“Los religiosos ofrecemos una mirada desde los márgenes”

  • El nuevo equipo de Presidencia de la CONFER reflexiona sobre los retos ante estos próximos cuatro años de mandato
  • Jesús Díaz Sariego repite como presidente y Cinta Bayo es la nueva vicepresidenta
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Jesús Díaz Sariego, presidente y Cinta Bayo vicepresidente de la CONFER

El provincial de los dominicos en España, Jesús Díaz Sariego, repite como presidente de la CONFER. Así, la superiora general de las Esclavas del Divino Corazón, Cinta Bayo, es la nueva vicepresidente en sustitución de la superiora general de las Oblatas del Santísimo Redentor, Lourdes Perramon. Del 27 al 29 de mayo, la Conferencia Española de Religiosos celebró en Madrid su 31ª Asamblea General bajo el lema Esperanza, ¿por dónde andas? ‘SomosCONFER’ conversa con el nuevo equipo de Presidencia sobre los retos ante estos próximos cuatro años de mandato.



PREGUNTA.- Repite como presidente, ¿cómo ha sido este caminar durante los primeros cuatro años tanto a nivel personal como de gestión?

Jesús Díaz Sariego: Los superiores mayores volvieron a depositar su confianza en el trabajo que venimos haciendo desde el Equipo de Presidencia, junto con el Consejo General y los distintos responsables de áreas en la sede de la CONFER. Ha sido un trabajo en equipo donde, no sin esfuerzo, hemos ido perfilando respuestas a las nuevas demandas que nos llegan de las congregaciones, pero también del momento social y eclesial en el que nos encontramos.

He tenido la suerte de contar a mi alrededor con personas muy capaces por su valía personal y profesional. Las personas que hemos confluido durante estos años en la animación de la CONFER hemos ido logrando un proyecto común. Ha sido una gracia de Dios para mí el haberme encontrando con esta nueva manera de discernir juntos los desafíos con los que nos encontramos. Una riqueza inestimable que se plasma en las respuestas compartidas y previamente consensuadas, al menos, en sus grandes líneas. Este es nuestro mejor liderazgo.

P.- Se estrena como vicepresidenta, ¿cómo acoge este nuevo servicio?

Cinta Bayo: Con confianza y agradecimiento. Confianza, porque sé que me incorporo a un equipo que está trabajando muy bien, dentro hay mucha sabiduría, algo que he podido palpar estos días en la Asamblea, y porque Jesús Díaz Sariego tiene un recorrido amplio y mucha experiencia. Y agradecimiento, porque la CONFER es un espacio de encuentro donde se realiza una labor estupenda en favor de la Vida Religiosa, y agradecimiento a otras compañeras y compañeros que han asumido antes este servicio con mucha generosidad…  Ahora me toca a mí implicarme de otro modo. Llego con muchas ganas de conocer, aprender, escuchar y colaborar. Me hace mucha ilusión formar parte de un equipo y un proyecto que busca -y ya está ofreciendo- respuestas a los desafíos que afronta la Vida Religiosa hoy.

P.- ¿Cómo ha vivido su primera Asamblea como parte de la estructura de la CONFER?

CB: Para mí ha sido un tiempo muy valioso de escucha, de compartir y de experimentar la riqueza de caminar juntos. Eso sí, como la propuesta a este servicio ya estaba en marcha, también lo he vivido con los ojos y oídos muy abiertos, muy atenta a lo que iba ocurriendo, a lo que se expresaba, y con el interrogante en el corazón de si podré responder a lo que mis compañeros, y el propio equipo, esperan de mí. Ha sido una experiencia de mucha profundidad… y de mucha confianza.

Procesos internos

P.- La CONFER ha puesto durante su presidencia el foco en la restructuración para servir más y mejor a la vida consagrada y en la reparación por los casos de abusos…

JDS: Todas las congregaciones hemos vivido en estos últimos años procesos internos de reestructuración y de reorganización. Nos ha preocupado especialmente cómo seguir estando presentes en la sociedad, con el esfuerzo de querer asegurar el anuncio del Evangelio. En esto, desde los distintos carismas, hemos querido ser fieles a la vocación que hemos profesado. Es justo expresarlo y reconocerlo. Los abusos sexuales cometidos por algunos miembros de nuestras instituciones en el pasado nos han dolido y mucho. Pero lo hemos vivido con serenidad y compromiso.

El dolor de las víctimas nos ha permitido reflexionar y analizar en profundidad modos de proceder en el pasado poco acordes con la dignidad de las personas y en total contradicción con lo que anunciamos. A este respecto hemos logrado hacer un trabajo en conjunto que no habíamos imaginado como posible hace unos años. En esto las congregaciones hemos ido ganando en responsabilidad compartida. Aún nos queda mucha tarea por hacer, pero lo ya avanzado es significativo y valioso. Cuando escuchamos juntos el sufrimiento de las víctimas y sus necesidades las respuestas son también mucho más efectivas y responsables.

