La presencia femenina en el Vaticano


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Desde hace algunos años hay un esfuerzo en el Pontificado por hacer crecer la presencia femenina en el Vaticano. Según una encuesta de Vatican News en 2010, representaban el 17% de los colaboradores al servicio del Papa y de la Santa Sede, porción que en 2019 alcanzó el 22%.



Se puede encontrar a la recientemente nombrada Emilce Cuda como Jefa de Oficina de la Comisión Pontificia para América Latina, a Francesca Di Giovanni como subsecretaria de la Sección para las Relaciones con los Estados, o a Natalie Becquart como subsecretaria del Sínodo de los Obispos, entre otras.

En esta misma línea, a comienzos de este año mediante un Motu Proprio, el Papa Francisco ha habilitado el acceso a mujeres en cargos ministeriales como el lectorado y el acolitado. Pero no sólo ha trabajado en la integración de mujeres, sino de laicos y matrimonios. Esta apertura ha permitido incorporar la visión y la experiencia femenina en el trabajo de la Santa Sede por el bien común, y ha ampliado el espectro de profesionales para mejorar la calidad de lo que se brinda a la Iglesia.

Es importante reconocer y celebrar estos pasos que se están dando en la valoración del aporte femenino en la Santa Sede, reflejo del camino que está realizando la Iglesia toda, el cual esperamos que se siga transitando por la santidad y el bien común de todos los fieles.

Con esto en mente, veamos ahora los principales desafíos con los que nos encontramos las mujeres en la Iglesia en este momento de la historia, a través del desarrollo de las tres grandes áreas para la integración con la vida diaria que tiene la mujer.

Datos relevantes

Un estudio de la Universidad de la República Uruguay realizado para el año 2015-2016, mostró que el 67,5% de los egresados en carreras de grado para todas las áreas eran mujeres. Esto deja de manifiesto la paridad en el acceso a educación terciaria entre varón y mujer en la sociedad uruguaya, y la conciencia social de que realmente sirve y vale la pena alcanzarlo.

En cambio, esto no sucede cuando hablamos de formación en las distintas áreas de la teología o el derecho canónico. Si bien no he encontrado estudios que lo demuestre con números basta mirar a los referentes en la Iglesia en estos temas: en su amplia mayoría varones.

Hoy en día el acceso de las mujeres a la formación doctrinal está a su alcance, las universidades teológicas cuentan con cursos abiertos para laicos y existen mujeres participando de ellos. La pregunta entonces es ¿por qué hay menos mujeres formadas que varones? La respuesta quizá la tendríamos que buscar en la percepción que las comunidades, y particularmente las mujeres, tienen de este hecho. Quizás no sepan que pueden hacerlo, quizás no cuentan con el apoyo familiar y comunitario para hacerlo, quizás por falta de tiempo, quizás no demuestren interés por no verle utilidad, o quizás un ambiente negativo o en contra las desanime.

Lo cierto es que el Papa Francisco ha demostrado que el aporte femenino importa y es necesario. Y para esto es importante que las apoyemos para que se puedan formar, ya que esto aporta a su fe en forma personal y al crecimiento de la comunidad.

Mujeres formadas en servicio

Intrínsecamente ligado a la educación o formación está el servicio o trabajo que se realiza: menos mujeres formadas son también menos mujeres referentes o líderes en las distintas áreas de trabajo de la Iglesia.

Fuera del ambiente eclesial ocurre que hay más mujeres formadas que hombres, pero en los puestos clave de liderazgo la porción de mujeres es significativamente menor al de los hombres. Cuanto más en la Iglesia, que tenemos mucho menos cantidad de mujeres capacitadas para liderar equipos de trabajo al servicio de esta.

Para poder avanzar en este tema, es importante que dejemos de lado los prejuicios sobre la capacidad que las mujeres tienen para liderar y equilibrar sus responsabilidades con calidad, generando así resultados igual de buenos que los varones y aportando un matiz distinto al trabajo de la Iglesia.

Sinodalidad y la mujer

Unido a los dos puntos anteriores se encuentra la sinodalidad, desafío al que nos invita permanentemente el Papa Francisco. Reconoce que existe una retroalimentación entre la búsqueda vivencial de una Iglesia sinodal y la reflexión entre la condición y el papel de la mujer en ella. Y el fruto de este camino nos exige un valiente cambio de cultura en las comunidades, la práctica de la pastoral y la participación femenina en la toma de decisiones eclesiales.

El desafío de la sinodalidad es el camino para potenciar el papel de la mujer en la Iglesia, oportunidad que no se debe ni pude dejar pasar, trabajando la escucha, el empoderamiento y la corresponsabilidad, creando así un nuevo estilo de liderazgo.

Expuestos estos tres grandes desafíos no nos queda más que destacar y agradece los pasos que como Iglesia estamos dando, pero sin bajar los brazos y siendo audaces, ya que si se favorece en la formación y se avanza en la sinodalidad, vamos a tener como resultado el liderazgo de muchas mujeres que aportan con amor sus dones para la salvación de todos.


Escrito por Paola Villa – Uruguay/ Contadora Pública de la Universidad República y Miembro de la Academia de Líderes Católicos