Rafael Salomón
Comunicador católico

Nuestros hijos: un cúmulo de ilusiones, esperanzas y deseos


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¡Cuidado! ¡Te lo dije! ¿Por qué lo hiciste? Frases que todos los padres de familia conocemos muy bien.



Comunicarnos con nuestros hijos es todo un arte, donde se requiere paciencia y entendimiento.

Aspectos que, en estos tiempos de crisis, ansiedad y hasta desesperación generan barreras que no son nada fáciles de superar, quienes somos padres de familia nos hemos enfrentado a situaciones tan diversas que en ningún libro encontraríamos la forma o la guía para resolver nuestros problemas.

Amarlos, educarlos, alimentarlos y caminar juntos

Se dice que nadie nos enseña a ser padres y coincido con ello, hay algunas herramientas, pero no hay nada que nos aclare en su totalidad.

En las diferentes etapas de nuestros hijos también encontramos grandes retos, que si son bebés o porque están en la primera infancia, adolescencia, juventud, inmadurez, en fin, las etapas están ahí y las recomendaciones van cambiando de acuerdo a la edad.

Sin embargo, las preocupaciones y problemas permanecen desde el momento en que fuimos llamados con el título adquirido por la vida.

Dicho sea de paso, la casa queda en silencio cuando no están los hijos, es un silencio doloroso, porque ellos le dan vida a nuestras vidas con sus ocurrencias, sueños, con su inocencia, sus lágrimas y con su despertar.

Los hijos tienen el poder de crear y destruir un momento, bastan unos cuántos segundos.

Su obediencia nos inspira y su desobediencia saca lo peor de nosotros. Amarlos, educarlos, alimentarlos y caminar juntos, es lo que ellos esperan, aunque a cierta edad nuestros hijos seguramente se irán a buscar sus sueños, como lo hicimos nosotros.

Mientras están en casa nos dan vida y sin duda nos hacen ser mejores, más fuertes y en ocasiones, por ellos, hacemos lo imposible.

La profunda tristeza en la que nos sumimos cuando se enferman, cuando las cosas no les van bien y especialmente cuando caen, nuestros hijos también duelen.

Que nunca se nos olvide esa alegría que se experimenta cuando por primera vez dicen mamá y papá, es una sensación difícil de olvidar.

Una gran responsabilidad

Ser padre es una actividad de la que no puedes decir que descansarás algún día o tendrás vacaciones, se es padre los 365 días durante toda la vida.

Nuestros hijos están llenos de ilusiones, de esperanzas y de deseos, hay que tener cuidado con esos corazones, porque se enfrentarán a un mundo en el que verán lo peor y lo mejor de la humanidad.

Debemos ofrecerles conocimientos, herramientas y sobre todo, darles la seguridad de que somos muy amados por nuestro Padre Celestial, actualmente algunos niños ni siquiera hablan o conocen del amor de Dios.

Un día en una fiesta infantil escuché a un pequeño de seis años que lanzó una frase con alegría: -¡Dios es un invento! Imagino a sus padres, convenciendo a ese pequeño, conversando con él para no creer en Dios.

Nuestros hijos serán nuestro espejo, algún día repetirán nuestras palabras y acciones. ¡Qué gran responsabilidad tenemos quienes somos padres de familia!

“Un Dios que es Padre de todos, que está sobre todos, actúa en todos y habita en todos”. Efesios 4,6