P.- ¿Qué acentos le gustaría marcar en este nuevo tiempo que comienza tanto al interior como al exterior de la CONFER?

JDS: Queremos seguir en la senda de la comunión con la Conferencia Episcopal Española, tanto en la respuesta que podamos dar sobre la realidad de los abusos, como sobre otras áreas de colaboración y misión compartida. La Vida Religiosa no puede ni quiere caminar al margen de nuestros pastores. Para procurar el bien común de la Iglesia hemos de remar todos en una misma dirección. Cada sector o grupo eclesial tiene su riqueza que aportar al conjunto. La Vida Religiosa acumula una sabiduría centenaria. Es una de sus grandes fortalezas. La Iglesia nos sigue necesitando. En ella estamos y en ella queremos seguir estando.

Todos los miembros de la Iglesia, también nuestros pastores, somos conscientes del momento político y social en el que estamos. La Iglesia, en su conjunto, tiende su mano para colaborar en la transformación de la sociedad, de sus estructuras, en favor siempre de la persona y su dignidad. Es nuestra voz común. La que brota del Evangelio. Una voz llamada a interactuar con otras voces, pero no por ello menos importante y prescindible. En esto la Vida Religiosa está a pleno pulmón con los demás miembros de la Iglesia.

Lo estamos por vocación y por convicción. En este sentido somos y seguiremos siendo proactivos en fomentar comunión eclesial desde dentro, desde las raíces que brotan de nuestro bautismo. Un sacramento imborrable en nuestra condición de creyentes. Esto es más fuerte que los avatares ocasionales que puedan ocurrir en el caminar de nuestra existencia. La comunión es un bien superior que vamos a preservar y procurar. La Verdad del Evangelio la buscamos juntos, y juntos la anunciamos y ofrecemos.

Fronteras

P.- ¿A qué desafíos debe responder la CONFER?

JDS: La CONFER asume los desafíos que tiene hoy en día la Vida Religiosa en el mundo en general y en España en particular. Unos desafíos brotan de la situación interna en la que se encuentran las distintas congregaciones. Otros, en cambio, surgen del contexto histórico en el que estamos. En cualquier caso, bien sea desde dentro o desde el contexto histórico, los desafíos internos y externos se entrecruzan y mutuamente se influyen. Los desafíos internos más inmediatos que tenemos se concentran en la intercongregacionalidad. Debemos seguir trabajando espacios de colaboración entre las diversas congregaciones, fomentando proyectos comunes de misión.

Esta misión, he aquí nuestro segundo gran desafío, ha de realizarse con los laicos. La misión compartida no está alejada de nuestros modos de anunciar el Evangelio y de llevar a cabo los proyectos concretos que el anuncio del Evangelio requiere. A lo largo de estos últimos años la Vida Religiosa en España ha avanzado considerablemente en estos dos desafíos, pero aún nos queda un camino por recorrer. Somos conscientes, por otro lado, de la debilidad institucional en la que nos encontramos ante la falta de renovación y de vocaciones. Pero no nos detenemos ni entristecemos por ello.

Jesús Díaz Sariego, presidente de la CONFER

Lejos de sucumbir, la escasez nos anima a perfilar cómo podemos seguir siendo significativos, aunque seamos menos en número, pero no en calidad. Aún no hemos descubierto del todo lo que la nueva realidad de la Vida Religiosa, a la que no estábamos acostumbrados hasta ahora, nos depara. Ser muchos en número tiene sus ventajas; pero ser menos también. Los comportamientos abusivos con respecto a las personas siguen siendo un desafío para nosotros como Vida Religiosa. Hemos de seguir trabajando para evitarlos lo más posible. No hablo ya solo de los abusos sexuales. También los abusos de poder y de conciencia.

Una dimensión de las personas muy delicada y que debemos abordar con máximo respeto y cuidado. La CONFER está en ello en colaboración con otras instituciones donde los profesionales, personas realmente admirables, nos ayudan y orientan. En esto, el Centro Psicológico de la CONFER está haciendo un trabajo excelente ampliando sus servicios y enriqueciendo su acompañamiento con nuevos profesionales.

A estos desafíos más internos se unen los desafíos de los que hemos hablado durante la trigésimo primera Asamblea. Me refiero a los que surgen de las fronteras. Desde la gran frontera de la vida y de la muerte en la que se encuentran millones de personas, hasta la frontera de la Iglesia y la sociedad secularizada. En esas fronteras coexisten otras no menos importantes: la frontera cultural, la frontera que se produce en las fracturas de las personas y los pueblos teniendo a la emigración como una de ellas.

