¿Por qué hay individuos tan poco humanos?


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Hace unos días pudimos ser testigos de unas impactantes imágenes que sirvieron en las televisiones. En la primera de ellas, un vigilante de seguridad en la estación de ferrocarril de Igualada (Barcelona) reducía a un joven que, al parecer, quería colarse. En la segunda imagen, ese mismo vigilante, de espaldas, recibía dos puñaladas por parte del mismo joven que antes había pretendido entrar sin pagar.



Las escenas resultan sobrecogedoras. En primer lugar, por la agresión absolutamente gratuita y cobarde. Pero, en segundo lugar, por la desmesura –apuñalar a alguien porque no ha dejado que te cueles– y por lo que supone de falta de moralidad, en el sentido de un comportamiento regido por unos valores “humanos”.

Lámec y Caín

Probablemente, este segundo aspecto es el que me trajo a la memoria un texto de la Escritura: “Lámec dijo a sus mujeres: ‘Ada y Sila, escuchad mi voz; mujeres de Lámec, prestad oído a mi palabra. A un hombre he matado por herirme, y a un joven por golpearme. Caín será vengado siete veces, pero Lámec, setenta y siete’” (Gn 4,23-24). Lámec es el quinto descendiente de Caín al que, por lo que dice, no le basta la medida de la venganza de su antepasado. En efecto, tras el asesinato de Abel, Dios comunica a Caín la maldición que caerá sobre él: la tierra le negará su fruto y tendrá que vagar errante y perdido por la tierra. Entonces “Caín contestó al Señor: ‘Mi culpa es demasiado grande para soportarla. Puesto que me expulsas hoy de este suelo, tendré que ocultarme de ti, andar errante y perdido por la tierra, y cualquiera que me encuentre me matará’. El Señor le dijo: ‘El que mate a Caín lo pagará siete veces’. Y el Señor puso una señal a Caín, para que, si alguien lo encontraba, no lo matase” (Gn 4,13-15).

'Cain y Abel', de Keith Vaughan (1946)

‘Cain y Abel’, de Keith Vaughan (1946)

La venganza de Caín, del que Dios sale como fiador y garante, ya era desmedida de suyo: siete veces, es decir, un número excesivo (recuérdese el valor totalizador del número siete en la Biblia). Pues su descendiente Lámec no se conforma con ello: él impone su ley sin tener en cuenta nada ni a nadie, ni siquiera a Dios, que es quien impuso la medida de la venganza de Caín.

¿Cómo hemos llegado a una sociedad capaz de engendrar individuos tan inmorales –o amorales– que ponen su ley por encima de los valores humanos más elementales?