Francisco de Roux. Jesuita. Fundador del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio

016-N.10-P

 

“El dolor profundo del país nos implica a todos”

Primera entrega de una extensa conversación con el padre Francisco de Roux, miembro de la Compañía de Jesús y fundador del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio. Al iniciarse el Año de la Misericordia, le preguntamos por las heridas más fuertes que ha causado el conflicto armado en nuestro país y por una respuesta a ellas que involucre eficazmente una economía centrada en el ser humano, en aras a la reconstrucción de Colombia. ¿Cuáles han sido los puntos decisivos para el avance de los diálogos de paz? ¿Cómo poner fin a la guerra? ¿Dónde estaría lo esencial para una metanoia personal y colectiva de los colombianos? A estas y otras preguntas responde el jesuita.

Al pensar en el impacto del conflicto armado sobre Colombia se viene a la mente la imagen de un ser humano herido. ¿Cuáles siente como las heridas más insoportables?

Mauricio-ArangoLo que encuentro en la crisis colombiana es una crisis espiritual profunda. No una crisis religiosa, sino espiritual. Nos hemos desbaratado a nosotros mismos. La dignidad humana ha sido vulnerada en niveles que sobrepasan todos los límites. Particularmente lo siento en la destrucción directa que se configura en las masacres… durísimas como la de Bojayá, por supuesto; como la de Barrancabermeja, de los 35 jóvenes; y, así, siguiendo la cadena de masacres que se cometieron en el país: más de 1.900, de las cuales unas 330 fueron hechas por las guerrilla y más o menos 1.400 fueron hechas por los paramilitares.

Durísimo el sufrimiento por las minas antipersona, que dejaron a muchos definitivamente lisiados, sin piernas, sin brazos, ciegos; y a niños muertos… El sufrimiento por los falsos positivos. Si hubieran sido diez o cien sería una realidad espantosa; por la forma como se configuran: muchachos cogidos en los barrios, llevados a la montaña, asesinados por hombres del Ejército y presentados como guerrilleros muertos en combate. Pero el número posiblemente pasó de tres mil y pone en evidencia una destrucción de la ética institucional del más alto nivel concebible.

Espantoso lo que han sido las desapariciones forzadas, los asesinatos en procesos extrajudiciales. El trato salvaje a la mujer: mujeres violadas de forma masiva en la guerra, utilizadas, sometidas. La utilización de los niños para la guerra; la manera como se los metió en estos procesos y se les obligó a aprender desde niños una ideología que ellos no comprendían y les clavaron la idea de que había que matar a los demás.

Eso es solo una descripción de hechos. Mucho más profundo es el silencio que las comunidades guardaron porque estaban sometidas al terror en esta situación de abandono y de ruptura. Muchos, obviamente, cogieron el camino de las grandes ciudades y hoy son víctimas desplazadas. Mucho más trágicos, todavía, son los sentimientos de odio que se acumularon por los sufrimientos espantosos de la guerra y generaron actitudes supremamente agresivas. En las clases dirigentes del país y en la clase media surgieron formas de odio y de rechazo que hoy se convierten en actitudes durísimas contra el proceso de paz por parte de quienes piensan que la única solución es la guerra.

Se ha dado una ruptura general del ser humano, de la que todos en Colombia somos culpables. Obviamente a niveles distintos. De lo que ha pasado somos responsables por lo que hemos hecho o por lo que hemos dejado de hacer. Y por eso el problema de la victimización y del dolor profundo del país nos implica de alguna manera a todos.

JUGARNOS LA VIDA POR LA PAZ

“La guerra no solucionó nada, ahondó la tragedia y el dolor y terminó en un infierno del que era casi imposible salir. Este infierno reclama un cambio honesto, una conversión de conciencia (…) Salir de la lucha violenta contra la injusticia y de las formas salvajes de la seguridad pide un cambio que permita ver la verdad y la barbarie de los hechos y asumir las responsabilidades de todos los lados. Solo desde este cambio de conciencia en todos nosotros será posible asumir el derecho y el deber de jugarnos la vida por la paz, sus condiciones y sus exigencias”.

