José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

¿Otra extraña oración?


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En el pasado mes de julio, a unas semanas de que fueran asesinados los dos padres jesuitas y el guía de turistas -por cierto: ya son tres meses en que no se ha podido capturar al asesino-, los obispos mexicanos, la Compañía de Jesús y la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos en México, convocaron a jornadas de oración, que incluyó una dedicada a orar por los victimarios.



“Pedir por los sacerdotes y fieles asesinados, por sus familiares y amigos, y por la paz en el país está muy bien -me decía, en esa ocasión, una señora, asistente frecuente a las misas dominicales-. Pero: ¿por los victimarios?”, remataba sorprendida, sugiriendo que ellos no merecen nuestras plegarias.

Creo que algo semejante puede pasar en este domingo. Las mismas instancias: obispos, jesuitas y superiores religiosos, están convocando el día de hoy a orar por los niños, adolescentes y jóvenes que han sido reclutados por el crimen organizado. Y es que alrededor de 250 mil no adultos se encuentran en riesgo de ser “invitados” a formar parte de la delincuencia organizada en México.

Foto: EFE

Dos son los motivos de esta “amable” convocatoria. En primer lugar, algunos narcotraficantes se han convertido casi en héroes nacionales, por lo que muchos adolescentes y jóvenes buscan imitarlos.

El pasado jueves, por ejemplo, en el Zócalo de la Ciudad de México, y en medio de los festejos por la independencia nacional, ‘Los Tigres del Norte’, uno de los grupos musicales de mayor impacto entre el pueblo, entonaron la canción ‘Jefe de Jefes’, que la narcocultura mexicana identifica con Miguel Félix Gallardo, quizá el mayor delincuente dedicado a la droga. Llama la atención que en esa tribuna casi se glorifique a un criminal de ese nivel.

Por otra parte, y en las regiones más pobres del país, reclutar niños para que se incorporen a las filas del narco es relativamente fácil, pues no tienen medios para negarse. O aceptan o ellos y sus familias sufrirán las consecuencias: despojos de sus tierras, secuestros, torturas, y hasta la muerte. Lo mismo dígase de los jóvenes migrantes, cada vez más acechados por los capos criminales mientras buscan llegar a México o a los Estados Unidos.

Ojalá, y a diferencia de lo sucedido el pasado julio, nadie se asombre por esta nueva plegaria, a la que se nos convoca para unir nuestros rezos por tantos menores que están en peligro de convertirse en nuevos criminales. No sólo se pide por los retiros juveniles o por los procesos vocacionales. No. No es otra oración extraña.

Pro-vocación

Ayer, en un noticiario televisivo, vi cómo durante muchos minutos se detallaban los preparativos para el funeral de la Reina Isabel II. Amplia cobertura se dio al permiso de portar uniforme de gala que el Rey Carlos III dio a su hijo Enrique. Ni una sola mención, en cambio, al descubrimiento de cientos de cuerpos ucranianos, torturados y asesinados por los rusos en su repliegue de Izium, situada al este de Ucrania. ¿Es tan importante enterarnos de lo que le sucede a la realeza británica? ¿Y de la invasión rusa a Ucrania no?