CB: En estos momentos enfrentamos desafíos importantes. La Vida Religiosa, en medio de la fragilidad que vivimos, está llamada a un proceso de transformación profundo, como respuesta al cambio de época en el que estamos inmersos: un tiempo que trae consigo llamadas muy hondas. La CONFER tiene un papel fundamental: además de acompañar, está llamada a otear nuevos caminos y nuevas formas de dar respuesta. Nos toca caminar en medio de una realidad compleja, con comunidades que envejecen, vocaciones que disminuyen y también nuevas formas de presencia que, poco a poco, se van abriendo paso.

Es un contexto muy retador, en el que debemos tomar decisiones sabias y ayudar a crear las condiciones para que siga emergiendo la vida, ofreciendo respuestas proféticas y audaces. La Asamblea que hemos vivido estos días ha sido una muestra clara de que estamos respondiendo a esa llamada. He percibido con mucha fuerza lo que expresábamos en la clausura: lejos de estar desanimados por la situación que vivimos, se palpa un impulso muy bonito a dar respuestas valientes desde la humildad y la minoridad. Otro reto importante es seguir creando espacios de encuentro y de discernimiento compartido.

Cinta Bayo vicepresidente de la CONFER

Sabemos que la ruta de la intercongregacionalidad y la colaboración con otras entidades son caminos que están llamados a crecer. Necesitamos escucharnos, aprender unos de otros y dejar que el Espíritu nos siga hablando a través de la realidad. En todo ello, la CONFER tiene también un papel muy valioso. Y, por supuesto, estar atentos a lo que el mundo nos está pidiendo hoy. Fruto de esta Asamblea han ido resonando con fuerza las fronteras a la que la Vida Religiosa está llamada a transitar: la frontera entre la Iglesia y el mundo secularizado, la de la cultura, la de la vulnerabilidad –donde ha cobrado especial intensidad la realidad de la migración–. A estas, yo añado la frontera de los jóvenes. Me parece un lugar esencial donde necesitamos estar presentes, escuchar y dar respuesta.

P.- Los números y la edad de los religiosos no frena a la Vida Consagrada. ¿Cuáles son hoy las razones para la esperanza al interior de las comunidades?

JDS: La vocación a la Vida Religiosa conlleva en sí misma un modo de situarse ante la propia existencia. Los carismas llevan impregnado en sí mismos la virtud de la entrega, de la constancia, de la fortaleza. Nuestro esperar no responde solamente a las razones ocasionales que podamos encontrar para seguir adelante con alegría y entusiasmo. Nuestro esperar viene de Dios. Así lo percibimos. Él despierta en nosotros la esperanza. Es un camino más espiritual que meramente humano.

Esta convicción refuerza nuestro interior ante las dificultades del momento. No es una vocación para el momento. Es una vocación participada con nuestros hermanos, la de aquellos que nos ha precedido, como la de aquellos que vendrán después. Nuestras tradiciones carismáticas nos transmiten esta sabiduría de Dios. La esperanza, en este sentido, es el proceso de Dios con nosotros. Así lo sentimos y percibimos. Esta clave es tan fuerte que no nos dejamos encerrar por nuestros miedos y limitaciones.

CB: A la Vida Religiosa la caracteriza la búsqueda permanente de Dios, y es en esa búsqueda donde sigue viva la dinámica de ser llamada, convocada y enviada, más allá de la edad o del número que seamos. Esta llamada no caduca ni se reduce a una etapa vital: nos acompaña toda la vida. Me generan mucha esperanza los movimientos que percibo en nuestras comunidades cuando dejamos de mirarnos a nosotras mismas y vivimos apasionadas por la misión. Cuando buscamos la honestidad más que la perfección. Cuando la vida comunitaria huele a hogar, tiene las puertas abiertas, la diversidad se vive como una riqueza, y nos reconocemos en igualdad con los laicos.

También me llena de esperanza la fuerza con la que emergen las familias carismáticas, la apertura a procesos intercongregacionales y la colaboración con otras entidades; la creatividad para responder, desde nuestros carismas, a los clamores del mundo; y la sensibilidad creciente hacia lo comunitario, el cuidado de la Casa común y lo intercultural. Y, sobre todo, es estímulo la fidelidad cotidiana de tantas hermanas que siguen diciendo “sí” cada día.

Sucesores de Pedro

P.- La Iglesia vive el duelo por la muerte de Francisco y la alegría por el pontificado de León XIV. ¿Qué frutos deja el papado de Jorge Mario Bergoglio? ¿Y cómo está viviendo el comienzo de la era de Robert Prevost?

