El papa Francisco ha aparecido en el balcón central de la Basílica Vaticana para, rompiendo su reposo prescrito por los médicos, ofrecer su mensaje de Pascua y dar la bendición ‘Urbi et orbi’ a todos los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro y conectados por todo el mundo. Un solemne acto, tras la misa del día, en el que el pontífice ha estado acompañado por el cardenal protodiácono Dominique Mamberti. Francisco con su propia voz ha dicho :“Queridos hermanos y hermanas, ¡Buena Pascua!”. Ante el aplauso, acto seguido ha pedido directamente al Maestro de las Ceremonias Pontificias, Diego Ravelli, que lea el mensaje. Al concluir el Papa hizo un recorrido en papamóvil por toda la plaza y el inicio de la Via de la Conciliación, donde se han reunido unos 50.000 fieles, según las fuentes vaticanas.
En su mensaje el Papa alabró que “hoy en la Iglesia resuena finalmente el aleluya, se transmite de boca en boca, de corazón a corazón, y su canto hace llorar de alegría al pueblo de Dios en todo el mundo”. Mirando la tumba vacía de Jerusalén, Francisco proclama: “El amor venció al odio. La luz venció a las tinieblas. La verdad venció a la mentira. El perdón venció a la venganza. El mal no ha desaparecido de nuestra historia, permanecerá hasta el final, pero ya no tiene dominio, ya no tiene poder sobre quien acoge la gracia de este día”.
Por ello, añadió, a quienes “están sufriendo el dolor y la angustia, vuestros gritos silenciosos han sido escuchados, vuestras lágrimas han sido recogidas, ¡ni una sola se ha perdido! En la pasión y muerte de Jesús, Dios ha cargado sobre sí todo el mal del mundo y con su infinita misericordia lo ha vencido; ha eliminado el orgullo diabólico que envenena el corazón del hombre y siembra por doquier violencia y corrupción”. Y es que, “la resurrección de Jesús es el fundamento de la esperanza; a partir de este acontecimiento, esperar ya no es una ilusión. No; gracias a Cristo crucificado y resucitado, la esperanza no defrauda”.
Además, clamó el Papa: “¡Cristo ha resucitado! En este anuncio está contenido todo el sentido de nuestra existencia, que no está hecha para la muerte sino para la vida. ¡La Pascua es la fiesta de la vida! ¡Dios nos ha creado para la vida y quiere que la humanidad resucite! A sus ojos toda vida es preciosa, tanto la del niño en el vientre de su madre, como la del anciano o la del enfermo, considerados en un número creciente de países como personas a descartar”. Vida que se pierde “cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo”, en la violencia que “percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños” o el desprecio “hacia los más débiles, los marginados y los migrantes”.
Por ello, deseó volver “a esperar y a confiar en los demás —incluso en quien no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con costumbres, estilos de vida, ideas y hábitos diferentes de los que a nosotros nos resultan más familiares—; pues todos somos hijos de Dios”.
Por ello, Francisco reclamó especialmente que “la paz es posible”. “Que desde el Santo Sepulcro —Iglesia de la Resurrección—, donde este año la Pascua será celebrada el mismo día por los católicos y los ortodoxos, se irradie la luz de la paz sobre toda Tierra Santa y sobre el mundo entero. Me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino”. El Papa denunció, además, “es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo”, por lo que mostró su cercanía “a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz”.
También pidió por “las comunidades cristianas del Líbano y de Siria —este último país está afrontando un momento delicado de su historia—, que ansían la estabilidad y la participación en el destino de sus respectivas naciones. Exhorto a toda la Iglesia a acompañar con atención y con la oración a los cristianos del amado Oriente Medio”.
Más allá de esta zona, tuvo “un recuerdo especial al pueblo de Yemen, que está viviendo una de las peores crisis humanitarias ‘prolongadas’ del mundo a causa de la guerra, e invito a todos a buscar soluciones por medio de un diálogo constructivo”. También apeló a que “Cristo resucitado infunda el don pascual de la paz a la martirizada Ucrania y anime a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar una paz justa y duradera”.
También mencionó al Cáucaso Meridional y pidió oraciones para “se llegue pronto a la firma y a la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán, que conduzca a la tan deseada reconciliación en la región”. También pidió “propósitos de concordia en los Balcanes occidentales y sostenga a los actores políticos en el esfuerzo por evitar que se agudicen las tensiones y las crisis, como también a los aliados de la región en rechazar comportamientos peligrosos y desestabilizantes”.
Tanto a África, Francisco pidió la “paz y el consuelo” para “os pueblos africanos víctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur, y sostenga a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos, como también a los cristianos que en muchos lugares no pueden profesar libremente su fe”. Y es que, apeló, “allí donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las opiniones ajenas, la paz no es posible”.
Para lograr la paz reclamó, además el pontífice, “un verdadero desarme”. “La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme. La luz de la Pascua nos invita a derribar las barreras que crean división y están cargadas de consecuencias políticas y económicas. Nos invita a hacernos cargo los unos de los otros, a acrecentar la solidaridad recíproca, a esforzarnos por favorecer el desarrollo integral de cada persona humana”.
También el pontífice pidió que “no falte nuestra ayuda al pueblo birmano, atormentado desde hace años por conflictos armados, que afronta con valentía y paciencia las consecuencias del devastador terremoto en Sagaing, que ha causado la muerte de miles de personas y es motivo de sufrimiento para muchos sobrevivientes, entre los que se encuentran huérfanos y ancianos”. Por ello, “el anuncio del alto el fuego por parte de los actores implicados en ese país es un signo de esperanza para todo Myanmar”.
Más allá de los conflictos concretos, el Papa hizo “un llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo. Estas son las “armas” de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte”.
Francisco anheló que “nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un alma y una dignidad”. Además, con motivo del Año jubilar, deseó que “la Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos”, una amnistía propia de este tiempo de gracia.
Y es que, concluye el mensaje, “el Señor vive para siempre y nos infunde la certeza de que también nosotros estamos llamados a participar en la vida que no conoce el ocaso, donde ya no se oirán el estruendo de las armas ni los ecos de la muerte. Encomendémonos a Él, porque sólo Él puede hacer nuevas todas las cosas. ¡Feliz Pascua a todos!”