Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Por un VUCA vital y sinodal


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Hace ya años se empezó a hablar de la “utilidad” de sabernos habitando un entorno VUCA, es decir, un mundo que se mueve en la Volatilidad, Incertidumbre, Complejidad y Ambigüedad. Me cuentan que el término es un acróstico inglés que acuñaron en los noventa los soldados norteamericanos: ‘volatility’, ‘uncertainty’, ‘complexity’, ‘ambiguity’. Estamos en entornos VUCA cuando vivimos situaciones que nos desbordan, que la vida nos trae inesperadamente y para las que no nos sentimos preparados.



Solo hay que echar un vistazo alrededor para caer en cuenta que con vacunas o sin ellas, con Covid o sin él, la realidad es suficientemente compleja como para desbordarnos tantas veces. Más aún: echemos una mirada por dentro, a cada uno de nosotros. O a la Iglesia. Somos lo más distinto a un paisaje estable y monocromático sin matices ni contradicciones. No hay complejidad que no conlleve cierta ambigüedad; no hay incertidumbre que no nos amenace con sentir que casi todo es volátil, efímero. Y todo ello nos recuerda que apenas llevamos la iniciativa en la vida si por ello entendemos poder controlar lo que ocurre. Ni siquiera está en nuestra mano anticipar las reacciones de otros a nuestras decisiones.

Sugerencias

Y en estas situaciones cada uno hace lo que puede… Intentamos sobrevivir lo mejor posible. Y a la larga no funciona. Así que he mirado qué dicen los gurús de empresa sobre el VUCA. Toda sugerencia es bienvenida:

  • Frente a la volatilidad, necesitamos crecer en visión. No ser visionarios o vivir el presente pensando en el futuro nos agota y nos saca de nosotros mismos. ¿No será mejor pensar si tienen futuro las decisiones presentes, como decía Peter Drucker? ¿Acaso no es momento de centrarnos en lo esencial (que siempre tiene futuro) y dejar marchar lo que no lo es, por bueno que sea o haya sido?
  • Frente a la incertidumbre, comunión, comunicación. Buena comunicación, entendimiento, relaciones honestas. ¿No será momento de dejar de atacar para defendernos de nuestra propia impotencia o desasosiego? ¿Acaso no es momento de cambiar decididamente algunas costumbres en nuestro modo confuso de hablar, de expresarnos o pedir ayuda?, ¿no será momento de abandonar las medias verdades, los silencios incómodos o las frases hechas y llamar a las cosas por su nombre?
  • Frente a la complejidad, la claridad, la lucidez. O en clave del Génesis, frente al caos, el sentido, el logos, buscar alguna clave que nos ordene y nos ayude a leer e interpretar, ¡aunque nos duela! O en lenguaje matemático, pasar de sumar y sumar (y de paso hacer bandos) a integrar. ¡Ni siquiera multiplicar, ahora necesitamos integrar y habitar paisajes plurales! En el mundo social se habla de caminar hacia estructuras de “redarquía”, no de jerarquía. Pero en lenguaje eclesial, mucho antes de cualquier teoría VUCA, ya hablábamos de sinodalidad.
  • Frente a la ambigüedad, agilidad y firmeza. Quizá confundimos la diversidad de visiones con amenaza a nuestra posición o la necesidad de ejercer una sana autoridad con manipular a los otros desde el poder e infantilizarlos. ¿Acaso hemos hecho de la prudencia una coartada para la tibieza, el miedo y las medias verdades?

En resumen, motivos para vivir desbordados nos da la vida continuamente. Una suerte que la misma vida nos ofrezca la oportunidad de elegir lo esencial, de no dejarnos arrastrar por la ambigüedad cuando nos expresamos –aunque tenga consecuencias–, de huir de la toxicidad del caos permanente (sin-sentido), y, sobre todo, de apasionarnos con caminar juntos y no permitir que nadie tome decisiones por nosotros, ni siquiera en nombre de una pretendida comunión que nunca será sinodal, que nunca será comunión verdadera.