La semana pasada fue inédita. Francisco seguirá marcando agendas y compartires en las redes. Todo lo que está pasando es inédito y a nivel comunicacional es como una inmensa locura. El mundo quiere expresarse sin parar de una manera distinta, copiando a Francisco en palabras y gestos. El mundo necesita de esta bocanada de aire puro para todo lo que está viviendo en formas tan desgarradoras como extremas.
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Francisco fue, de los líderes del mundo, la representación más diversificada en cuanto a la geografía. No es lo mismo que muera un presidente de un país, por más poderosos que sean los países. El Papa tiene una representación legitimada en todo el mundo. Las muestras de amor y reconocimiento llegan de todos lados. La gente está siendo protagonista como nunca antes. El último Papa que murió en ejercicio fue en 2005 y hoy, en 2025, todo el mundo –desde los 10 años hasta los 90 años– tiene un teléfono con internet en la mano y redes sociales. Todo el mundo está participando activamente de esto. Es un acontecimiento único, irrepetible y trascendente.
Parado y sentado
Francisco estuvo años de pie. Luego lo vimos en una silla de ruedas. Y su última y deseada aparición la hizo sentado en ella. Miró a las personas de pie y miró por última vez a las personas en la plaza sentado en esa silla. De pie y sentado, siempre cercano, mirando a los ojos porque, tal como le dijo a un sacerdote amigo de él, “cuando paso entre la gente procuro mirar a los ojos de algunos… sé que estoy mirando los ojos de todos”.
Nos queda para siempre esta imagen del hombre que conduce a la Iglesia dejándose conducir, mostrando su fragilidad y entre la gente hasta el final.
Francisco, hoy, está hablando mucho más allá de su partida. Hizo que cada persona se sintiera única. Él aprendió de Jesús, que nos enseñó a llamarlas a cada una por su nombre. Cada una insustituible. Sagrada. Irrepetible como lo que cada una quiere expresar en estos días.
Y el mundo vio a Francisco asomarse para dar su última bendición sentado, cansado, pero con su espíritu en pie, como estuvo María estaqueada, a los pies de la Cruz.
Descubriendo su mirada
Creyentes y no creyentes se dan cita en las redes. Algunos amigos se acercan para decir: “a pesar de ser creyente nunca le hice caso a la religión ni a la iglesia. Por eso mismo tampoco al Papa. Ahora descubrí realmente su dimensión humana. Un poco tarde, pero al menos he podido valorarlo en su justa medida”.
Se habla de su legado en todas partes, aunque una gran mayoría recién empieza a conocer su Magisterio, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Tenemos una gran tarea por delante.
La Iglesia en salida, la que es hospital de campaña, la que transita más allá de los muros, la que quiere vivir la sinodalidad y no tener aduanas para la gran participación del resonante “todos, todos, todos” de Francisco, la que nos compromete más que nunca a la verdad y la transparencia, hoy tiende puentes al mundo.
Nos toca ahora aprender a mirar a los ojos de verdad. Persona a persona. Acaso podamos ser más libres y dignos si nos proyectamos, desde cada rincón, sentados sobre sus ojos. Alineados a esos ojos de Francisco que dieron alegrías y certezas en cada mirada. Viendo la historia plena de promesas cumplidas. Buscando el Camino, la Verdad y la Vida llenos de abundancias. Pidiendo a Dios que nos conceda un espíritu de trascendencia. Llamándonos a una espiritualidad encarnada y sencilla que nos busca en los pequeños para construir el Reino.
Al decir de Don Pedro Casaldáliga: “Llamados por la luz de Tu memoria, marchamos hacia el Reino haciendo Historia, fraterna y subversiva Eucaristía”.