Tribuna

Jornada Mundial para la Vida Consagrada: Abrirnos a un nuevo horizonte

Compartir

El modelo eclesial se ha transformado con los años y uno de los cambios radica en aunar en la misión a consagrados y laicos, que eran colaboradores dentro de las congregaciones. Hoy abrimos los ojos a un nuevo horizonte: vivir la misión de la Iglesia que une por igual a laicos y consagrados, desde la escucha a los signos de los tiempos y conscientes de la llamada que nos hace la Iglesia a evangelizar en Misión Compartida.



Uno de los frutos del XVI Capítulo General de nuestra Congregación (2021) fue precisamente la llamada a afianzar la participación de los laicos en nuestro carisma y la necesaria implicación de todas las hermanas en el campo de la Misión Compartida. Desechar el miedo a perder nuestra identidad como personas consagradas, pensando que los laicos actúan como religiosos y que los religiosos actúan como laicos sin saber quién es quién, sino de un enriquecimiento mutuo.

Partimos de 1911, cuando santa Genoveva Torres como fundadora, en los inicios, no puso obstáculos para compartir el carisma con personas que, junto con las Religiosas Angélicas, se unieron en la misión de acompañar y ser consuelo en la soledad para otras personas necesitadas. Ella junto con las hermanas comenzaron a formar lo que hoy denominamos Familia Genoveviana. Nos deja un camino comenzado y por recorrer, conscientes de que el propio carisma debe ser renovado partiendo del firme convencimiento de que el Espíritu del Resucitado es el protagonista de la misión.

Los designios del Padre, que nos ha llamado a la Iglesia y congregado en torno al don recibido por santa Genoveva y por nuestras hermanas que nos han precedido, nos pone ante el gran desafío que se basa en la confrontación entre la pobreza y temores humanos que nos pueden paralizar en el camino y el testimonio evangélico del Reino que Dios nos ha invitado a dar como respuesta a la llamada de amor, donde la fe en Él nos ayuda a hacer frente a las dificultades.

Plantar la semilla de nuestro carisma

Nos impulsa a vivir desde las dimensiones de la pastoral social, sanitaria y carismática. Nos exige un estilo de vida coherente y cercano a nuestros hermanos más necesitados y un conocimiento e identificación vital con las personas. Abrazando las nuevas fronteras de misión, que implica no solamente el ir a nuevos territorios para llevar el Evangelio, sino también afrontar los nuevos contratiempos en los lugares concretos en que nos encontremos, plantando la semilla de nuestro carisma en todas las personas que quieran ser conocedoras de este y sin cansarnos de hacer el bien. Nos implica a trabajar por una Iglesia en comunión de comunidades, carismas y ministerios. Con un estilo de misión apostólica en diálogo de vida y discernimiento permanente.

Dice el papa Francisco a los jóvenes que “la Iglesia del futuro será la Iglesia que sabrá escuchar de verdad a las personas. Es el camino de la Iglesia”. Y en ese camino de escucha y de acompañamiento al prójimo es en el que nos encontramos las Angélicas.

Lea más: