abuelita”, más atrás, ni sabe, ni le importa.

En relación a nuestra fe no estamos lejanos de lo mismo. Parte de nuestra identidad también es nuestra cultura religiosa; ella se entrelaza entre las maneras de celebrar lo religioso y como nos hemos construido como nación. Los rituales que se transmitían en casa y en el mundo desaparecieron. Pero frente a las nuevas circunstancias, no todo es malo, hay oportunidad para la nueva evangelización. Las rupturas y desconocimientos del pasado también han sepultado las formas arcaicas de entender a Dios, incentivándonos a proponer hoy, lenguajes frescos y formas amables de vivir la fe.
Se constituye en un reto fascinante para todos aquellos que hemos involucrado la fe en la construcción de nuestra identidad, buscar caminos y propuestas creativas, coherentes y audaces que ayuden a nuestros hermanos en la búsqueda de su identidad. Será siempre necesario que el Espíritu nos asista para no caer en enfermizos moralismos que dificulten el diálogo y la consideración de nuevas maneras de entendernos.

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