JDS: En la Asamblea hemos hecho mención agradecida a ambos. Francisco, jesuita, y León XIV, agustino. Dos familias religiosas con una aportación extraordinaria en la historia de la Iglesia. Nos alegra mucho poder constatar cómo la Vida Religiosa es requerida en estos momentos históricos para liderar la Iglesia. Ambos, como sucesores de Pedro, nos muestran algo más que el resultado de una mera voluntad coyuntural del momento. Lo vivimos como una fuerza de la gracia que inspira y refuerza la dinámica histórica de la Iglesia. No queremos olvidar el acompañamiento tan cercano a la Vida Religiosa de Francisco.

Su palabra nos ha ayudado a recuperar nuestra confianza en Dios, a abrir procesos de futuro para nuestras instituciones, a creer aún más en la vida que profesamos y, sobre todo, a despertar al mundo con la pasión que el Evangelio suscita. Todo ello con la alegría que ha de caracterizar a los consagrados por el Reino. Francisco y León XIV encarnan dos personalidades diferentes. Cada una de ellas tiene sus acentos y modos de hacer propios. Pero, estoy seguro, habrá continuidad en lo fundamental.

Es el proceso histórico de la Iglesia. Mientras Francisco tuvo la osadía de abrir caminos, León XIV tendrá la tarea de ayudarnos a transitarlos acompañados de la oración y la reflexión, especialmente teológica y filosófica. San Agustín, entre otros, será un gran referente. Hemos de cultivar la interioridad, el refuerzo interior, para escuchar mejor la presencia de Dios en el mundo y hemos, al mismo tiempo, ser ciudadanos de este mundo incorporando los clamores y sufrimientos de nuestros contemporáneos.

CB: El legado que Francisco nos ha dejado es inmenso. En primer lugar, su capacidad de comunicación: supo hablar con un lenguaje sencillo, directo y profundamente humano, que llegaba al corazón de las personas, creyentes o no. Hizo que el Evangelio sonara cercano, posible, encarnado en la vida real. En segundo lugar, la apertura de procesos irreversibles: impulsó dinámicas profundas que han marcado un antes y un después en la Iglesia. Algunos ejemplos son el compromiso firme con la “tolerancia cero” ante los abusos, el cuidado integral de la Casa común y la sinodalidad como modo de ser Iglesia. Son caminos que ya no tienen marcha atrás. En tercer lugar, una Iglesia de puertas abiertas: Francisco nos dejó un mensaje profético e insistente: “En la Iglesia cabemos todos, todos, todos”. Esa radical inclusión expresa el corazón del Evangelio y el rostro de la Iglesia que queremos ser.

Respecto al comienzo del pontificado de León XIV, como muchos, lo vivo con expectación. Me gustaría que los procesos abiertos en los últimos años sigan avanzando, porque aún queda mucho camino por recorrer. Por lo que vamos viendo y escuchando, León XIV, con su propio estilo y sensibilidad, parece decidido a dar continuidad a los procesos iniciados, reforzando las claves del compromiso por la paz, la unidad, el lugar de la mujer en la iglesia, la sinodalidad y el impulso misionero. Es un tiempo nuevo, que tiene como base un legado muy sólido y que, ojalá, nos siga invitando a ser una Iglesia en salida cada vez más sinodal, cercana y fiel al Evangelio.

P.- Los dos últimos papas son religiosos. ¿Está de moda la vida religiosa?

JDS: No sé si la Vida Religiosa está de moda o no. Lo que sí puedo constatar es que la vida religiosa, frente a lo que algunos piensan, no forma parte del pasado, sino del presente y del futuro. Ya Benedicto XVI nos decía que no debemos prestar atención a los agoreros, falsos profetas, que pregonan el fin de la Vida Religiosa. Estos, fijándose quizás solamente en los datos externos, pasajeros, olvidan el hilo conductor permanente que no se ve a simple vista, pero que si embargo está. No porque no veamos el sol durante la noche este ha dejado de existir. La Vida Religiosa será de otra manera el día de mañana. Pero será. Su larga memoria de siglos logra, como así lo ha demostrado, la necesaria creatividad y adaptación a los signos de los tiempos. Este dinamismo creativo la permiten vivir cada presente adelantando la promesa de Dios que nos lanza hacia el futuro.

CB: No sé si la Vida Religiosa está “de moda” –y quizá tampoco es eso lo más importante–, pero sí es cierto que, además de los dos últimos papas, en los últimos años también se han nombrado a religiosas y religiosos para asumir responsabilidades dentro de la Iglesia. Más que una cuestión de tendencia, esto refleja que la Vida Religiosa ofrece algo valioso a la Iglesia: una mirada desde la comunidad, desde la itinerancia, desde los márgenes, desde la misión compartida con los laicos, desde el deseo de vivir con radicalidad el Evangelio. Y quizás, en este tiempo de tanto cambio, esa experiencia compartida de vida fraterna, de discernimiento y de misión esté resultando especialmente significativa.

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