Tribuna

Adiós y con Dios: Merkel, el Papa y Europa

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Ahora, cuando Alemania despide con un aplauso unánime a su presidenta Ángela, recuerdo como Carlos M.  Sánchez, periodista de Vocento, desgranaba la personalidad de Merkel y subrayaba su ser creyente, su vivencia de la fe cristiana y del entorno en el que había crecido como hija de un pastor protestante “estricto” que tuvo que realizar su ministerio de un modo duro en la RDA comunista y atea.



Esto hizo que su infancia y juventud la viviera como una pequeña isla dentro de un mar socialista, estando cerca de un seminario, de una residencia para discapacitados atendida por evangélicos y de una granja sencilla en un entorno de agricultura y naturaleza. Realidades que, sin duda, le han marcado para siempre en su ser y hacer, así como en su pensar.

Se afirma que su personalidad ha estado fraguada por una fortaleza lograda en la debilidad y en la dificultad, ante la indiferencia o el desprecio; desde ahí se entiende que, para ella, “el Evangelio entró en ellos como la leche materna”, que  “la fe le enseñó que ir contracorriente a veces es lo adecuado” y que “hay que ser mejor que los demás para que te permitan estudiar”;  además, que “pensar  diferente a los demás puede ser correcto y adecuado”, que  “quería tener poder, antes en las moléculas y ahora en política” e, incluso, se comprende la utilidad de creer: “la fe en Dios me facilita muchas decisiones políticas”. Y, ahora, yo me pregunto: ¿aceptaríamos nosotros un discurso así de claro y explícito en lo religioso en un presidente español sin llegar a escandalizarnos?

Una Europa humana

Imagino, ahora que termina su carrera política, que a nuestros políticos les ha podido venir bien examinar con detenimiento el proceso de la crisis, la anterior y la actual, y el quehacer político de Merkel, a lo largo de estos dieciocho años en el poder, en lo que tiene de personalidad, criterios, coherencia, pasos, austeridad, servicio, organización y decisión; así como estar al tanto y tomar medidas concretas y directas que respondan a cuestiones económicas bases que posibiliten el trabajo y la dignidad. Que ha de ser la preocupación fundamental de los políticos, empleados de lo común y lo público, como ella se llamaba a sí misma.

Pero me pregunto además si, en el espíritu de Merkel, ha estado el cristianismo que estaba de fondo en aquellos (Schuman, Gasperi, Adenauer, Monet) que pensaron y soñaron una Europa humana y social; una Europa de  mercado común pero, sobre todo, de humanismo y justicia. Una fuente que, realmente, atienda a todas las personas de un  modo integral, respondiendo a  las necesidades materiales, culturales y espirituales de aquellos que necesiten beber de ese agua.

Es decir, intuyo que Alemania puede y debe ser un ejemplo en racionalidad técnica e instrumental, con su base cristiana de austeridad y exigencia, pero que no todo radica ahí… necesitamos, también, la corriente humanista, social, compasiva y de misericordia, la corriente de aquellos que soñaron y pensaron Europa. Para ello también necesitamos líderes cristianos.

Encuentro y solidaridad

Por eso me han gustado los encuentros de Merkel con el Papa Bergoglio. Junto a ella el Papa ha defendido la clave fundamental de lo humano. Para él, la persona ha de estar en el centro; de esta manera, defiende un humanismo social que atiende la dignidad de lo humano -con un fundamento también cristiano para los que creemos-, que supone una vida con valores integrales en los que, además, atendemos a necesidades culturales y espirituales.

Merkel y Francisco

Valores que hacen de este mundo, no sólo un valle de prueba y sufrimiento; no, queremos ver este mundo también como el lugar de la comunión, del encuentro, de la cercanía, del cariño, de la solidaridad, de la preocupación por los otros, de la fraternidad lograda y gozada en la verdadera dignidad de lo humano, de la apuesta por la justicia mirando al mundo desde los débiles y los pobres.

Por este camino va, sin miedo y campando a sus anchas, el mensaje diario y concreto del nuevo Papa en su mirada a Europa y al mundo. No pierdo la esperanza y continuamente pienso si algún día seremos capaces de renovar una Europa con buena mezcla de sentimientos, políticos convencidos –desde la convicción cristiana coherente- de un humanismo posible…

Humanidad fraterna

El Papa, en sus escritos, nos está animando a potenciar sociedades con valores humanos y espirituales, que se conjunten humana y divinamente: la ética de la racionalidad instrumental con la ética de la justicia, la acogida, el cuidado, la compasión y la misericordia. Porque, así, no me cabe la menor duda de que ganaríamos todos.

Hemos de buscar y necesitamos una política y una economía que añada a la eficacia – la ética del capitalismo- la sabiduría de los sentimientos sapienciales. La inspiración de otros filósofos como Gabriel Marcel, E. Levinas o M. Buber en la riqueza de los otros y en sus rostros como posibilidad de encuentro y de amor realizador, tener una visón más alta y completa al aceptar una trascendencia que eleva lo material a lo humanizado en el espíritu.

La visión humanista supone retos a más largo alcance, pero con más ideal de fondo fraterno y universal. Es hora de agradecer el servicio limpio de esta política de referencia para su país y para Europa, con una ética de la coherencia y del servicio. Ojalá esa eficacia se siga viendo bautizada por el sentido de una humanidad fraterna y universal a la que apunta el mensaje del papa Francisco.

No da igual qué espíritu esté de fondo de esta necesaria transformación y reforma en la Europa actual; hay que ir al fondo de las convicciones y apostar por aquellas que nos permiten seguir gozando del valor real y profundo de cada persona y de cada ciudadano.