¡Viva el Corcovado!

  • Un siglo después de que se pusiera su primera piedra, es el gran emblema de Brasil, pero a la vez la representación internacional más icónica de la fe católica de América
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Es el abrazo de la fe. La esperanza del Sagrado Corazón. Icono de un país, símbolo del catolicismo, destino de peregrinaciones. Testimonio del pasado, anuncio de lo que vendrá. Es el Cristo Redentor, la cima del monte Concorvado.



Cuando celebramos a Cristo Redentor, queremos identificar en él una nueva forma de ser Iglesia, un momento que está profundamente ligado a la perspectiva de Fratelli tutti, un monumento que trae una atmósfera muy convergente con todos los deseos del ser humano, del hombre de hoy, de la mujer de hoy”, expone el padre Omar Raposo, rector del Santuario de Cristo Redentor.

Un siglo después de que se pusiera su primera piedra, es el gran emblema de Brasil, pero a la vez es también mucho más: la representación más internacional de la fe católica de América. “La estatua de Cristo Redentor presenta a la Iglesia Católica en una postura de acogida, apertura y diálogo con la sociedad, como característica de los caminos trazados por el Concilio Vaticano II y por el papa Francisco en la encíclica Laudato si’, para la preservación de nuestra Casa común”, afirma Alejandro Pinheiro, coordinador del denominado Núcleo de Acervo e Memória del Santuario de Cristo Redentor.

Mucho por contar

“El rostro de Cristo, sereno y bondadoso en la cima, frente a la naturaleza de Río de Janeiro –añade–, representa la armonía del Verbo Encarnado con toda la creación y una invitación a los seres humanos a construir una sociedad más justa y fraterna”. Pinheiro es autor del libro fotográfico 90 anos de braços abertos para os grandes eventos (Prefeitura da Cidade do Rio de Janeiro), en el que muestra la enorme trascendencia de un monumento que supera los límites de Sudamérica.

El 12 de octubre, festividad de Nuestra Señora Aparecida, patrona de Brasil, se cumplirán noventa y un años desde su inauguración en 1931, bendecido por el cardenal Sebastião Leme. “Son noventa años de historia, mucho por contar, vivir y más de presentar a Cristo Redentor hoy, vivo, presente, creando conexión y relación con la sociedad. Cada carioca, cada brasileño, cada visitante, peregrino o turista experimenta algo nuevo”, añade Raposo, sobre la voz del Concorvado que se asoma desde el corazón del Parque Nacional de Tijuca.

“Este Cristo con los brazos abiertos se convertirá en paradigma de tantas otras realidades pastorales de nuestro inmenso Brasil”, continúa Omar Raposo, quien lo pone como motor de desarrollo sostenible y de defensa de la ecología, de diálogo de fe y de cultura, de interacción entre turismo y peregrinaje, de gestión entre lo público y lo privado, entre la administración pública y la Iglesia, entre lo social y lo religioso.

Muerte y resurrección

El Cristo Redentor es además historia, porque por sí mismo, como regalo de la Iglesia a Brasil, contiene el origen mismo del país brasileiro: es resurrección y a la vez es cruz. “De hecho, el pasado y el futuro están representados en la cima del monte –como proclama Pinheiro–. Un miércoles después de Pascua, el 22 de abril de 1500, los barcos portugueses avistaron un cerro, al que llamaron Pascoal. El primer nombre de Brasil, Terra de Santa Cruz, fue un preludio del monumento al Corcovado, que también puede entenderse como un Monte Pascoal. Allí, el 12 de octubre de 1931, se inauguró el monumento que representa la muerte y resurrección de Jesús”.

Y es presente porque es, también, el Sagrado Corazón de Jesús que con sus brazos envuelve la Bahía de Guanabara. Lo ha destacado alguna que otra vez el arzobispo de Río, Orani João Tempesta: “Es desde allí que la bella escultura expresa el vigor de su mensaje –describe el cardenal–. Del corazón, que simboliza el latido de la vida, brota el gran gesto de amor que Dios Padre da a la humanidad en su Hijo, nuestro Señor. Si nos arrojamos a los brazos que la espiritualidad de Cristo Redentor, seremos acogidos en su corazón”.

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