Rafael Salomón
Comunicador católico

El juego es felicidad


Compartir

¿Hace cuánto tiempo dejaste de tomar con seriedad lo que haces? Yo, hace unos minutos y es que he estado jugando con mi hijo y al hacerlo se hace a un lado esa personalidad ecuánime y analítica. De un momento a otro me involucro en el juego y me convierto en un héroe o villano de ficción. Nada más reconfortante que dejar de ser yo para ser alguien que estoy seguro, jamás aspiraría a ser, pero así es el juego, fantasear y dejarse llevar.



Momentos de acción y gloria, nada más desestresante y reconfortante. Lo recomiendo, es tan liberador jugar con la imaginación, donde no hay reglas, donde todo puede suceder y ser. Jugar nos hace recordar la inocencia, esa que poco a poco vamos perdiendo para dejarla en el olvido, fuimos niños y lo seremos siempre, solo que a veces nos incomoda imaginar o romper con la seriedad con la que hemos vivido y llegamos a creer que jugar es perder el tiempo.

Te diré lo que sí perdemos, las posturas rígidas con las que hemos crecido, cuando jugamos perdemos el miedo, así es, dejamos los temores que nos ha heredado la seriedad. Cuando jugamos somos menos importantes, porque lo que verdaderamente importa es el juego y de pronto dejamos de ser esa persona para encontrar una nueva forma de ver la vida.

Libertar es jugar

Jesucristo no se equivocaba al decir que quienes se conviertan en niños entrarán en el Reino de los Cielos. “Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: Yo les aseguro a ustedes que, si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo”. Evangelio según san Mateo 18, 1-5.

adultos jugando

Describirlo es una cosa, pero experimentarlo es otra y desafortunadamente he visto seres humanos que se han alejado de esa sana diversión y que jugar ya no es una opción, todo es tan serio en sus vidas, se ha tornado gris y jugar lo ven con muy malos ojos. Libertar es jugar, soñar es jugar, sentir es jugar y si no hemos experimentado eso últimamente, creo que estaremos cometiendo un gran error.

Jugar: una bendición

El juego es felicidad, no hay intercambio de nada en un juego, solo es pasar un momento y darnos cuenta que la vida está hecha de momentos y si de jugar se trata, quedarán en nuestros recuerdos. Las cosas que se quedan en nuestra memoria son esos instantes. ¿Recuerdas las veces que jugaste con tus padres o con tus hermanos?

El juego es enseñanza de vida, personalmente me han marcado momentos con mi hermana, primos y tíos que seguramente me han forjado, ese tiempo lúdico es parte de mi personalidad y los recuerdo con un amor infinito. Jugar nos lleva a experimentar emociones que estaban escondidas y que olvidamos por tomarnos tan en serio la vida.

Dicho sea de paso, el inicio de este año mi esposa y yo, decidimos pasar un año nuevo diferente, los cuatro en casa, cuidándonos por causa de los contagios, pero eso no nos quitó la alegría de recibir el año jugando. Nada de uvas, ni pantallas encendidas, ni cuentas regresivas, nos decidimos por un juego de mesa en el que unos dados y el azar nos hicieron pasar un inicio de año único.

Este 2022 será para nosotros un año para compartir, para dejar esos convencionalismos y disfrutarnos jugando. Momentos que el sano esparcimiento nos ofrece, jugar también es una bendición.