¿Qué exige la misericordia frente a estas situaciones?

Lo primero es conseguir que la población colombiana, y sobre todo los sectores dirigentes, las iglesias, las organizaciones y, posteriormente, los líderes, se pongan en el riesgo de estar al lado de los que sufren, porque entonces se producen los sentimientos de la misericordia. Si no te pones a la intemperie ni haces lo que hace Jesús en el Evangelio, que es tan bello: puso su tienda de campaña en medio de nosotros, en medio del dolor humano, de la crisis, no es posible que sientas compasión verdadera; mientras no nos acerquemos al dolor del pueblo, al sufrimiento concreto de las víctimas; si no llegamos a las comunidades rotas por estos sufrimientos tan profundos; si no estamos próximos a las familias de los secuestrados, a las familias de los falsos positivos; si no hay cercanía, no es posible que se produzca el sentimiento profundo de la compasión en que uno se da cuenta de la barbarie en que nos hemos metido. Entonces, sí, el sentimiento que llama a la misericordia se hace evidente.

Cuando lloras por el dolor de tu hermano, comprendes y comulgas en lo más profundo con los sentimientos que lo toman y te das cuenta de la gran dificultad de salir de las realidades que nosotros hemos producido, empieza a funcionar la misericordia.

En el Año de la misericordia la primera llamada es a ponernos al lado del sufrimiento, porque nuestra sociedad de alguna manera ha hecho como el juego del avestruz, ha metido la cabeza entre la tierra para no ver lo que entre nosotros está pasando. El Papa ha llamado la atención sobre esta distancia nuestra del dolor humano real. Estamos demasiando ocupados en la administración de las parroquias, de los colegios, de la cátedra y las reuniones universitarias para ponernos al lado del pueblo real, de las 7 millones de víctimas de Colombia. Y, efectivamente, si diéramos ese primer paso de acercarnos al sufrimiento del pueblo, y si somos medianamente sicológicamente sanos, el sentimiento de compasión emergería y con la compasión el sentimiento de la responsabilidad, que es lo que lleva al amor eficaz. Una cercanía profunda a las víctimas del país, para estar al lado de ellas, acompañarlas, comprender su situación; es lo que nos puede llevar a actitudes nuevas donde la solución no es el odio, sino la búsqueda de salidas serías, que comienzan por la reconciliación entre nosotros. Esto que está pasando no puede seguir.

Movilización campesina.

Movilización campesina.

En muchas regiones del país se advierte una distancia entre la vida querida por la gente y los modelos de desarrollo impuestos. ¿Cómo vincular la economía con la misericordia?

La misericordia, que efectivamente surge de la compasión, del enorme sufrimiento de la gente, no puede ser una respuesta de darle regalos a la gente. Lo que hicieron, por ejemplo, Familias en acción o Familias guardabosques, regalando trescientos mil pesos cada mes, fue simplemente dejar a la gente clavada en la pobreza en los territorios de la guerra. La gente tiene una ilusión de poder vivir. Y las comunidades en las distintas regiones, cuando logran una visión de conjunto a partir de su cultura y del territorio donde viven, son capaces de expresar el sueño de vida que tienen para sus familias: eso es la vida querida.

Con los instrumentos que tenemos en la economía es perfectamente posible hacer una organización con los recursos naturales que se tienen y el capital humano de los pobladores para transformar esas posibilidades eficazmente mediante una producción en la que participen todos y todas; dentro de un mundo de mercado subordinado al ser humano y al cuidado de la naturaleza, para la producción y el acceso de todos a la vida que como seres humanos quieren vivir. Es decir, en la forma como quieren tener los alimentos, el tipo de alimentos que les importan; como quieren organizar su hábitat, dotar sus hogares, conservar las cuencas de los ríos, comunicarse, celebrar, descansar, educarse, las condiciones importantes para aceptar la llegada de empresarios al territorio, que aportan los conocimientos y traen capital que se necesita. Pero siempre hay que establecer con ellos que llegan a la región a empujar con todos la producción de la vida que la gente quiere vivir y siempre soñó tener, la cual implica, entre otras, la aproximación, hasta donde sea posible, al pleno empleo de las posibilidades de la gente para garantizar la producción de las condiciones básicas, en bienes y servicios, de la dignidad humana para todo el mundo.

