Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

La nota es lo de menos…


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Junio es una época bastante intensa para quienes nos movemos en el ámbito educativo. Es tiempo de estudio para unos y de evaluar y poner calificaciones para otros. Creo que no soy la única a la que también le cuesta poner una nota numérica final, porque, si bien pretende ser justa con los conocimientos mostrados de diversas formas, no siempre recoge adecuadamente la progresión y el proceso vivido a lo largo del curso. Como en nuestra vida, también en esto lo importante es el camino hecho y no solo el lugar al que se ha llegado.

Sin que muchas veces seamos conscientes, las circunstancias y personas que nos rodean van configurando nuestro modo de ser y de situarnos en la existencia de modo distinto. Por eso, fuera del ámbito académico, cada uno de nosotros también estamos llamados a hacer balance del camino recorrido a lo largo de estos meses. No tanto para ponernos una ‘nota’, como para reconocer y agradecer todo lo vivido y aprendido a lo largo de este tiempo. El relato bíblico nos da un criterio de evaluación que nos puede venir bien para esto.

Estudiantes de Zaragoza en el examen de selectividad 2018/EFE

Cuando Dios libera a Israel de Egipto, le guía durante varios años a través del desierto hasta introducirlos en la tierra prometida. Lo experimentado durante esa peregrinación y la longitud del relato que lo narra evidencia que lo que se pretende transmitir es que entrar en la tierra no fue lo importante, sino el camino recorrido hasta llegar ahí. También nosotros, como aprendices de la existencia a lo largo de estos meses, podemos conformarnos con una valoración global, valorando solo llegar ‘sanos y salvos’ al final del curso, o, mejor, reconocer nuestro aprendizaje vital durante este tiempo. En esto, sin duda, la nota es lo de menos.