“Los días del hombre son como la hierba: florecen como la flor del campo, pero apenas la roza el viento, deja de existir y nadie la vuelve a ver en su sitio”. Salmo 103 (102) 15, 16.
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Un trozo de vida, es lo que muchos piden para alargar su paso por este mundo, una gran cantidad de personas desearían que fuera de esa manera, que se pudiera añadir un poco, desafortunadamente no es así. Vivimos diferentes etapas las cuales marcarán nuestra existencia, momentos en los que seguramente seremos felices por un breve espacio de tiempo y cuando pase, lo añoraremos, extrañaremos y desearemos con gran anhelo que vuelva, que suceda una vez más.
Por ejemplo: La compañía de nuestros padres, los amigos que un día estuvieron con nosotros, que los hijos vuelvan a su infancia y tantas cosas que quisiéramos como si se tratara de añadir un trozo de vida; sin embargo, eso no es posible y sólo en nuestros recuerdos puede que se repita una y otra vez, arriesgándonos a que eso que pasó sea modificado por nuestra propia mente.
“El amor de Nuestro Señor será eterno”
Así funciona con todos nuestros recuerdos, no son precisos, nos quedaremos con lo esencial y eso es lo que vale en nuestra existencia, acostumbrarnos a vivir así nunca ha sido sencillo, aceptar que esos fragmentos de vida pasarán y esto sin duda, hace que nos duela el alma. Cuando los estamos viviendo pensamos que siempre tendremos una nueva oportunidad y los dejamos pasar, en otras ocasiones derrochamos momentos que son únicos, que si lo hubiéramos sabido, los atesoraríamos.
“En cambio el amor del Señor por quienes lo respetan dura eternamente y su salvación alcanza a hijos y nietos, a todos los que guardan su alianza y se acuerdan de cumplir sus mandamientos”. Salmo 103 (102) 17, 18.
Lo que nunca cambiará y permanecerá siempre es el amor de Dios, aunque todos los que estamos aquí nos vayamos, el amor de Nuestro Señor será eterno. Nuestro paso por el mundo es momentáneo y reconocerlo causa dolor y en ocasiones angustia, todo es un instante, todo pasará. No habrá trozos de vida para añadir.
“Todo es aprendizaje, todo es vivencia”
Ya lo decía Kierkegaard : “La vida solo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero debe ser vivida mirando hacia adelante”. Un fluir entre pasado y presente, aprendiendo de lo que ha sucedido y rectificando el camino para siempre cambiar, modificar, adaptarnos y asumir que lo constante es el cambio. Un día gozamos de excelente salud y al otro, comienzan a surgir los achaques propios de la edad y así es como se nos va presentando la vida.
Por eso vivamos con todo lo que nos ofrece, con sus aspectos positivos y con sus vientos en contra, todo es aprendizaje, todo es vivencia todo es ganancia. Lo que sí es permanente son las obras de nuestro Creador, estas nos hablan de un amor absoluto y de cuánto somos para él, creó todo para que lo disfrutáramos y nos gozáramos de lo creado.
“Bendigan al Señor, todas sus obras, en todos los lugares donde él gobierna. Bendice al Señor, alma mía”. Salmo 103 (102) 22.