En el fondo de eso está organizar una economía regional donde lo primero es la gente. Y lo primero que hay que producir en las regiones es elevar el valor regional; que nadie venga a una región a extraer los valores de la gente, como hace la empresa minera o la empresa petrolera, sino a acrecentar juntos el valor de la región. Y, por supuesto, el primer valor de una región es su gente. Y luego el valor del capital natural: el acrecentamiento del agua de los ríos, la vegetación, las montañas, la protección de las ciénagas, del pescado, de las especies locales. Y en armonía con la naturaleza, el acrecentamiento del valor de las cosas útiles que la gente produce; en un mundo de mercado, por supuesto, en un mundo abierto, pues no se trata de una economía de comunidad autárquica, sino de la producción en un mundo abierto, pero donde primero se organiza todo en torno a la vida querida por todos y todas, donde primero es la gente y la naturaleza y desde allí se participa en el mercado nacional e internacional.

Si uno trabaja en serio el estudio de la enseñanza social de la Iglesia se encuentra con una riqueza impresionante en esta dirección, que vale la pena dar a conocer con rigor. Y es justamente -y paradójicamente- lo que ha inspirado a economistas no católicos que basados en esos principios éticos llegaron hasta a ganar el premio Nobel de Economía. Tal es el caso de Amartya Sen, de Pikettyy, antes, de Vaneck. Todos trabajaron por una economía de la dignidad humana en un mundo de mercado. Por supuesto, el modelo colombiano está lejísimos de eso, hace casi exactamente lo contrario. A pesar de ser supuestamente un país católico, somos una de las economías más inequitativas del mundo.

La economía hoy tiene los elementos para garantizarles a las comunidades humanas eso que los economistas formulan como “la función de bienestar”. Si se incorporan todas las variables –incluidas las de la dignidad y el medio ambiente– se puede proponer “maximizar” dentro de condiciones de equidad y armonía con la naturaleza. Pero estamos lejos; hemos organizado el país lejos de la misericordia; hay que transformar la economía y ponerla al servicio de la gente.

La coca, por ejemplo, es, entre nosotros, la evidencia de campesinos que comprendieron las leyes del mercado. No les permitieron entrar, no les dieron condiciones para entrar dentro del mercado legal; entonces se mantienen en el mercado, pero en uno de los mercados más peligrosos del mundo, donde los precios y las transacciones se definen a bala y donde los negocios están manejados por las mafias internacionales. Prostituyen el campo para poder sobrevivir con sus familias en un mundo que les es adverso y los excluye. Al hacerlo, se ven sumergidos en la violencia. No quieren eso. Pero no tienen alternativas y se han visto forzados a construir una economía exactamente contraria a la vida que quisieron vivir.

LOS PUNTOS DECISIVOS PARA EL AVANCE DE LOS DIÁLOGOS DE PAZ

Padre Francisco de Roux

Padre Francisco de Roux

1. “La comprensión de cada una de las partes de que la guerra no conduce a ningún resultado dentro del propósito del bien común; de que los ideales de la guerrilla de justicia social en lugar de conseguirse a través de las armas cada vez se hacen menos posibles, pues exacerban el paramilitarismo y la reacción cada vez más dura de parte de la sociedad y de la comunidad internacional. La guerrilla entiende que la guerra no es el camino y que no va a llegar al poder a través de ella ni a sus objetivos. Por otra parte, el gobierno comprende que no va a poder vencer a la guerrilla a través de las armas y que hay que buscar la salida política. Esto significa que las dos partes entran a negociar para no levantarse hasta que no termine la guerra”.

2. “La confianza, el creer en el otro, un logro que poco a poco ha venido avanzando”.

3. “La presencia de las víctimas, que produjo un salto cualitativo en el proceso. Su testimonio hizo comprender a las dos partes que no estaban ante un problema militar ni un problema político sino ante un drama de sufrimiento humano que no había derecho para seguir profundizando con la confrontación armada”.

Miguel Estupiñán

Compartir