En un claro ejercicio de pragmatismo (o camaleonismo), Giorgia Meloni, quien con 19 años se grabara un vídeo reivindicando a Benito Mussolini (“fue un buen político, todo lo que hizo fue por Italia”) y quien hiciera carrera política en partidos herederos del fascismo como el Movimiento Social Italiano (MSI) y Alianza Nacional, será con 44 años, presumiblemente, la nueva primera ministra de Italia, aliada con Silvio Berlusconi (Forza Italia) y Matteo Salvini (Liga).
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Tras fundar en 2012 su propio partido, Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia), con el que en las elecciones de 2018 solo obtuvo el 4% de los votos, en las celebradas ayer, domingo 25 de septiembre, ha llegado al 26,2%, con lo que se supone que obtendrá una mayoría holgada para gobernar en el país transalpino.
Hostil a la inmigración
Ya no es que vuelva la derecha al poder tras una década de ejecutivos de izquierda y tecnócratas, sino que es la primera vez, desde la caída de Mussolini en 1945 y el regreso de la democracia, en que gobierna alguien que, de algún modo, reivindica buena parte de su legado.
Tras basar su campaña en un discurso hostil hacia la “agenda globalista” de la Unión Europea y la inmigración, donde choca fuertemente con la posición de la Iglesia católica y especialmente con la figura de Francisco, Meloni se acerca mucho más a los postulados eclesiales con su defensa de la familia tradicional y con su reivindicación de los principios cristianos.
Contraste con el discurso papal
Será más que llamativo comprobar cuál puede ser la relación entre un Bergoglio que ayer mismo, en Matera, reivindicaba que “el Reino de Dios se realiza con los migrantes”, y una Georgia Meloni que aúna la oposición visceral a esa fraternidad con citar, en pleno discurso de celebración de la victoria en Roma, nada más y nada menos que a Francisco de Asís, el ‘Poverello’, tal vez el santo más universal de la historia de la Iglesia.
Otra cosa es que esa cita (“empieza por hacer lo necesario, luego haz lo posible y pronto estarás haciendo lo imposible”), en un tiempo de imperio de las ‘fake news’, no es cierto que corresponda a san Francisco.
