Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Ha completado Francisco su renovación litúrgica?


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La entrevista

Hace una semana, coincidiendo con su nombramiento, una radio piamontesa –Radio PNR–, ha entrevistado al nuevo obispo de Tortona, el maestro de las celebraciones litúrgicas del Papa, el genovés Guido Marini. A las puertas de una iglesia –la de los capuchinos de Génova, cerca de su casa familiar–, el pasado 31 de agosto, con tono afable e impoluta sotana, mostraba sentimientos “de alegría de que a través de la Iglesia le ha sido dado el regalo de ser sucesor de los apóstoles” y de “temor y respeto ante la responsabilidad que le ha sido confiada” por lo que se encomienda al Señor y a la Virgen de la Guardia, patrona de Tortona.



Marini espera ser un buen “compañero de viaje y amigo” de los presbíteros de la diócesis que ha visitado algunas pocas veces en su vida. Para ello espera incorporarse al “surca de una bella tradición” para ver después las opciones pastorales desde la “comunión profunda” y un “impulso del corazón para seguir los impulsos del Espíritu”. Secretario de cardenales desde su etapa de seminaristas, su vida ministerial ha transcurrido fundamentalmente entre los despachos de la curia y la catedral hasta que en 2007 Benedicto lo llamó para ser ceremoniero papal. Agradecido ahora por estos 14 años junto a dos papas “grandes, diversos y complementarios”. De ellos compartió alguna anécdota de humildad, fuerza o el deseo de Francisco de “no dejar a nadie fuera”. Ahora deja con “agradecimiento” y también con cierta “pena” la Ciudad Eterna en la que ha vivido todo este tiempo. Ahora espera ponerse a la “escucha” para como el buen samaritana responder a los desafíos abiertos por la pandemia. Aficionado a la música o a la montaña, ha jugado al tenis o leído mucha literatura rusa… y ahora espera el nombramiento de su sucesor para pasarle los trastos. Entre sus lemas vitales, una frase de san Ignacio de Antioquía que podría ser su lema episcopal: “Nada es mejor que Jesucristo”.

Los otros

Francisco fue elegido Papa en marzo de 2013. Solo ahora, parece haber completado una renovación total de la cúpula de las instituciones litúrgicas de la Curia Romana. Unos relevos que se han ido produciendo siguiendo el curso natural del tiempo marcado en los diferentes nombramientos o el ciclo vital correspondiente. Marini ha sido nombrado obispos tras ser confirmado cada cinco años –así como con la elección del propio Francisco– a unos meses del final de su encargo.

Antes, el pasado mes de febrero el Papa aceptó la renuncia como prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del cardenal guineano Robert Sarah. Llevaba al frente del departamento desde 2014 y había cumplido los preceptivos 75 años el 15 de junio de 2020. Aunque otros colegas de varios dicasterios han apurado hasta los 80 años, ver un castigo o venganza en este caso es algo precipitado. Antes el cardenal había anunciado un libro conjunto un tanto ‘fake’ con el Papa emérito o rabiado con algunas de las propuestas del Sínodo de la Amazonía –por citar solo algunas de las últimas desavenencias del purpurado alabado por los sectores más tradicionalistas–.

Solo cuando se ha producido este recambio precisamente poniendo en su lugar al, por así decirlo, sucesor natural Arthur Roche –de 72 años– que era el secretario de la misma congregación; se ha podido dar un paso como el que da el Motu Proprio ‘Traditionis Custodes’ con el que se “revoca la facultad concedida” para emplear el misal anterior al Vaticano II. Aunque el proceso de esta decisión se ha pilotado –quizá poco colegiadamente– desde Doctrina de la fe, las implicaciones litúrgicas de esta decisión son inmediatas.

Roche ha dejado libre el puesto de secretario de la congregación que ha ocupado precisamente el anterior obispo de Tortona, el franciscano Vittorio Francesco Viola. Un liturgista de formación que entre sus encomiendas ha estado la ser custodio en el convento y la basílica papal de Santa María de los Ángeles en Asís, la de la Porciúncula. El equipo se ha completado con el sacerdote vallisoletano –ya obispo– Aurelio García Macías que por promoción interna –podríamos decir– ha pasado de Jefe de Oficina a subsecretario. Estos son los titulares a los que se les encarga hacer una serena reforma de una liturgia que no ha sabido estar a la altura en sus últimos grandes proyectos (última edición del misal, normativa de tradiciones, ediciones típicas estancadas como la del ritual de exequias, respuesta a la situación de la pandemia…). Hay tarea.

El ceremoniero

Guido Marini tuvo que hacer frente a la sombra alargada del legado de Piero Marini, el ceremoniero de Juan Pablo II desde 1987. Secretario de Annibale Bugnini –tan denostado por algunos sectores durante años, algo que se ha revalidado tras la publicación de las extrañas anotaciones del cardenal Ferdinando Antonelli– su vínculo con la mejor tradición de la reforma litúrgica fue evidente. Para el recuerdo quedan imágenes de las celebraciones del papa polaco por todo el mundo y el verdadero esfuerzo por la inculturación de la liturgia.

Mientras Piero Marini terminará en estos días en Budapest su encargo de presidente del Comité Pontificio para los Congresos Eucarísticos Internacionales; Guido Marini –además de por la bendición Urbi et Orbi extraordinaria durante la pandemiaserá recordado por materializar las principales demandas tradicionales de Benedicto XVI en las celebraciones papales, comenzando por los candelabros en el altar o el rescate de piezas o prendas litúrgicas de los armarios de las sacristías pontificias. Para Guido Marini, contemplar las maravillas de algunas de las vestiduras papales es una forma de acercarse a la Maravilla de Dios, como escribe en la introducción al catálogo de una exposición que los Museos Vaticanos organizaron en 2016 sobre las vestiduras papales.

Además de las anécdotas que cuenta Antonio Pelayo en el número de la revista de esta semana, los rumores siempre han colocado a Guido Marini a punto de caer del organigrama romano –especialmente cuando ha habido vacantes en diócesis cercanas a Génova, como ha sido finalmente–. A él se le coloca en una anécdota, continuamente desmentida, de que Francisco, recién elegido, le dijo “No estamos en carnaval” cuando rechazó alguno de los complementos de las vestiduras papales en la ‘Sala de las lágrimas’ de la Capilla Sixtina. Lo que nadie puede negar son los comentarios ‘sotto voce’ de Marini al final de la misa del papa Francisco el 18 de marzo de 2013 cuando, en su primer domingo como pontífice, acudió a la parroquia vaticana de Santa Ana. Al acabar la misa, Bergoglio acudió a la puerta a saludar uno a uno a todos los fieles. Allá le acompañó Marini –a quien había sorprendido abrazándole durante la paz cuando el ceremoniero iba a darle una indicación– que comentaba la jugada con Leonardo Sapienza como quien se prepara para lo peor… Más allá de las tensiones, ¿se abrirá un nuevo capítulo en materia litúrgica en el Vaticano? Confiemos en ello.