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La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina


Esta novela de Stieg Larsson (Destino, 2008) es recensionada por Juan Carlos Rodríguez.

 

La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina

Autor: Stieg Larsson

Editorial: Destino

Ciudad: Madrid

Páginas: 749

 

(Juan Carlos Rodríguez) Es la última atracción de los escaparates. El gran best seller. Al éxito de El hombre que no amaba a las mujeres hay que sumar ya esta segunda entrega de la trilogía de Millennium, escenificación novelística del periodismo de denuncia y la literatura negra que ha alcanzado un desmesurado eco. Larsson tiene, en primer lugar, esa habilidad inusitada que te condena a leer la novela de principio a fin cuanto antes. No podrán dejarla. Así que asegúrense de tener unas horas por delante… 

Sin embargo, la intriga feroz y la ingeniería del argumento no consigue ocultar el uso de trucos narrativos ni esconder que estamos ante un thriller que en nada puede bautizarse como gran literatura, ni lo pretende. Larsson, que se dejó la vida en ello, concibe la novela prácticamente como un testimonio periodístico, afinando los detalles a su último extremo. Tiene méritos, sin duda: la denuncia de clase y social, los entresijos del espionaje informático, la autopsia a la élite económica y política… o, como hace aquí, el crecimiento de la mafia rusa en connivencia con los servicios secretos suecos. 

Como saben, Millennium -tres millones de ejemplares vendidos en Suecia, país con seis millones de habitantes; y exactamente igual en media Europa- está protagonizado por un periodista, Mikael Blomkvist, y por la hacker Lisbeth Salander, que en esta segunda novela aparta a Blomkvist de todo protagonismo y se erige en centro de una obra poderosa, contundente, entretenida, deudora de Ed McBain o de Sjöwall y Wahlöö. De hecho, cuando no está en escena Salander, la novela decae en interés. Pero es recomendabilísima.  ¡Ah!, la tercera llegará en junio. Paciencia.

En el nº 2.639 de Vida Nueva.

Actualizado
05/12/2008 | 11:00
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