Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Sin contar mujeres ni niños


Compartir

Imagino que esta frase nos suena: “Los que comieron fueron unos cinco mil hombres (o cuatro mil en la escena narrada en Mt 15,38), sin contar mujeres ni niños” (Mt 14,21). Sabemos que los números en la Biblia no pretenden ser datos objetivos, sino simbólicos. Sabemos también que en la antigüedad se contabilizaban los ciudadanos propiamente, es decir, varones libres y, por tanto, quedaban excluidos mujeres y niños (que ni eran varones ni eran libres).



Podría parecer que esto solo es un recuerdo de tiempos superados o reminiscencias culturales que poco tienen que ver con nosotros, aquí y ahora. Podemos pensar que el lenguaje es indiferente y secundario o incluso que ahora nos estamos despendolando con feminismos y extremos, bla, bla, bla… Y puede que sí: todos somos conscientes de lo fáciles que somos a los excesos. Pero esta semana me ha hecho pensar algo más curioso aún: somos igualmente dados a la indiferencia, a la más increíble indiferencia. Dos datos:

  • El increíble Rafa Nadal. ¿Quién puede no admirarle? Alguien sencillo, amable, cercano, tenaz, con talento, respetuoso, capaz de sacrificio y esfuerzo… Lo tiene todo. Su última victoria en Australia le ha puesto de nuevo como portada de la prensa de todo el mundo y su nombre se ha proclamado en casi todos los idiomas del planeta. Toda una gesta. Ir perdiendo por dos sets en una final, tener 10 años más que tu contrincante y venir de lesiones tan serias, agranda su victoria. Aunque sin duda, lo que más se ha repetido es que por primera vez en la historia un tenista ha conseguido 21 Grand Slam. Por eso ha hecho historia. ¡El más grande!, ¡la mayor hazaña!, ¡nadie había hecho lo que él ha realizado!

Stefanie Graf, Serena Williams y Margaret Court

Y aquí viene el anacronismo y el golpe de realidad: seguimos sin contar mujeres ni niños. Tres deportistas antes que Rafa han superado estas cifras:

  • Stefanie Graf ganó 22 Grand Slam individuales y uno de dobles, más una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1984.
  • Serena Williams tiene 23 Grand Slam individuales, 14 en dobles y tres medallas de oro olímpicas.
  • Margaret Court cuenta con 24 Grand Slam individuales, 19 en dobles y 21 en dobles mixtos.

¡Ah, ya entiendo, las mujeres no se cuentan! Porque no he escuchado decir que sea el mayor palmarés del tenis masculino, sino el mayor logro tenista. Curioso, ¿no? Me llama la atención porque no nos llama la atención. Hay que fijarse mucho para verlo. E incluso viéndolo, al menos yo, he tenido la tentación de dejarlo pasar, de justificarlo o de no darle tanta importancia, no vaya a ser que me acusen de radical, de feminista o de extremista.

  • El “asesinato por frialdad”. René Robert murió hace unos días de hipotermia en París, a los 84 años, tras pasar unas nueve horas en el suelo –posiblemente por un mareo– hasta que un indigente llamó a emergencias. Sí, solo un sin-techo hizo algo. Muchos más lo vieron tirado en la calle pero no hicieron nada. Seguro que muchos hemos escuchado esta triste noticia. Lo que al menos yo no he escuchado tanto es que ese “hombre de la calle” era una mujer, una vagabunda llamada Fabienne, que socorrió a este hombre sin conocerle.

Rafael Nadal

Supongo que si la inmensa mayoría de medios siguió diciendo que “un hombre de la calle” fue quien ayudó a este conocido fotógrafo francés, muerto de un modo tan absurdo, no solo invisibilizó a la mujer por serlo –Fabienne–, sino porque además tampoco los vagabundos deben contar mucho en nuestro modo cívico de contar ciudadanos, ¿no?

Esto de que haya colectivos que, de por sí, no cuentan, sigue vigente y bien vigente. Ojalá al menos caigamos en cuenta cada uno de a quiénes invisibilizamos por sistema. Ojalá no pactemos con aquellos que invisibilizan a otros por sistema. Pueden ser colectivos completos, como las mujeres. Pero también pueden ser personas concretas y bien concretas que hemos decidido que no existen: no las miramos, no las saludamos, no las escuchamos, no contamos con ellas. No nos extrañemos que algún día caigan “muertas” a nuestro lado, por hipotermia o por pura indiferencia.