Las uvas y el Catecismo

(Alberto Iniesta– Obispo Auxiliar emérito de Madrid)

“Un catecismo católico recoge en cada época una visión de conjunto, admirablemente ensamblada, de la fe cristiana, redactado por los que en la comunidad tienen la responsabilidad del magisterio eclesial, siempre coherente entre sí en los diversos tiempos de la historia”

Es increíble las cosas en que creen los que no creen en Dios. Un caso típico de esas supersticiones lo hemos vivido recientemente, con ocasión de las uvas de la suerte, que deben tomarse mientras suenan las campanadas de la nochevieja. Tiene muchas variantes -con un billete de dólar entre el pie y el zapato (derecho, por supuesto); cenando esa noche castañas o lentejas, abriendo las ventanas de par en par, etc.-, pero todas se centran en que si se toman las doce uvas, doce, el año siguiente tendremos buena suerte en asuntos de salud, dinero o amor. 

Por el contrario, una característica de nuestra fe cristiana bien podríamos decir que, aun siendo en principio una gracia de Dios que el hombre no podría ni inventar ni merecer, es también un conjunto armoniosamente razonable, fundamentado en la vida y las palabras de Jesús, envuelto en la experiencia comunitaria de la Iglesia a través de los siglos. Y un catecismo católico recoge en cada época una visión de conjunto, admirablemente ensamblada, de la fe cristiana, redactado por los que en la comunidad tienen la responsabilidad del magisterio eclesial, siempre coherente entre sí en los diversos tiempos de la historia. 

Así, el actual Catecismo de la Iglesia Católica, heredero del tiempo y del fermento del último concilio, es como un grandioso edificio construido con piedras antiguas y piedras nuevas, pero no amontonadas unas con otras de manera casual, sino reconstruido en su visión de conjunto, desde los santos padres de los primeros siglos hasta los recientes sínodos de obispos, pasando por los concilios de Nicea, Constantinopla, Trento, Vaticano II, etc.

El Catecismo es un tesoro de fe, al que podemos consultar en cosas concretas y, sobre todo, leer poco a poco, gozando de la hermosa visión panorámica de la vida cristiana.

En el nº 2.643 de Vida Nueva.

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