¿Es la tierra don de Dios?


Compartir

Las inquietantes noticias sobre el volcán de La Palma han tenido como consecuencia que incorporemos a nuestro vocabulario habitual términos que antes solo pertenecían al ámbito geológico. Así, casi nadie que no fuera vulcanólogo o geólogo sabía qué era una fajana. Otra de esas palabras recién aprendidas ha sido “malpaís”, referida al “campo de lava reciente, con una superficie tortuosa, estéril y árida”.



El término no puede ser más expresivo. Por eso, por contraste, me ha recordado alguna expresión que aparece en la Biblia con alguna frecuencia: “tierra que mana leche y miel” (por ejemplo, en Dt 6,3), en relación con la que el Señor promete a Israel. Dice el libro del Deuteronomio: “Cuando el Señor, tu Dios, te introduzca en la tierra que había de darte, según juró a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob, con ciudades grandes y ricas que tú no has construido, casas rebosantes de riquezas que tú no has llenado, pozos ya excavados que tú no has excavado, viñas y olivares que tú no has plantado, y comas hasta saciarte, guárdate de olvidar al Señor, que te sacó de Egipto, de la casa de esclavitud” (Dt 6,10-13).

Bendecirás al Señor por la tierra buena que te ha dado

Más adelante, el texto bíblico “declinará” esa “tierra buena”: “Tierra de torrentes, de fuentes y veneros que manan en el monte y la llanura, tierra de trigo y cebada, de viñas, higueras y granados, tierra de olivares y de miel, tierra en que no comerás tasado el pan, en que no carecerás de nada, tierra que lleva hierro en sus rocas y de cuyos montes sacarás cobre, entonces comerás hasta saciarte, y bendecirás al Señor, tu Dios, por la tierra buena que te ha dado” (Dt 8,7-10).

¡Qué diferencia entre la descripción de esta tierra y lo que vemos estos días en las noticias que vienen de La Palma! Unas lenguas de tierra negra ‒aunque por dentro incandescente‒, procedentes de un volcán cuya hipnótica belleza corre pareja a su fuerza devastadora, que se han comido los bienes y el trabajo de cientos o miles de personas.

Ojalá pronto la naturaleza vuelva a mostrar un rostro más amable con el ser humano para permitirle vivir en una tierra que pueda descubrir como don de Dios.