¿Hay que seguir esperando la resurrección?


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Hace ya muchos años, cuando yo tendría alrededor de siete, mis padres y yo fuimos de Alicante a Mallorca. Ansiaba llegar al camarote del barco –que mi imaginación infantil situaba por debajo de la línea de flotación de la embarcación– y mirar por el ojo de buey para contemplar el fascinante y enigmático mundo submarino.



El recuerdo me ha venido a la memoria cuando he tenido que estar ante otro ojo de buey. Este, mucho más grande, se encontraba en la sala 7 del tanatorio de la M-30, de Madrid, el primero que se inauguró en la capital. A través de este ojo de buey no veía ningún fascinante mundo acuático, sino a mi suegro Paco –bendita sea su memoria–.

Para la Biblia, el mar es símbolo del mal, de las potencias oscuras contrarias a la vida. Entonces contemplé a Paco, que, desde la inmovilidad cetrina que proporciona la muerte, entonaba el salmo que pronuncia Jonás en las entrañas del gran pez, símbolo del Abismo: “Invoqué al Señor en mi desgracia y me escuchó; desde lo hondo del Abismo pedí auxilio y escuchaste mi llamada. Me arrojaste a las profundidades de alta mar, las corrientes me rodeaban, todas tus olas y oleajes se echaron sobre mí. Me dije: ‘Expulsado de tu presencia, ¿cuándo volveré a contemplar tu santa morada?’ El agua me llegaba hasta el cuello, el Abismo me envolvía, las algas cubrían mi cabeza; descendí hasta las raíces de los montes, el cerrojo de la tierra se cerraba para siempre tras de mí. Pero tú, Señor, Dios mío, me sacaste vivo de la fosa. Cuando ya desfallecía mi ánimo, me acordé del Señor; y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santa morada. Los que sirven a ídolos vanos abandonan al que los ama. Pero yo te daré gracias, te ofreceré un sacrificio; cumpliré mi promesa. La salvación viene del Señor” (Jon 2,3-10).

La claridad de la salvación

El anhelo de salvación que expresa Jonás se hace verdad en Jesús, por eso leemos en el evangelio: “Tres días y tres noches estuvo Jonás en el vientre del cetáceo: pues tres días y tres noches estará el Hijo del hombre en el seno de la tierra. Los hombres de Nínive se alzarán en el juicio contra esta generación y harán que la condenen; porque ellos se convirtieron con la proclamación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás” (Mt 12,40-41).

Estoy convencido de que, desde el seno de la muerte, mi suegro Paco ya está vislumbrando la claridad de la salvación de Cristo.