Rafael Salomón
Comunicador católico

El festejo del santo patrono


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Se trata de una tradición que se lleva a cabo en diferentes lugares del mundo donde se celebra a un santo en particular; en México estas celebraciones adquieren una relevancia muy especial y esto se debe a que la planeación y preparación involucra a una enorme cantidad de personas, quienes hasta por un año recaudan los recursos para festejar al santo patrono.



Las fiestas patronales se definen como las prácticas de la religiosidad local, en equilibrio de la religiosidad universal, la cual estaría compuesta principalmente por la doctrina oficial de la Iglesia. Una fiesta patronal con recursos suficientes, se transforma en una verdadera verbena y no hay que imaginar mucho, la fiesta entonces se convierte en un lugar donde sucede de todo, menos la centralidad de la festividad.

Hay música, grupos invitados, alcohol, se convierte en el pretexto perfecto para desatar las pasiones de quienes sólo se quieren divertir, comer, beber, lucir prendas nuevas y bailar. No es una crítica general, ni tampoco quiero decir que sea siempre así; sin embargo, se trata de una constante en casi todas las regiones de mi país.

Desconocimiento de la vida del santo a celebrar

En muchas ocasiones el sacerdote no tiene voz en las actividades que se llevarán a cabo durante los días que durará la fiesta. Limitando al párroco exclusivamente a las celebraciones religiosas y de todo lo que sucede alrededor, el comité organizador es el responsable, de manera que, se convierte en la fiesta de identidad del lugar.

mujeres danzantes participan en una peregrinación en honor a San Sebastián Mártir en Chiapas

Foto: EFE

Riqueza cultural sí, tradición de los pueblos de nuestro país también, pero un desconocimiento de la vida del santo a celebrar, con muy poco sentido espiritual. La fiesta patronal está rodeada de muchos intereses y beneficios económicos, sociales y politicos de las instituciones que participan.

En ocasiones son un derroche de recursos para mostrar la fiesta patronal con más pirotécnia y más ruido, parece que son los estándares que se buscan cada año, sobresalir en esos aspectos y el resultado es una fiesta como cualquiera otra donde la venta de objetos, el consumo de alcohol y el desenfreno son la principal razón del evento.

“Nada tienen que ver con la esencia del festejo”

Es importante mencionar que en la mayoría de las veces, la comunidad eclesial no participa de manera activa en el proceso, de vez en cuando en la procesión y en las veladas de oración, espacios parroquiales a los que la mayoría de las personas no van.

Los diferentes tintes que ofrecen las fiestas patronales son de gran atractivo para la población en general y es que se convierten en espacios de esparcimiento, razón por la que han perdurado y se han consolidado, pero hay que observar todo el entorno para comprender estas festividades. Quienes hemos asistido a esas celebraciones ya entrada la noche, podemos confirmar que nada tienen que ver con la esencia del festejo, el mal se adueña a esas horas para confundir y encadenar.

¿Qué sucedería si se prohibiera el consumo de alcohol en estas celebraciones? Lo más probable es que habría poca afluencia y perdería su atractivo y esencia.

Hagamos fiesta en este día, porque en un día como este Dios actuó en nuestro favor. Dios, Dios mío, ¡danos tu salvación, concédenos tu victoria! ¡Bendito el rey que viene en el nombre de Dios! Desde su templo los bendecimos a todos ustedes. Dios es nuestra luz. ¡Llevemos flores al altar y acompañemos al pueblo de Dios! Tú eres mi Dios; por eso te doy gracias y alabo tu grandeza. ¡Alabemos a nuestro Dios! ¡Démosle gracias porque él es bueno! ¡Él nunca deja de amarnos!”. Salmo 118.