Las lecciones de Pasolini


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El próximo 5 de marzo se cumple el primer centenario del nacimiento del escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini. Polémico, provocador e inconformista, sus opiniones le atrajeron el odio de la izquierda y la derecha. Asesinado por un chapero un 2 de noviembre de 1975, su muerte inspiró toda clase de especulaciones. Se aventuró que había sido un complot orquestado por la mafia, la Democracia Cristiana y la Curia romana. Todas las investigaciones que se han abierto sobre el caso han sido archivadas, descartando las hipótesis que exoneraban al asesino, un muchacho de diecisiete años que cumplió diez  de prisión.



¿Por qué irritaba tanto Pasolini? Afiliado al PCI, fue expulsado por “conducta indecente”. Sus inclinaciones homosexuales, que incluyeron relaciones con menores, escandalizaron a sus camaradas. Curiosamente, Pasolini se había caracterizado en sus inicios por su radicalismo, recriminando al partido que hubiera renunciado a la revolución y aceptado el centralismo que recortaba los anhelos de autonomía de las regiones de Italia. Sin embargo, ese fervor antisistema se aplacó al contemplar los enfrentamientos de los jóvenes universitarios con los policías. La algarada del Mayo del 68 le pareció una explosión de frivolidad y violencia gratuita.

Espíritu radical

En un contundente poema expresó su indignación, acusando a los periodistas de exaltar a unos hijos de papá que atacaban con adoquines a los hijos de los obreros, pues los policías procedían de las clases populares y no de la burguesía. El espíritu radical seguía vivo en Pasolini, pero desprendido de los viejos mitos de la izquierda oficial. De ahí que escriba: “Os odio como odio a vuestros papás. / Que la buena casta no engaña. / Tenéis la misma mirada maligna”.

Pasolini consideraba que los enfrentamientos entre universitarios y policías pertenecían a la lucha de clases, pero los obreros no eran esos jóvenes camorristas que desertaban de las aulas para gritar consignas revolucionarias, sino los muchachos que vestían de uniforme. El cineasta finalizaba el poema manifestando su simpatía por la policía y reclamando que se homenajeara su trabajo con flores.

Contra el aborto o los anticonceptivos

A Pasolini no le disgustaban tan solo las manifestaciones violentas. Deploraba que los chicos se dejaran crecer el pelo y las mujeres ya no practicaran la castidad. Calificó las orgías que se organizaban en nombre del amor libre como “la antesala del terrorismo”, pues entendía que degradaban al hombre a la condición de objeto. El aborto no le parecía un derecho, sino un “crimen legalizado”, y lamentaba que los anticonceptivos hubiera disociado el sexo de la procreación.

Condenar el aborto y la promiscuidad no le impidió realizar ‘Saló o los 120 días de Sodoma’, una de las películas más turbias, perturbadoras y desasosegantes de la historia del cine. Ambientada en la efímera República Social Italiana, un invento de los nazis para mantener en el poder a un Mussolini decadente, narra la historia de cuatro fascistas que abusan de un grupo de adolescentes, dieciocho hijos de partisanos a los que someten a toda clase de torturas y vejaciones. Muchos interpretaron la obra como pornografía y, ciertamente, su contenido es obsceno y escabroso, pero la intención de Pasolini no era recrearse en las pasiones más oscuras, sino denunciar el carácter deshumanizador del capitalismo y del Mayo del 68, dos fenómenos aparentemente enfrentados pero que procesaban al ser humano como un objeto de consumo.

El fascismo en la sombra

En ‘Escritos corsarios’, una recopilación de sus artículos de prensa, Pasolini sostenía que el fascismo no había muerto. Solo había cambiado de rostro. Ahora se escondía bajo los escaparates de las grandes avenidas, transformado en furor consumista. Era la nueva faz del totalitarismo, que rebajaba al ser humano a simple mercancía, creando necesidades artificiales y determinando el valor de las personas por su capacidad de producir y consumir.

Pasolini era un moralista, pero actuaba de forma amoral. Su afición a los chaperos parece desacreditar sus juicios, pero lo cierto es que la ejemplaridad no es necesaria cuando lo que se dice es objetivamente la verdad. Pasolini apreció que la revolución contracultural promovida por el Mayo del 68 tendría consecuencias nefastas. Su diagnóstico sobre la violencia revolucionaria anticipó con clarividencia los años de plomo que sacudirían a Europa durante los 70. Su asimilación del fascismo a la orgía consumista tal vez es excesiva, pero nos alerta sobre los riesgos de una economía donde se descarta todo lo que no es productivo.

Contra la banalización del sexo

Su crítica de la promiscuidad y el aborto resultó particularmente insoportable para la izquierda, pero lo cierto es que la liberación sexual ha conducido a una banalización del sexo y a la destrucción de los vínculos afectivos. La intimidad sexual no debería ser una forma de ocio, sino un encuentro abierto a la vida. Sin compromiso, el sexo se aproxima al gabinete del marqués de Sade, donde el otro solo es un objeto que se puede manosear y despedazar.

Pasolini es la evidencia de que la moral no es un privilegio de los santos. Los pecadores a veces poseen una asombrosa lucidez. Pasolini rodó la mejor película sobre Cristo, ‘El evangelio según Mateo’. No creo que fuera fruto del azar, sino de un anhelo ardiente de abrazar la verdad. Austera, poética, esencial, el film escenificó el acontecimiento crucial de la historia y lo hizo sin artificios ni solemnidad, mostrando a un Jesús con la sabiduría ancestral de las personas sencillas.

Su visión no ha caducado

Siempre se ha dicho que el espíritu sopla por donde se le antoja. Pasolini, con todas sus sombras e incongruencias, nos dejó una luminosa advertencia sobre la creciente deshumanización de una sociedad que consume bienes y personas, buscando exclusivamente un placer inmediato e intrascendente. Cien años después de su nacimiento, podemos afirmar que su visión de las cosas, pesimista y trágica, no ha caducado.