Con lágrimas o sin lágrimas en los ojos todos hablamos y nos admiramos de los gestos de Francisco. Repasemos… saludo amable, escucha atenta, sentido del humor, interés por todos, los zapatos de siempre, sencillez y austeridad, empatía, cariñoso con los niños, ancianos, enfermos, cercanía… y los que al lector se le ocurra, recuerde y emocione.
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¿Por qué nos llaman la atención esos gestos? ¿No debiera ser lo normal, lo deseable de cada uno?
Cuando leí ‘Fratelli tutti’, con asombro vi un trío de números (222, 223 y 224) titulados ‘Recuperar la amabilidad’. Lo primero que se me ocurrió fue pensar ¡qué mal que debemos estar para que el Papa en una Encíclica nos diga esto! Claramente el título expresa de una amabilidad que no tenemos, que existe y que es posible. La amabilidad es un valor social que se funda en el respeto, el afecto y benevolencia en nuestra forma de relacionarnos con el otro[1].
Francisco no se hizo el desentendido. En un importante documento que habla de un llamado a ser todos hermanos, habla positivamente, dice hay que recuperarla; no dice no existe, dice que está y nos da el modo para vivir eso que confía podemos lograr: Dejar el “sálvese quien pueda”[2].
Francisco, en síntesis, fue amable. Como él lo dice en su encíclica, la amabilidad es un estado de ánimo afable, suave, que sostiene y conforta, quien es amable ayuda a que la existencia de los demás sea más soportable, sobre todo cuando tienen problemas, urgencias, angustias. Tiene diversas formas: cuidar de no herir a los demás con gestos o expresiones, decir palabras de aliento, de consuelo, regalar una sonrisa[3]
Sus padres, sus abuelos, le enseñaron a ser amable, la gente de las villas le mostraron el arte de la amabilidad con un mate, una sonrisa, una gratitud. Hoy escuchando tantas anécdotas de sus 88 años vemos claramente que Jorgito, Jorge, el padre Jorge, Monseñor Bergoglio, el Papa Francisco fue una persona que hizo día a día el esfuerzo de ser amable y fue capaz de mostrar la convivencia “amable” por encima de los conflictos y las incomprensiones[4].
La amabilidad es una virtud humana que hace verdaderos cristianos a los seguidores de Jesús, es mirar al prójimo desde la dignidad que tiene, no se trata de hacerle un favor, es reconocer a un compañero de humanidad.
Vuelvo a la pregunta inicial ¿Por qué nos llama la atención? Creo que empieza por el reinado del individualismo que nos invita atropellar y a la vez nos da amnesia de los gestos que no están bien, que por ser consagrado, tener un cargo o una misión importante todos deben adaptarse a nuestro querer, parecer y (mal) humor. Gente que no le parece importante detenerse a tratar bien a los demás, a decir “perdón”, “por favor”, “gracias”. La amabilidad es la contracara de la crueldad.[5] Puede ser perfectamente atribuida a la falta de educación y formación.
¿Vara alta?
La amabilidad no es una actitud superficial o burguesa, constituye un estilo de vida que podemos tener por naturaleza y si no ¡habrá que tenerla por ejercitación! Es para todos, todos, todos, no es algo que me tienen que dar a mí, la tengo que dar yo y no esperar que el otro me la dé.
La misma ‘Fratelli tutti’ afirma: “Todavía es posible optar por el cultivo de la amabilidad. Hay personas que lo hacen y se convierten en estrellas en medio de la oscuridad. [6]
Como lo hizo Francisco con quien, a veces, no hemos sido amables. No lo dejamos ser amable con todos, nos enojamos porque era amable con quien no me gustaba o no lo era con quien yo quería y varios ejemplos más que enumerarlos sería falta de amabilidad.
Los argentinos no terminamos de dar el paso de Jorge Bergoglio a Francisco. Lo tuvimos con nosotros 76 años y no nos dimos cuenta, le enseñamos a ser pastor, lo nutrimos y mezquinamente le reclamamos que haya sido (según nuestras pautas) más amable con gente de otros países que no lo conocían.
En algún momento, pensando y rezando por el futuro Papa, me decía ¡Francisco le dejó la vara muy alta! No es así… Francisco puso la vara en donde tenía que estar, centrada en Jesucristo y rodeada de sencilla amabilidad.
Francisco… ¡No dejes de rezar por nosotros! ¡Hasta el Cielo!
[1] Diccionario de la RAE
[2] ‘Fratelli tutti’, 222.
[3] ‘Fratelli tutti’ 223
[4] ‘Fratelli tutti’, 223.
[5] ‘Fratelli tutti’, 223.
[6] ‘Fratelli tutti’, 222.