Rafael Salomón
Comunicador católico

Nuestra manera de relacionarnos con Dios


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¿Qué encuentro en la oración? Calma, serenidad, certeza y sobre todo confianza, la que me permite enfrentar aquello que me produce miedo, angustia o hasta desesperación. La oración, cuando se hace sin palabras, tiene un efecto tan especial y relajante; bueno, eso me sucede a mí y no quiere decir que todos experimentemos lo mismo.



La oración en cada etapa de nuestra vida evoluciona, ¿Recuerdas cuando orabas de niño? Esas oraciones tan sencillas que llegamos a decir, tenían una gran carga de dulzura y de inocencia; en este momento estoy tratando de recordar qué era lo que le pedía a Dios y lejanamente me acuerdo, pedía por los alimentos, por mis padres, por mi hermana.

Llegó la adolescencia y mis peticiones cambiaron, comencé a pedir ahora por aquello que personalmente me afectaba, mis calificaciones, mis relaciones con mis amigos y comencé a pedir por mis sueños. Al pasar el tiempo, en mi juventud, aun recuerdo esas oraciones, las cuales eran hasta indicaciones para Dios y creo que es parte de la rebeldía por la que todos pasamos.

Al llegar a mi adultez, las peticiones cambiaron radicalmente, volví a pedir por las personas, por las necesidades de los demás, por su salud y su bienestar. En este momento de mi vida, trato de aceptar y de valorar todo aquello que Dios me da, sea cual sea la circunstancia, he aprendido que todo es gracia. En sus manos he puesto mi vida y mis necesidades, mis alegrías y mis tristezas, cada vez que oro sin palabras puedo descubrir esa presencia sutil que se transforma en certeza y fortaleza.

mujer en iglesia

La escucha de la voz divina

“Todo lo puedo en Cristo que me fortalece“. Filipenses 4, 13

Y cuando no hay palabras en mi oración, sé que de ahí procede esa seguridad, del silencio, donde no hay sonido, en la ausencia de palabras, las cuales adquieren un matiz especial y un significado sublime, hacer silencio la oración, no es lo mismo que hacer silencio en la oración.

Les invito en este tiempo, a descubrir y contemplar la belleza de la creación, que a su vez revela al Creador, y a cultivar también el silencio interior, que dispone al recogimiento, a la meditación y a la oración, hacerlo en silencio favorece el progreso de nuestra vida espiritual mediante la escucha de la voz divina en lo más profundo del alma.

“Guarda silencio y yo te enseñaré sabiduría“. Job 33, 33.

Esto es lo que nos dice la Palabra de Dios; sin embargo, el sonido del silencio, es algo que asusta a muchas personas, pues les da miedo, ya que les obliga a encontrarse con su yo más profundo, con la realidad de lo que son. A lo largo de la vida iremos modificando nuestra manera de relacionarnos con Dios, abrir nuestro corazón, cerrar nuestros labios y dejarnos inundar por ese amor que calma nuestra ansiedad, que da seguridad y no deja espacio para la decepción. Orar sin pronunciar palabras.