Tribuna

La Madre Félix y la oración

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Sobre la oración, el Catecismo de la Iglesia Católica dice: «¿Qué es esta oración? Santa Teresa responde: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, 8).



La contemplación busca al “amado de mi alma” (Ct 1, 7; cf Ct 3, 1-4). Esto es, a Jesús y en Él, al Padre. Es buscado porque desearlo es siempre el comienzo del amor, y es buscado en la fe pura, esta fe que nos hace nacer de Él y vivir en Él. En la contemplación se puede también meditar, pero la mirada está centrada en el Señor» (2079).

Estoy convencido de que, de tener la oportunidad de preguntarle a la Madre Félix por la oración, me respondería algo muy cercano: un camino de atención a lo interior para estarse amando al Amado.

La oración será camino para que los ojos estén fijos en el Señor y tener siempre en cuenta que, en todo momento, Dios está presente y es así. Por su poder Dios está en todas partes y Dios nos ve, Dios nos contempla también, nos mira.

Orar

La oración es camino

Muy probablemente, la Madre Félix, transitando el camino de la oración, aprendió a deletrear desde su corazón la humildad, maestra de verdadera atención, en cuanto que nos ayuda a apartar esa atención de nosotros mismos para dirigirla, en mente y corazón, hacia el Señor.

Si nos miramos solamente a nosotros mismos, con nuestras limitaciones y nuestros pecados, tomará cuerpo en nosotros con suma rapidez la tristeza y el desconsuelo, lo comprendió bien temprano San Juan Pablo II. La oración es camino para salir de nosotros, dentro de nosotros, para adentrarnos en la espesura del misterio que nos ha creado por amor. Ese misterio que desnuda al hombre en otros misterios de amor para llenar el corazón de esperanza, iluminando nuestra menta con la luz de la verdad.

La oración también es un camino de silencio. Un silencio que escucha. Un silencio donde arde la verdad que nos revela y se revela, puesto que en él está la verdad solo en tanto en que participa de la verdad. Una verdad que es Cristo, ya que solo Él puede llenar plenamente la verdad de sentido y de palabra.

Una que, justamente, por ser Cristo, abre el horizonte del ser humano para poderse reconocer como lo que es, para lo que fue hecho y está aquí. Por esto, la Madre se entregaba como párvula al Señor, en sus brazos a través de la oración. La oración abraza con ternura y misericordia todo lo que somos, lo que forma parte de nuestra vida.

Orar es un caminar confiado

Orar es un caminar confiado hacia una fuente que transforma la sombra que pasa de un santo amor en palabra blanca que se eleva al altar, como cantó Antonio Machado, poeta que tanto estimó la Madre Félix. Porque, me arriesgo a afirmar, la oración tiene en su esencia algo de poético, al menos, como antiguamente se concebía la poesía, pues, en gran medida, orar es caminar, entre lluvias y manantiales, hacia la belleza.

Una belleza que no es otra cosa que la organización debida a los impulsos del corazón destilados por una amistad con Cristo. Esa sublime belleza que ubica al propio corazón humano frente a un abismo secreto donde recostar el rostro sobre el Amado, a buen decir de San Juan de la Cruz, y que a la Madre Félix le sirvió de ruta para comprenderse gota mísera frente al infinito océano de la misericordia de Jesús.

No podemos, por supuesto, dejar de tocar la poderosa influencia que sobre el ejercicio de la oración de la Madre tuvo San Ignacio de Loyola. Un hombre que tuvo una conciencia y comprensión tan íntima, tan personal, tan apasionada, pero tan ordenadamente racional, de la oración, es una fuente inagotable.

Una fuente que comprende la oración como una búsqueda, pero también como un hallazgo de Dios. Buscar y hallar a Dios en el pensar, en el hablar, en el callar, en el hacer, en el trabajar, en el descansar, en la celebración de los sacramentos, en orar, en el vivir. Paz y Bien, a mayor gloria de Dios.


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor del Colegio Mater Salvatoris. Maracaibo – Venezuela