Tribuna

¿Por quién doblan las campanas?, por José Bono

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Me pide el director de Vida Nueva unas palabras para acompañar en la oración de la Pascua de Resurrección al Papa Francisco. ¡Qué honor! Tras darle unas vueltas, he creído que lo mejor es glosar tres citas cuyo contenido comparto vivamente.



La primera es del poeta John Donne (1572-1631): “¿Quién no presta oídos a una campana cuando tañe? (…). Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. (…) La muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.

La segunda cita abunda en la misma idea que la anterior y, quizá, sea políticamente incorrecta para algunos, pero me gusta. Es de Gabriel Rufián, diputado de ERC con quien tengo evidentes diferencias, pero con el que comparto afecto sincero: “Esta no es la mayor pandemia y crisis sanitaria, humanitaria y económica que haya habido nunca. Ni tan siquiera es la mayor pandemia a la que se haya enfrentado nuestro tiempo o nuestra generación. Esta es la mayor pandemia y crisis sanitaria, humanitaria y económica de nuestra latitud. Aquello que creíamos que solo pasaba más de allá de las concertinas, está aquí. Aquello que creíamos que solo pasaba en una tienda de campaña embarrada en mitad de la nada, está aquí. Aquellos que creíamos que solo pasaba en una patera en mitad del Mediterráneo, está aquí”. Antes de esta pandemia existían otras pandemias. Pero eran pandemias de otros. Ahora nos duele a nosotros. Ahora enfermamos nosotros. Ahora morimos nosotros o los nuestros.

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Una hilera de personas espera a recoger alimentos ante una parroquia de Barcelona

La tercera cita es de la Biblia, del Génesis, cuando Dios pregunta a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel? Contestó Caín: No sé. ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano? Replicó Yahveh: ¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde la tierra”.

Dar de comer al hambriento

La sangre, el hambre, la muerte de tu hermano “clama desde la tierra”. En este confinamiento por causa de la pandemia del COVID-19 no me importa, al contrario, me alegra coincidir con Rufián. Me reafirmo en mis convicciones socialistas y cristianas: el juicio a nuestras vidas solo merecerá un veredicto favorable si, cuando vimos a alguien con hambre, le dimos de comer o desnudo y le vestimos. Lo demás son cuentos que no cuentan la verdad.

No vale el “sálvese quien pueda” porque esta pandemia no tiene solución local, se mire como se mire. Solo saldremos juntos. Como pide el Papa, será necesaria la corresponsabilidad de todos: blancos, negros, de izquierdas, de derechas, hombres, mujeres, creyentes, ateos, mayores o jóvenes, ricos y pobres. Lo ha dicho claramente Francisco en la bendición urbi et orbi: “Este no es el tiempo de la indiferencia (…). El mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido”. Pues eso. Apoyar al prójimo no solo es bueno por ser moralmente correcto, sino porque es lo más inteligente.

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