Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Qué nos deja la última visita de Francisco a Sudán del Sur y a RD Congo?


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Entre el 31 de enero y el 5 de febrero el papa Francisco ha recuperado una de sus visitas esperadas pospuestas debido a la salud del pontífice. Bergoglio ha visitado la República Democrático del Congo y Sudán del Sur en un viaje en el que se ha mezclado los profético y lo ecuménico.



La herida del Congo

El papa Francisco aterrizó el 31 de enero en Kinsasacomenzando una primera etapa centrada en la problemática situación del país. El Aeropuerto Ndolo fue el espacio elegido para que el Papa presidiera la primera misa de la visita con una invitación a la reconciliación: “El perdón nace de las heridas. Nace cuando las heridas sufridas no dejan cicatrices de odio, sino que se convierten en un lugar para hacer sitio a los demás y acoger sus debilidades. Entonces las fragilidades se convierten en oportunidades y el perdón en el camino hacia la paz”, señaló en la homilía.

“No hay cristianismo sin comunidad, como no hay paz sin fraternidad”, apeló el Papa. Una apelación a la comunidad porque “este es el mejor antídoto contra la tentación de dividirnos y mundanizarnos. Tener el valor de mirar a los pobres y escucharlos, porque son miembros de nuestra comunidad y no extraños a los que hay que eliminar de la vista y de la conciencia. Abrir el corazón a los demás, en lugar de concentrarlo en los propios problemas o vanidades personales”. Por eso reclamó: “Estamos llamados a ser misioneros de paz, y esto nos dará paz. Es una decisión; es hacer sitio en nuestros corazones para todos, es creer que las diferencias étnicas, regionales, sociales y religiosas vienen después y no son obstáculos; que los demás son hermanos y hermanas, miembros de la misma comunidad humana; que cada uno es destinatario de la paz que Jesús ha traído al mundo”.

65.000 jóvenes recibieron también un mensaje similar en el encuentro en el Estadio de los Mártires de Kinsasa. “Quisiera llamar tu atención sobre un detalle:todas las manos son similares, pero ninguna es igual a la otra; nadie tiene unas manos iguales a las tuyas, por eso eres un tesoro único, irrepetible e incomparable. Nadie en la historia puede sustituirte. Pregúntate entonces, ¿para qué sirven mis manos?, ¿para construir o para destruir, para dar o para acaparar, para amar o para odiar?” Fue la pregunta que hizo el Papa para pasar a desarrollar una propuesta para cada dedo.

El saludo a los obispos también estuvo lleno de esperanza por parte del pontífice cuando les dijo: “Ha sido hermoso para mí pasar estos días en vuestra tierra, que con su gran selva representa el ‘corazón verde’ de África, un pulmón para el mundo entero. La importancia de este patrimonio ecológico nos recuerda que estamos llamados a conservar la belleza de la creación y a defenderla de las heridas causadas por el egoísmo rapaz”. “Vuestro rostro joven, luminoso y hermoso está surcado por el dolor y la fatiga, marcado a veces por el miedo y el desaliento. Es el rostro de una Iglesia que sufre por su pueblo, es un corazón en el que palpita intensamente la vida de la gente con sus alegrías y tribulaciones. Es una Iglesia signo visible de Cristo que, aún hoy, es rechazado, condenado y despreciado en tantos crucificados del mundo, y llora nuestras mismas lágrimas”, destacó el Papa. “Con ustedes veo a Jesús que sufre en la historia de este pueblo crucificado y oprimido, devastado por una violencia que no perdona, marcado por el dolor inocente, obligado a convivir con las aguas turbias de la corrupción y la injusticia que contaminan la sociedad; y que sufre la pobreza en tantos de sus hijos”, destacó el pontífice.

El abrazo a Sudán del Sur

Los últimos tres días en el joven país de Sudán del Sur, Francisco estuvo acompañado por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, y el moderador de la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana de Escocia, Iain Greenshields. Las tres principales confesiones cristianas que han representado el empeño de que el país no se quede en un experimento fallido. Por ello en su primer encuentro con las autoridades se mantuvo contundente: “Señor presidente, señores vicepresidentes, en nombre de Dios, en el que mucha gente de vuestro país cree, ha llegado la hora de decir basta, sin condiciones y sin ‘peros’. Basta ya de sangre derramada, basta de conflictos, basta de agresiones y acusaciones recíprocas sobre quien haya sido culpable, basta de dejar al pueblo sediento de paz. Basta de destrucción, es la hora de la construcción”, ha clamado, para luego sentenciar: “Hay que dejar atrás el tiempo de la guerra y propiciar un tiempo de paz”. Una propuesta a la que el presidente del país africano, Salva Kiir Mayardit, se compromete en público a reactivar las negociaciones con la disidencia e indulta a 71 presos, 36 de ellos condenados a muerte

Un desafío que compartió con el clero y los agentes pastorales: “Nuestro primer deber no es el de ser una Iglesia perfectamente organizada, sino una Iglesia que, en nombre de Cristo, está en medio de la vida dolorosa del pueblo y se ensucia las manos por la gente”. También el Papa se reunió con los desplazados internos del país, víctimas de una guerra que se ha cobrado más de 400.000 vidas, y que ha provocado la existencia de más de dos millones de refugiados. “Lamentablemente en este país martirizado ser desplazado o refugiado se ha convertido en una experiencia normal y colectiva”, apuntó Bergoglio. “Si reciben las oportunidades adecuadas, por medio de su laboriosidad y su actitud de proteger la vida, tendrán la capacidad de cambiar el rostro de Sudán del Sur y de proporcionarle un desarrollo sereno y cohesionado”, propuso  Francisco. “Por favor, protejan, respeten, valoren y honren a cada mujer, niña, adolescente, joven, adulta, madre, abuela. Si no, no habrá futuro”, insistió antes de despedirse de ellos.

“Como cristianos, rezar es lo primero y más importante que estamos llamados a realizar para poder obrar bien y tener la fuerza para caminar”, fue la primera propuesta je Francisco cuando presidió junto a los dos otros líderes cristianos presidieron una oración ecuménica en el Mausoleo John Garang, el lugar donde está enterrado el expresidente sudsudanés. Para el Papa “el Evangelio no sea sólo un bonito discurso religioso, sino una profecía que se hace realidad en la historia”. Por eso pidió que “las divisiones eclesiales de los siglos pasados no influyan en quienes son evangelizados, sino que la semilla del Evangelio contribuya a difundir una unidad más grande”. Para ello reclamó que “el tribalismo y la división en facciones, que alimentan la violencia en el país, no afecten las relaciones interconfesionales”.

En la misa de despedida en el exterior del Mausoleo John Garang de Yuba alabó el testimonio de los cristianos frente a tantas heridas, a la violencia que alimenta el veneno del odio, a la iniquidad que provoca miseria y pobreza, podría parecerles que son pequeños e impotentes”. “Jesús los conoce y los ama; si permanecemos en Él, no debemos temer, porque también para nosotros cada cruz se transformará en resurrección, cada tristeza en esperanza, cada lamento en danza”, propuso.

Sus últimas palabras en el país también fueron profética. En su despedida del país Francisco reclamó: “Esperanza es la palabra que quisiera dejarle a cada uno de ustedes, como un don para compartir, como una semilla que dé fruto”.