Tribuna

Papa Francisco, “has sido maestro y hermano mayor”

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Francisco nos ha dado a conocer a Dios Padre y amigo, al Dios que siempre da sorpresas. Un Dios que nos ha mostrado que no se deja encapsular, sino que siempre nos desinstala por medio de su Espíritu. A ese Dios Padre es al que se ha ido. Se ha ido a Dios dándonos una nueva sorpresa: el vernos en esta Octava de Pascua sin su presencia, la de aquel que siempre ha sido Pedro.



El Papa de la misericordia y de la esperanza se nos ha ido a la casa del Padre en una fecha en la que la liturgia pascual de la Iglesia no permite celebrar un funeral. Es el Papa de los signos provocativos hasta el final. Y sabemos, y eso es lo que queremos decir hoy dándole la mano al papa Francisco, que la muerte no tiene la última palabra sobre nadie, tampoco sobre su vida.

encuentro de la cúpula de la Conferencia Episcopal Española con el Papa el 31 de mayo

El cardenal José Cobo, el arzobispo Luis Argüello y el obispo César García Magán, tras su audiencia con el papa Francisco en mayo de 2024

Ha sido alguien querido. Los encuentros con él han sido de familiaridad y de gran hondura. Ha sido maestro, hermano mayor que siempre, en cada encuentro, dejaba ver su vinculación al pescador de Galilea. Siempre dejaba ver quién era él: el seguidor de Cristo, su amigo y su Señor. Y así nos ayudó a todos a escuchar lo que Dios tenía que decir en cada momento.

Año de la Esperanza

Por eso quiso que este 2025 fuera un año especial, que inauguró como el Año de la Esperanza, esa que hoy nos ayuda a superar la tristeza y a mirar juntos como Iglesia. Es el gozo que produce saber que el Señor resucitado está con nosotros y siempre da la mano a sus hijos.

Francisco ha sido un discípulo de la Pascua y nos ha ayudado a mirar lo importante: no el hacer las cosas, sino el mirar con ternura y amor a la vida. Mirando siempre hacia adelante y dando la mano a todos, así ha conducido a la Iglesia hacia el futuro. Creo que Francisco siempre nos ha enseñado a mirar hacia adelante sin miedos, y nos ha inoculado a todos esa confianza tan del Evangelio de mirar sabiendo que estamos en las mejores manos: en las de Dios, y que estamos con las mejores herramientas, que son las que nos da el Evangelio.

Su servicio a la Iglesia ha sido hasta el último aliento, y ha venido marcado por el celo apostólico del creyente profundo, que siempre nos ha ayudado no a mirarnos a nosotros mismos, sino a mirar la misión que tiene la Iglesia en este tiempo, y a mirarlo con esperanza y sin miedo. Cargó sobre sus hombros la misión de conducir a la Iglesia, a ver lo que Dios quería de ella, a golpe de fraternidad y de sinodalidad.

Una Iglesia que es madre

Por eso, Francisco no se fijó tanto en la institución de la Iglesia, sino que ha tenido muy en cuenta que la gente pudiese estar en la Iglesia; que la gente, sea quien sea, aquel “todos, todos, todos”, aprendieran que la Iglesia es madre que acoge a todos y que está llamada a servir y a amar. Así, nos ha dejado esta semilla como la forma de afrontar el futuro.

Este Papa que siempre ha mirado hacia adelante, siempre ha querido renovar –desde el Concilio Vaticano II– nuestra Iglesia, nos ha hecho volver a nuestras fuentes.

Desde aquella exhortación ‘Evangelii gaudium’, Francisco nos colocó en las bases de cuanto él ha intentado realizar: renovar el encuentro personal con Jesucristo y, cuando no lo consiguiéramos, dejarnos encontrar por Cristo. Él siempre nos lo decía: “Cristo siempre nos busca”.

Así ha conducido a la Iglesia sabiendo que es servidora, que no es solamente una institución, sino que es el Pueblo de Dios que camina entre los pueblos bajo el imperativo de la fraternidad y la evangelización. Así miramos al futuro.

Que descanse en paz y que su papado quede sembrado para siempre con la esperanza de este Año Jubilar en la vida de nuestra Iglesia.